Ya están aquí el otoño, las castañas asadas, la lluvia y la ropa de abrigo. De pequeños, suponía el colegio, jugar menos y acostarse más temprano. Ahora, de mayores, el otoño afecta a determinadas personas por los cambios climáticos y les puede llevar a sentirse melancólicos. Si nuestros ánimos no están a tope y aparece esa amiga llamada melancolía, puede ser que veamos el pasado como mejor y tener la sensación de que no aprovechamos el tiempo, porque no llegamos a sentirnos contentos, y muchos menos satisfechos con nuestras vidas.
Evitar la melancolía es un reto que tenemos que conseguir, cueste lo que cueste. Soportar una tristeza, sin motivos o con ellos, es una pesada carga para quien la lleva. Alejarse del pasado con actividades que anteriormente nos gustaban sería un paso, pero también buscar situaciones que nos hagan aflorar la risa ayuda mucho. Tenemos herramientas para conseguir aquello que de verdad queremos, siendo capaces de cambiar el vivir en un pasado mejor que no nos deja disfrutar el presente.
Si eres afortunado porque la ocupación que tienes a diario te gusta, sea el trabajo que sea, puedes conseguir con más facilidad sentir alivio y olvidar el pasado porque el presente es un poco mejor. Para otros, el lema que les motiva para poder levantarse cada mañana es «lo mejor está por venir». Creo que es cierto, que todo lo que hemos vivido, de una manera u otra, nos lleva hacia algún lugar. Pero el lugar no te da el disfrute ni la felicidad, sino la situación y la motivación de alcanzar mejor estado de ánimo, y así veremos el presente como lo mejor que nos puede pasar.
No hay estación del año, ni etapa en la vida que no tenga algo bueno. Siempre hay belleza en cualquier situación que vivas si quieres mirarla con esos ojos, y, así, aprovechar que estás vivo, saboreando los diferentes paisajes del alma. Porque, en realidad, eres tú quien decide qué es lo bello y qué es lo que te hace fuerte y rico.