La trinidad sevillana

Las cosas de relumbrón tienden a copiarse, pero hay matices delicados de esta modernidad que pueden constituir un problema para Sevilla

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16 oct 2019 / 07:57 h - Actualizado: 16 oct 2019 / 07:59 h.
"Desde la espadaña"
  • La trinidad sevillana

Ya tenemos en Sevilla la trinidad clásica de las intrigas a pie de calle. Al misterio de la limpieza en la ciudad, hace pocos días se le unió el enigma de cómo llegar y aparcar el coche en el Lagoh y finalmente nos llega la intriga de qué hacer con los patinetes eléctricos cuando se acaba el servicio. Es todo un secreto donde conseguir un patinete eléctrico de alquiler y, más aún, donde dejarlos. Hacer de Sevilla una ciudad congruente con la movilidad no puede ser sinónimo con estacionar estos aparatos sin orden ni concierto.

¡Ay, Sevilla, Sevilla! deberías dejar de ser tan novelera y pensar un poco más en tus continuas y nobilísimas adaptaciones a situaciones que vienen del exterior y que no han pensado en ti como ciudad de historia envidiada por muchos.

Con el servicio de bicicleta Sevibici se acompañan lugares de estacionamiento específico para estos vehículos, pero la falta de previsión para los nuevos medios de movilidad ha desembocado en un mundo de tremendo desorden y desconcierto. Por la ciudad corre la anarquía en la utilización y el aparcamiento de estos vehículos y por mucha normativa municipal que se haya aprobado, mucho queda por hacer y aprender.

Hoy en día ya no se ven parejas de enamorados recorriendo las estrechas calles de Santa Cruz, sino que te asalta un patinete al que le suplicamos limosna para que no nos atropelle. Y si se trata de un ejército proveniente de una visita turística de empresa, procure arrimarse a la pared si no quiere verse con un agradabilísimo sabor a sangre entre sus labios. El pasado día cerca de la calle Viriato (el mismo al que consideraban el terror de Roma) me enfilaba un patinete de esos y si es cierto que hay miradas que pueden enfriar el cerebelo o que cortan la respiración, aquella fue una de ellas. Era de esas miradas de Miuras frente a ti donde te arrepientes de todo lo que has hecho en la vida desde que llegamos a ella.

Si el Ayuntamiento sevillano no es capaz de fijar realmente unos espacios de estacionamiento de estos vehículos convertiremos la ciudad en un gallinero de obstáculos en la vía pública y cualquier foto con el paso de los años será siempre con estos patinetes como protagonista. Hay quién ve que donde hay un patinete hay un monumento o algo digno de ver en Sevilla; parece el nuevo señuelo turístico de la ciudad. El pasado sábado vi dos de ellos apoyados en una fachada de la calle O´Donnell (maldita la gracia que haría a los propietarios) y pensé que el Ayuntamiento sevillano habría puesto en valor la casa donde vivió Juan Ramón Jiménez, pero mi gozo se fue al pozo cuando observé a dos jóvenes que se llevaron los artilugios eléctricos comiéndose un helado recién comprado. Si Sevilla no se hubiese destruido desde comienzos del siglo XIX con el derribo de las murallas, del puente de la Alcantarilla de las Madejas, del Castillo de la Inquisición en Triana o del Cuartel de las Milicias, no habría patinetes suficientes en el mundo para abastecer a los usuarios de esta forma de movilidad. Cuanto se han perdido estos patinadores de ciudad.

Me recuerda cuando en la plaza frente a la Iglesia de Monte-Sión existía una parada donde los sevillanos podían alquilar un carro de mano para transportar mercancías y hacer pequeños portes; por eso se le llamaba la Plaza de los Carros. Hasta en eso nos ganaban nuestros antepasados y a nadie se le ocurría dejar estos alquileres donde bien les daba la gana a los pies de la Giralda o en las puertas de Conventos. Sin embargo, hoy en día entre las bicicletas Sevibici, las bicicletas particulares y los numerosos vehículos de movilidad personal colocados en lugares inadecuadas, se afea la ciudad y su patrimonio. Muchos episodios de estos nos quedan con la llegada de la Navidad, La Semana Santa o la Feria de abril; tiempo al tiempo.

Consigamos que llegue el orden y la cordura y pongamos raciocinio en evaluar, controlar y educar en la movilidad de la ciudad. Hace pocos días, la Guardia Civil de Tráfico paró, en plena autovía, a un conductor de patinete que dijo haberse equivocado, y ya aparecen estacionados estos artilugios hasta en los pasos de peatones ¿Cuestión de educación? ¿Culpa de quién? quizás de todos, pero mientras no se coloquen en la ciudad, nódulos de recepción y salida para estos vehículos al igual que el servicio de bicicletas, seguiremos destruyendo Sevilla visual y patrimonialmente. Inclusive a nosotros mismos como residentes y afortunados de las calles sevillanas.

Cuando en estos meses surgió esta inquietud de los nuevos vehículos de movilidad (y todavía están por llegar las bicicletas eléctricas) el Consistorio sevillano prometió la fiscalización de estas nuevas formas de moverse por Sevilla, pero cuan largo me lo fiais señor alcalde porque, hoy por hoy, la marabunta eléctrica de movilidad personal sigue avanzando y mucho sin control. Como usted dice, será cuestión de percepción, aunque también es cierto que puede ser el toro de su destino.