La Tostá

La Feria desde lejos

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
26 abr 2022 / 10:37 h - Actualizado: 26 abr 2022 / 10:40 h.
"La Tostá","Feria de Abril 2022"
  • Real de la Feria.
    Real de la Feria.

Son miles los sevillanos que cuando llega la Feria de Abril se van de viaje para evitar el jaleo del festejo. Aunque algunos no se lo crean o les cueste creerlo, hay sevillanos poco o nada feriantes, como los hay que pasan de la Semana Santa, la Velá de Santa Ana o la Bienal de Flamenco. ¿Son menos sevillanos que quienes viven con intensidad estas tradiciones? No tiene por qué. Conozco a grandes aficionados al flamenco que pasan de la Bienal porque no les gusta vivir este arte en los teatros, sino en reuniones privadas, donde los cantaores dan otra medida de su arte. Aún hay aficionados de poder económico que celebran grandes fiestas privadas en su casa de la playa o el Rocío, gastándose mucho dinero para disfrutar de lo jondo junto a su familia o para agasajar a amigos empresarios, políticos o artistas con el arte de la tierra. Juan Badía, el empresario de los jamones y la carne ibérica, solía celebrar fiestas privadas en su peña flamenca del Polígono Calonge, que estaba en una de sus tiendas. Invitaba a un guiso a los amigos y ofrecía un flamenco nada comercial, con artistas como Herminia Borja, Mari Peña, La Fabi, Antonio Moya o Carmen Ledesma entre otros. Se vivieron grandes momentos en esa peña. El mismo Badía suele organizar fiestas en el Rocío, aunque ya no con tanto poderío como hace una década. Estuve en una de sus famosas reuniones rocieras y puedo dar fe de que los artistas daban siempre los veinte reales del duro y que quienes fueron a esa fiesta salieron de ella preñados de jondura. Por tanto, el arte de nuestra tierra se puede vivir fuera de festivales oficiales como la Bienal, como se puede disfrutar de las sevillanas, el pescado frito y la manzanilla de Sanlúcar sin pisar la Feria, o la fe religiosa sin partirse los pies viendo procesiones en Semana Santa. La Feria de Sevilla, de las más conocidas y visitadas del mundo, es incompatible con quienes no somos nada aficionados a las bullas, a la paliza que supone solo llegar al recinto ferial y aparcar el coche o a sufrir el calvario de no poder cenar tranquilo en una caseta que no sea privada. Que un sevillano de pura cepa prefiera irse de la ciudad y disfrutar de la sierra, el mar o el turismo internacional, es totalmente comprensible. Vivir la feria desde lejos. Amarla sin pisarla.