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Los medios y los días

Las trabas del fenómeno online

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11 sep 2020 / 04:00 h - Actualizado: 11 sep 2020 / 04:00 h.
"Los medios y los días"
  • Foto: EFE
    Foto: EFE

Ya estoy empezando a leer y oír a personas poseídas por el éxtasis cibernético aplicado al trabajo online. ¡Oh, qué descubrimiento!, ¡cómo no se nos ha ocurrido antes! ¡Bendito sea el Sars Cov2!, ¡un enviado celestial para abrirnos los ojos a los ciegos humanos sin fe en el futuro!, ¡qué anacrónico, estar atrapados en ese deseo de sentirnos unos a otros cuando trabajamos también!

Mentiras, engañabobos. Por supuesto, nadie duda de su utilidad, pero no con la dimensión que se le está dando. Seguramente en el futuro estas palabras habrán sido rebasadas por la realidad que suele ser económica y al final abrazamos todos el becerro de oro, pero eso no significa que todo lo que triunfa sea lo más adecuado para la evolución humana. Si empezamos así habrá que implantar a fondo, muy a fondo, en todos los niveles de la enseñanza, el conocimiento de la máquina hasta que, en efecto, como diría McLuhan, sea una extensión de nuestro cuerpo al igual que ya lo es el smartphone.

En ese caso todas las multinacionales de las tecnologías deberán llevar a cabo dos actuaciones: unificación de procedimientos y usos de las máquinas y simplificación al máximo de tales usos porque la inmensa mayoría somos consumidores, usuarios, y no ingenieros ni técnicos ni programadores. En España, la burocracia de papel se está trasladando a la telemática y eso es peor aún, es terrible que para obtener algo en la universidad o en otra parcela cotidiana debamos enfrentarnos a una extensa cantidad de apartados a rellenar que, por ahora, están repletos de barroquismo y de fallos. A los ancianos y a los que vamos para viejos nos están diciendo ya, sin palabras, ustedes sobran en el mundo, echen mano de hijos, nietos, para que les ayuden o muéranse. La telemática es una prueba darwiniana del adaptarte o morir.

Por ahora, la enseñanza online que hay que abordar sin remedio, crea un estado de ansiedad considerable. Hace unos días presidí un tribunal online de una tesis doctoral elaborada en la Universidad de Granada. El tribunal estaba compuesto por cinco miembros, de las universidades de Granada, Valencia y Sevilla. Cada uno en su casa, el aspirante a doctor en la suya y el director de la tesis en la suya. Para empezar, el secretario del tribunal tuvo problemas de conexión, con lo que de inmediato se unió a la sesión un técnico experto de la Universidad de Granada que tuvo que estar pendiente de un acto que se prolongó desde las 10,30 hasta las 15,45 y aún estamos rellenando, intercambiando y enviando documentación -online, claro- entre todos los interesados.

En las tesis el doctorando defiende su trabajo, luego interviene el tribunal, después réplica del doctorando, a continuación, otras intervenciones -como la del director- para terminar con una deliberación secreta del tribunal. Para todo eso es preciso abrir y cerrar micrófonos y cámaras online, e incluso cambiarse telemáticamente a otra sala virtual para no estar a la vista del aspirante ni del director de la tesis. Si ya es cansado un acto de defensa de tesis presencial debido a la concentración y atención que exige, en modalidad online resulta agotador.

No quiero pensar en las clases online y menos en la tortura que les van a suponer a los profesores de primaria y secundaria. Y por supuesto a padres y alumnos. El asunto no repercute sólo en la docencia. En octubre publicaré un nuevo libro y uno de los trabajadores de la editorial -que está en Barcelona- me ha dicho que con el online trabaja en la oficina y en casa, uno mismo se impone esa actividad porque no hay más remedio en un mundo que exige mucho pero da poco.

El dicho de “cada cosa a su tiempo” se rompe en el mundo online, el tiempo puede resultar uno y para una única actividad. Me temo que habrá que revisar todo esto puesto que el contacto humano sigue siendo imprescindible porque no hablamos sólo con las palabras sino que todo el cuerpo habla e incluso segrega sustancias que permiten enamorarnos, por ejemplo. ¿Entramos aún más en la era de la ausencia total o ya estábamos en ella? ¿Es ésta la nueva soledad sonora o, en efecto, la muchedumbre solitaria?