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La Sevilla de Manuel del Valle

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28 mar 2020 / 12:12 h - Actualizado: 28 mar 2020 / 12:15 h.
  • La Sevilla de Manuel del Valle

Si Sevilla tuvo su momento decisivo, tal vez éste fue el derribo del muro de la calle Torneo en 1.990.

Recuerdo perfectamente la imagen de Manolo del Valle subiendo a su vehiculo oficial, en busca de un momento que quizás solo era suyo.

Al llegar al lugar, Rojas Marcos le había preparado su particular recibimiento, de manera que le usurpó mediante una multitudinaria protesta, la degustación visionaria de lo que había de ser la ciudad del futuro en que Sevilla se convertiría.

Pocos días después, Alfonso Guerra decidió que sería Luis Yañez quien encabezara la lista socialista al Ayuntamiento de Sevilla.

Manolo aceptó deportivamente dicha decisión; no en vano, Guerra seguía siendo, aun, incontestable y eso que le asolaba el escándalo de su hermano Juan.

Y cierto también que el PSOE gobernaba en coalición con el Partido Comunista, del que se había desligado Adolfo Cuellar, al cual esperaban, día sí y día también, una partida de militantes y sindicalistas pidiéndole su dimisión al haber abandonado el Grupo municipal de dicha formación.

Rojas Marcos trajo de Nueva York su lema electoral “amo Sevilla”, con un enorme corazón rojo, que persuadió a los sevillanos de, poco después, hacerle el Alcalde de la Exposicion Universal.

Nunca escuché ningún lamento en Manolo, que montó su Despacho profesional, permaneciendo muchos años residiendo modestamente en el Polígono de San Pablo y después la Huerta de la Salud.

Sin duda, Manolo ha sido el Alcalde más importante de esta inveterada ciudad. El único que nunca bailó una sevillana, ni se dejó llevar por los acordes de las marchas triunfales que adornan la coronación de las Hermandades de la ciudad.

Ya no están ni Guerra, ni Felipe, ni Alejandro Rojas Marcos (quien también tendría su derrota con la pérdida del sueño olímpico de Sevilla).

La ciudad ha seguido su camino, ilesa de grandes ensoñaciones posteriores, a salvo las setas que más bien pertenecen al género de las pesadillas, de las muchas que Monteseirín legó a Juan Ignacio Zoido, al que la historia también reconocerá su gestión, a diferencia del primero.

Volver a 1.987, nos brinda el recuerdo de personas que, con su esfuerzo, imaginaron -más allá de lo posible- la fuerza de Sevilla, como Valencia pronto imitaría.

Vuelvo hacia atrás, y lo recuerdo llegando al Colegio de Abogados donde juraba un joven de veinticuatro años.

Treinta años después, la desaparición de Manuel del Valle nos recuerda el irreversible paso del tiempo y la relatividad de la memoria.

Manolo se ha marchado en el peor escenario para una despedida, en un Apocalipsis interminable, donde muchos esperan un ajuste de cuentas contra Pedro Sánchez, sobre cuyo estado febril nadie revela la verdad.

Supongo que esto también lo ha hecho a conciencia. Y es que los que no se despiden, son los que siempre permanecen en la memoria de los hombres.

Descanse en paz Manuel del Valle y bien que lo lamento.