Las pequeñas cometas verdes

Image
11 jul 2021 / 04:00 h - Actualizado: 11 jul 2021 / 04:00 h.
"Tribuna"
  • Las pequeñas cometas verdes

TAGS:

Mi madre siempre decía que el contacto con la naturaleza era “mano de Santo”, tenía razón. Ella se crió en Constantina (un pueblo de la Sierra Norte de Sevilla), sabía de lo que hablaba. Su color favorito era precisamente el verde, ese verde esperanza, verde alegría o de las manzanas verdes que tanto le gustaban. Recuerdo que cuando me veía agobiada por los exámenes siempre me sugería un buen paseo por cualquier zona ajardinada cercana porque para disfrutar de los beneficios de la naturaleza tampoco hace falta que te mudes a los Alpes y te conviertas en Heidi, basta con disfrutar de la luz del sol y del viento acariciándote la cara, el tacto del césped, la sombra de algún árbol...

Ayer por la tarde me quedé un buen rato pensando en todo esto porque, después de comer, Alonso -mi chico-, Dani -su hermano- y yo nos fuímos a descansar a la piscina, en concreto, a una magnífica zona ajardinada, con abundante césped y tres árboles que daban una sombra con la categoría de “tesoro” ante el calor veraniego... Extendimos nuestras toallas en la hierba y, tras unos minutos de charla, se hizo el silencio... Levanté un poquito la cabeza para asegurarme... Sí, se habían quedado fritos... Yo también me tumbé en mi toalla, estaba a gusto aunque, de primeras, no me dormí... Corría un poquito de brisa que empezó a actuar a modo de “nana”, mantuve los ojos abiertos, mirando hacia arriba, a la copa del árbol, parecía una pintura...¿Sabes cuándo te dicen que cuentes ovejas para dormir? pues yo casi que empecé a contar hojas, pero no terminé, había muchísimas... Era curioso, no todas las hojas eran iguales, unas eran de un tono menta intenso, parecían más fuertes; otras, con un color verde mar, se hacían casi transparentes, parecían más frágiles, como de cristal pero todas formaban parte del mismo árbol y creaban una armonía cuasi artística. Instantes después me fijé en que había ramas completamente pobladas, donde parecía reinar una noche de tonos verdosos (eran las ramas que más sombra daban) y otras, en cambio, presentaban más espacio entre las hojas, creándose así unos simpáticos agueros de luz por donde se colaba el sol ¡como ventanas naturales!

Empezó a correr más brisa y me hizo gracia ver cómo se movían las hojas del árbol, hacia un lado, hacia el otro, eran como pequeñas cometas verdes... Unas se dirigían, muy decididas, hacia los agujeros de luz; otras, se movían de dos en dos como si fueran un equipo sincronizado, haciendo volteretas y giros...

Alonso y Dani seguían dormidos así que cerré los ojos, seguía notando la brisa en la cara y seguí pensando en las pequeñas cometas verdes que habían conseguido hacer volar mi mente hacia a mi infancia, a esos relajantes paseos por la naturaleza con mi madre... Sí, lo has adivinado, me quedé dormida pero, aunque pueda sonar paradójico, a veces, hacer una pausa, relajarse y dormir es la mejor manera de despertar en muchos sentidos.