Los medios y los días

Luego criticamos a los catalanes

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22 feb 2020 / 04:22 h - Actualizado: 21 feb 2020 / 15:48 h.
"Los medios y los días"
  • Luego criticamos a los catalanes

Me encantan las grandes ciudades, ésas donde vives en un lugar en el que los vecinos entran y salen y como mucho te dedican un simple saludo de cortesía; donde cuando caminas nadie te mira o donde si te mira una mujer te dedica una pequeña sonrisa que te alegra el día entero.

No hace mucho estaba en Barcelona y me preguntaba cuando se le iba a parecer Sevilla un poquito en materia de infraestructuras. Era domingo y los trenes de cercanías -montones de trenes de cercanías donde en cada estación hay un enlace para el metro o para otro tren de Renfe, de la Generalitat-..., esos trenes de cercanías mantenían el mismo horario que entre semana a pesar de que el tráfico de viajeros era muchísimo menor. Hace ya muchos años, en otra de mis estancias catalanas, mi tío Joan -.que en paz descanse- me dijo con una gracia que tenía que tira por tierra el tópico catalán: “Mira, Ramón, los trenes que nos ha puesto el Pujol”. Acababa de llegar a la estación de Sants y las autonomías hacía pocos años que habían arrancado. Pujol fue después el ladrón que es, pero comenzó pronto a darle a su gente lo que quería. “Yo pago con gusto los peajes de las carreteras del área metropolitana de Barcelona porque veo las mejoras que hacen a menudo”, me comentaba en cierta ocasión un primo mientras conducía por la zona del Vallés.

No sé el resto de Cataluña, pero Barcelona hace lo que dice que va a hacer y la espera no es desesperante como en Sevilla, con las excepciones de rigor. Por otra parte, la presencia de Cataluña en Sevilla a través de Caixabank es hasta humillante para mí como sevillano. Por aportar algunos ejemplos, se “comió” a esa unión politizada entre El Monte y Caja San Fernando llamada Cajasol, impulsó la Torre Pelli y hace un par de meses aproximadamente, en el descanso de un concierto en el Teatro Maestranza, cuando estaba estirando las piernas por el recinto, leo en un gran cartel que la empresa estrella en patrocinio de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla (ROSS) era también Caixabank o La Caixa, como prefieran. Esto sí que me dolió especialmente, que Sevilla tuviera siempre una Sinfónica en manos de las administraciones y que, al parecer, no hubiera grandes firmas sevillanas que se hicieran cargo de ella, o fallan las empresas o hay que darle fuerza a una ley del mecenazgo. En contraste con Sevilla, un empresario catalán de la comunicación –antiguo dueño de La Sexta y ahora de los derechos del fútbol- como Jaume Roures –polémico pero eficaz- tuvo la idea de pagar una película para que Woody Allen llevara el nombre de Barcelona por todo el mundo como ya hicieron las Olimpiadas de 1992. La película fue deficiente pero el efecto se logró.

Pueden ustedes llamarme antisevillano o procatalán y no leerme más, pero yo me miro en las grandes ciudades, ésas que, a pesar de su nacionalismo, de su independentismo y de su fuga de empresas (sedes sociales, sobre todo, no sedes laborales), siguen exportando más que nadie, recibiendo turistas y migrantes más que nadie (Madrid es la capital de España, estaría bueno que no acogiera mucho turismo), con unas universidades que miran al mundo y que, a pesar de sus pamplinas nacionalistas, atraen a estudiantes de múltiples países gracias a másteres con enfoques internacionales; miro a la llamada ciudad condal porque le sigue dando al trabajo un valor que nosotros no le damos –y así nos va- y porque dio cobijo a un millón de andaluces a los que les facilitó quehaceres aunque también los haya despreciado a menudo y siga haciéndolo. También nosotros lo hacemos con los catalanes y así ni ellos ni nosotros vamos a parte alguna. Eso sí, el progrerío barato de la alcaldesa, esa tal Ada Colau, no lo aguanto, es otra de los millones de personas infectadas por el virus de la estupidez posmoderna. Tampoco aguanto la pose prepotente de bastantes catalanes, pero la comprendo.

A fin de cuentas, yo vivo en lo mejó der mundo a pesar de un paro escandaloso (22 por ciento) y un índice de pobreza sonrojante (la población infantil en riesgo de pobreza en la provincia de Sevilla alcanza una tasa del 38,6 por ciento). Barcelona, en sus circunstancias, 8 por ciento de paro y 21,3 por ciento de la población en peligro de pobreza en 2019, a pesar de haber aumentado un 1,3 respecto a 2018. Los niños de menos de 16 años siguen siendo el colectivo que más sufre la pobreza. El 28 por ciento de ellos son pobres. Cifras escandalosas para corresponder a una zona desarrollada de un país occidental, pero, de todas formas, se considera pobre en Catalunya todo aquél que disponga de 915 euros o menos al mes mientras que en Andalucía el 54,6 por ciento de toda la población tiene ingresos inferiores a los 1.000 euros al mes.