La primavera de San Lorenzo

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27 ene 2017 / 23:13 h - Actualizado: 27 ene 2017 / 23:24 h.
"La Azotea"

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En el atardecer de San Lorenzo, las voces de los juegos de los niños y los ejércitos de loros en sus palmeras acompasan las campanas de un reloj que detiene el tiempo en los ojos de quien anhela encontrar en las manos de Sevilla, el regreso de la primavera a sus vidas y a sus familias.

Observas desde uno de sus bancos, bajo unos naranjos que pronto serán de plata, a la gente que viene desde la Gavidia, guiada por el bronce del pie de Daoiz, y que lleva en la cara la certeza de haber visto al Señor de cara. Él está al fondo, esperando a los suyos con su cruz al hombro, camisa blanca y túnica de terciopelo dispuesto a escuchar el dolor, las suplicas, las malas rachas, las contrariedades.

Es una muchedumbre silenciosa la que le contempla y le habla con el silencio en la mirada, y a la que incluso Él parece escuchar.

Quizás ahí esté la única verdad; los enfermos, los niños, la desesperación, las promesas y hasta los agradecimientos de aquellos que pese a no tener nada, todo le dan al que todo lo puede. No hace falta decir su nombre, le vemos en los retablos cerámicos bajo unas tejas y dos farolitos, y en los ojos de una ciudad que hace de cada Viernes una demostración callada del poder de la fe de un pueblo.

Está en la foto enmarcada de la tienda de comestibles o en la que te mira debajo del cristal de la mesa de camilla, en la zancada machadiana del que anduvo en la mar y en las estampas de las cabeceras de las camas de un hospital, donde tanta falta hace que lleguen los vencejos del amanecer de San Lorenzo anunciando que definitivamente, ya llegó la primavera.