La Constitución lleva su nombre

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05 may 2018 / 19:57 h - Actualizado: 05 may 2018 / 19:59 h.

La Mayor de las Antillas, una de nuestras últimas “posesiones” de Ultramar, tiene la virtud de provocar una fuerte atracción en todo aquel que la conoce. Desconozco la razón, pero sí puedo certificar que el ritmo cubano atrapa. Y cuando digo ritmo me refiero a la vida entera de un pueblo, porque la música caribeña es complemento omnipresente de todas sus manifestaciones, sean estas culturales, civiles o políticas. Por buscar alguna causa para esta fascinación, pudiera pensarse en que el desastre del 98 nos dejó a los españoles un hueco sin colmatar, un pozo del que solo se logra aforar nostalgia negra, pero probablemente no sea por esto. Cuba por sí sola es razón más que suficiente para cautivar a las almas sensibles y desprevenidas que se atrevan a seguir su son.

Narciso López, nacido en Caracas en 1797, fue un militar español realista. Bizarro, atractivo y valiente, dejó muestras de su gallardía en los campos de Venezuela pese a la derrota que los libertadores bolivarianos infligirían a las tropas fernandinas. Tras su última batalla, la del Lago de Maracaibo, logró refugiarse con sus diezmadas huestes en la Isla de Cuba. Desde allí viajaría a España donde además de combatir en la primera Guerra Carlista y lograr su ascenso a Brigadier, sería nombrado Gobernador de Valencia y elegido senador por Sevilla. Su atracción por América lo devolvería a Cuba poco tiempo después. Tras ser nombrado Gobernador para cuatro villas cubanas por Jerónimo Valdés, Gobernador Militar de la Isla, contraería matrimonio con Dolores de Frías, hermana del terrateniente e intelectual cubano Francisco de Frías y Jacott, IV Conde de Pozos Dulces.

Caído en desgracia tras la destitución de Valdés, López se entregaría a la causa cubana, entrando en contacto directo con los incipientes grupos autonomistas acaudalados que se iban conformando en la Isla. Como instigador de la llamada “Conspiración de la Mina” tuvo que huir a Estados Unidos. Desde allí organizaría hasta cuatro expediciones, todas ellas fracasadas, con el ánimo de liberar a la patria que lo hizo suyo. En su penúltimo intento, sus tropas lograron tomar la ciudad de Cárdenas y fue allí, en su plaza principal, donde por primera vez ondearía la bandera cubana que el mismo López diseñaría para la Mayor de las Antillas. Poco después de su último desembarco, traicionado por su compadre, Narciso López fue apresado y ajusticiado mediante garrote vil en la explanada de la Punta, La Habana. Corría el año de 1851.

Narciso López redactó una Constitución que desde entonces lleva su nombre. “Cesa y queda anulada para siempre la autoridad de la Corona de España en la Isla de Cuba, y esta se constituye en Republica independiente”, art. 1º.

Saben, cuando la realidad me abruma, me gusta imaginarme de paseo por La Habana con un cigarro encendido, evocando las hazañas del Brigadier López.