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Lo que queda

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15 jun 2018 / 23:12 h - Actualizado: 15 jun 2018 / 23:14 h.
"Pareja de escoltas"

Hablemos de cosas importantes, no de circunstancias mudables. Las nubes pasan, el cielo queda. Y lo que queda, lo que permanece en el alma son esos momentos en que confluyen la espiritualidad, la emoción y la belleza, una piña bendecida eternamente por la memoria. Lo que está pasando en estas últimas horas no reúne esa condición. En mi caso queda de este curso que termina, y dejo al margen mis Hermandades aunque no todos los años cumplas unas Bodas de Oro, alcances cirio de última sección o se te revele toda la poesía de la Biblioteca Nacional en la figura de tu Cristo, queda, digo, cómo aún me reverbera el escalofrío de aquella vuelta de la Esperanza de Triana en Rioja. Ya saben las ganas de arte con que llega el palio allí tras la recta infinita recorrida. Pero qué va. La sorpresa inicialmente ingrata de la escasez de público de esta Madrugada tuvo el contrapunto de un ambiente presto a intimidades. Y el clamor de una marcha triunfante se trocó en el adagio orante del Ave María de Caccini, al que se acopló reverente el movimiento de ese paso tan ansioso de gloria. El estallido se transformó en nana, la mecida en sueño y el aplauso en un orapronobis. Un ángelus nocturno. Se arrodilló el terciopelo con la silente fugacidad del ruan. ¿Noventa grados o el Universo entero acompañándola en su giro? Si aquello no lo firmó Dios es que tampoco al profeta Elías le habló desde la brisa, en lugar del trueno. Eso queda. A su lado, lo de estas horas no merecen ni tres líneas junto al crucigrama. ~

Hablemos de cosas importantes, no de circunstancias mudables. Las nubes pasan, el cielo queda. Y lo que queda, lo que permanece en el alma son esos momentos en que confluyen la espiritualidad, la emoción y la belleza, una piña bendecida eternamente por la memoria. Lo que está pasando en estas últimas horas no reúne esa condición. En mi caso queda de este curso que termina, y dejo al margen mis Hermandades aunque no todos los años cumplas unas Bodas de Oro, alcances cirio de última sección o se te revele toda la poesía de la Biblioteca Nacional en la figura de tu Cristo, queda, digo, cómo aún me reverbera el escalofrío de aquella vuelta de la Esperanza de Triana en Rioja. Ya saben las ganas de arte con que llega el palio allí tras la recta infinita recorrida. Pero qué va. La sorpresa inicialmente ingrata de la escasez de público de esta Madrugada tuvo el contrapunto de un ambiente presto a intimidades. Y el clamor de una marcha triunfante se trocó en el adagio orante del Ave María de Caccini, al que se acopló reverente el movimiento de ese paso tan ansioso de gloria. El estallido se transformó en nana, la mecida en sueño y el aplauso en un orapronobis. Un ángelus nocturno. Se arrodilló el terciopelo con la silente fugacidad del ruan. ¿Noventa grados o el Universo entero acompañándola en su giro? Si aquello no lo firmó Dios es que tampoco al profeta Elías le habló desde la brisa, en lugar del trueno. Eso queda. A su lado, lo de estas horas no merecen ni tres líneas junto al crucigrama.