La vida del revés

Irene Montero no es afgana

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31 ago 2021 / 05:01 h - Actualizado: 30 ago 2021 / 23:01 h.
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  • Irene Montero no es afgana

Irene Montero hace declaraciones a la prensa y nadie se lo prohibe, no es perseguida por ello; y no se juega su integridad física por ser ministra del Gobierno de España. Si se colocase frente a un micro en Afganistán, si dijera lo mismo que dice aquí en España con total tranquilidad, ese mismo día alguien cometería una injusticia atroz y sería castigada físicamente y condenada a una pena desproporcionada y absurda por no cumplir lo que dice la sharia.

Parece que Irene Montero no entiende nada y sigue insinuando que en España las mujeres sufren igual que lo hacen en Afganistán. Resulta casi cómico. Si no fuera porque las mujeres afganas (y de un buen número de países) están siendo maltratadas desde hace decenas de años con saña, las declaraciones de la ministra Montero darían para hacer un par de miles de chistes.

Hay que recordar que esta mujer gestiona un ministerio; que el presupuesto que está a su disposición es de algo más de 450 millones de euros; que la influencia de una ministra sobre perfiles determinados de personas es muy alta; y que la falta de talla intelectual y política de esta señora es tan extraordinaria que hace imposible creer en lo que dice o hace. No es extraño que suelte una memez o ponga en circulación una campaña publicitaria más que discutible.

Según alguna de las últimas encuestas conocidas, el 9,3 por ciento del electorado votaría la lista de Unidas Podemos. Y estos votantes siguen convencidos de que Montero y Pablo Iglesias son criticados sin sentido alguno, les parece que Montero es una gran política y un talento incomprendido. Sin embargo, comparar el sufrimiento de las mujeres afganas y españolas es un disparate que en otro país podría suponer la dimisión del que lo dice.

Lo que debería tener en cuenta Irene Montero es el hartazgo que están provocando sus declaraciones, ese afán por señalar la sociedad española como patriarcado insoportable, esas ganas de enfrentar a hombres y mujeres, su capacidad para enfrentarse a las propias feministas que asisten atónitas a a las demostraciones de ‘feminismo de palo’ que hace Montero cada poco. Esta ministra está haciendo un flaco favor a un movimiento feminista que no está para aguantar tanta tontería.

Montero debería pensar en dimitir.