El poder siempre afirma que no hay que recurrir a la violencia, que no sirve para nada porque sólo genera violencia. Sí, hay que tener cuidado con el uso de la violencia. Pero lo cierto es que ha sido siempre la compañera inseparable del ser humano. Y ahora vean: los chalecos amarillos han logrado concesiones relevantes, han tenido que hacer lo que han hecho para que Macron recule. Aunque la finalidad de los rojos catalanes no sea la misma que la de los amarillos franceses, el día 21 el gobierno de Madrid tendrá que atarse los machos porque la van a armar en Cataluña cuando vayan a celebrar allí el consejo de ministros. Estos tontos útiles de la izquierda infantil catalana le hacen el juego sucio a la derecha separatista pero son peligrosos por alborotadores. Ahora tienen el ejemplo francés: la violencia sirve, y además saben que Sánchez es un débil mediocre acompañado por un gobierno débil y relativista. El mundo en el que estamos se ha construido sobre la violencia mundial de los siglos XVIII, XIX y XX. El poder sabe bien que la violencia es útil, por eso su misión es decir que no sirve y reprimirla. Cuando una tribu primitiva se ve sin mujeres, asalta a la tribu de al lado para robarles a sus miembros femeninos. Salvando las distancias, en el siglo XXI seguimos sustancialmente igual, usando la violencia para conquistar lo que creemos necesario para nuestra supervivencia. Así de triste es esto, hasta que aparezcan algunos que –de forma democrática- nos sepan poner de acuerdo a casi todos, en nuestro caso en la identidad exacta de la península ibérica. Menudo reto.