Los medios y los días

Los suicidios asistidos

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16 sep 2022 / 06:03 h - Actualizado: 16 sep 2022 / 06:03 h.
"Los medios y los días"
  • Jean-Luc Godard.
    Jean-Luc Godard.

Jean-Luc Godard decidió morirse de una vez, para lo cual pidió ayuda. Es algo que en el futuro será perfectamente normal y que exige desprenderse de normas morales que llevamos incrustadas en el cerebro. También de instintos innatos de amor propio porque ayudar a morir a Godard si lo necesitas vivo para tu autoamor debe ser complicado. Es una emoción que tiene que superar la mente y la mano de quien necesita a un Godard vivo pero usa su razón para contradecir y actuar en dirección contraria a sus emociones.

Los medios me cuentan: “Falleció “en paz, en casa”, en Suiza, dijeron sus familiares este martes a través de un comunicado y anunciaron que no habrá funeral oficial y que será cremado. El asesor legal de Godard, Patrick Jeanneret, le explicó a la agencia de noticias AFP que el cineasta franco-suizo falleció por suicidio asistido. “Recurrió a la asistencia legal en Suiza para una partida voluntaria ya que estaba afectado por ‘múltiples enfermedades incapacitantes’, según el informe médico”. La muerte asistida es legal en ese país en algunas circunstancias”.

Cuando uno no puede valerse por sí mismo, en extremos ya muy considerables, parece como si hubieras dejado de ser humano. El actor Robin Williams previó que sus males neurológicos lo llevarían a eso y ni siquiera pidió ayuda porque no es legal en su país, de manera que procedió a ahorcarse. A mí me parece que ya es hora de que lo que pensamos en privado y hablamos en pequeños círculos lo llevemos a los medios de comunicación abiertamente. Es algo que me interesa hasta mucho más que las ramplonerías que a diario escucho en las bocas de los mismos de siempre: políticos y famosos de medio pelo. La pregunta es: ¿qué va a ser de mí cuando deje de ser humano? Se trata de algo que puede sucederme ahora mismo, mientras escribo estas líneas, basta un ictus con mala leche o un derrame cerebral al que sobreviva.

La familia y los amigos te ayudarán, pero, seamos sinceros, si la “agonía” en vida se prolonga mucho, todos o casi todos se van a cansar de ti, te gastarán bromas, sonreirán siempre frente a ti, te cuidarán. Sin embargo, a casi nadie le gusta apoyar a alguien que no tiene remedio, que no evoluciona, como un bebé, sino que involuciona. Poco antes de que Godard se auto-muriera, falleció Javier Marías que escribió una novela llamada Todas las almas. En ella se inspiraron Gracia Querejeta y su padre Elías, según dijeron, para elaborar el guion de su excelente película El último viaje de Robert Rylands. La película y la novela se parecen muy poco, no me extraña que Marías se cabreara y ganara el pleito que les puso a padre e hija. Lo que me interesa ahora es que esa película -y otras como la conocida Mar adentro- abordaba sin tapujos el suicidio asistido.

En la Roma clásica, un senador se suicidaba para morir con dignidad antes que cumplir un destierro horrible, por ejemplo. Y era alabado por eso. Un samurái japonés consideraba que, en caso de agonía, una muerte apropiada a su rango debía proceder de otro samurái al que admirara. Todo eso está ahí, es verdad que debemos aferrarnos a la vida como un clavo ardiendo mientras tengamos algunas fuerzas e ilusiones por vagas que sean. Pero también es verdad que, llegado un momento, uno debe ir preparándose para marcharse plácidamente, agradeciendo la ayuda recibida o pagando por recibirla. Es entrañable recordar los tiempos en los que los ancianos morían en sus casas, al lado de su familia. Afortunadamente, siguen existiendo casos así, todavía. Lo normal, sin embargo, es que acabes en una residencia de ancianos. Antes de que te lleven, vete tú, ligero de equipaje, con las cosas en orden. Me duele mucho decirlo, pero lo diré: hay un principio y un fin. Y eso hay que aceptarlo, sin tragedias, sin dramas, con melancolía que es sentimiento de los filósofos grandes. Godard tenía 91 años, este artículo no está escrito para otras edades sino para precavidos y para quienes atesoran muchos decenios. No me gusta que se muera nadie, ni Godard, aunque pidiera ayuda. Aún así, Godard es desde ahora uno de mis seres admirados.