La Pastora enjoyada

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14 sep 2019 / 09:50 h - Actualizado: 14 sep 2019 / 09:53 h.
  • La Pastora enjoyada

Mañana sale la Virgen a la que Sevilla vistió de Pastora para honrarla mejor, para quererla más todavía. Mañana sale la Pastora de Santa Marina, “la Pastora enjoyada”, la que conocen propios y extraños porque en su pecho no cabe una alhaja más, un broche más, un recuerdo de los más de tres siglos de amor con los que tantos devotos la han adornado.

La Pastora va tan enjoyada, no a capricho de su vestidor ni por complacencia de aquellos que disponen los destinos de la hermandad. A la Pastora, por primera vez, la enjoyó Fray Isidoro de Sevilla con el mismo fin con el que un profesor se arremanga para que los alumnos comprendan algo que no pueden sino imaginar, y consigue que lo vean y entiendan por qué lo hacemos así. Era normal que una pastora (con minúsculas) echada al campo y sin posibilidad de refugio no llevara joya alguna, no complementara su belleza con ellas ni siquiera que pudiera tenerlas, ni por herencia ni por regalo. Si esa Pastora (con mayúsculas) era nada más y nada menos que la Emperatriz de los Cielos... ¿no resplandecería por ella misma? ¿No sería acaso mirarla como ver el resplandor de la gloria ante nosotros?

Así, pues, cada año, Álvaro Martín presenta a la Pastora de Santa Marina. Ahora que terminan las fiestas de septiembre y que tantos pueblos comienzan a festejar como patrona a Nuestra Señora del Rosario, las alabanzas y las súplicas hacen (precisamente eso) un Rosario de piropos para la Pastora que sale mañana a enamorar a Sevilla con la belleza que ese escultor (al que tantos reconocen como Ruiz Gijón) puso en su rostro y en sus manos delicadas que acarician un cordero de ojos celestes, que tiene un hermano gemelo en la íntima clausura de Santa Paula, donde Sor Cristina de Arteaga sigue rezando a la Pastora su Mes de María.

Mañana sale la Pastora enjoyada, la que puso el modelo antes que ninguna otra, la que enseñó a todos cómo se había de venerar a María Santísima en el misterio de su Asunción a un cielo que en ella parece paraíso vegetal, cuajado de flores, árboles y animales que la rodean en su paso y a los que hay que encontrar -dice la tradición- para volver a verla el año que viene. Sale mañana y llevará muchas joyas que irá prendiendo a lo largo de su recorrido. Las oraciones de los ancianos de Geron y de San Juan Grande, que la esperarán emocionados como si fuera -acaso- la última vez que pudieran verla. Se pondrá la Pastora al pecho el repique de campanas de San Juan de la Palma y de Montesión o las oraciones de las monjitas del Espíritu Santo y, cómo no, el tesoro de su calle Divina Pastora. A eso sale Sevilla a verla: a prenderle al pecho una alhaja de su devoción, para que nunca le falten.