Marie Kondo ha dicho, por fin, algo razonable: la casa no puede estar ordenada con tres hijos viviendo en ella. Lo que no sabe esta mujer empeñada en ordenar todo es que según crecen la esperanza de ver ordenado un armario se apaga definitivamente.
Y es que la gente hace dinero diciendo cosas imposibles, señalando caminos intransitables o marcando la pauta a personas desesperadas. Por ejemplo, los que dicen que a los adolescentes hay que escucharles y tener mucha paciencia con ellos y tratar de ponernos en su lugar, lo dicen porque no han tenido o tienen uno o dos en casa. Si los tuvieran estarían grabando vídeos para las redes sociales con los pelos de punta y a punto de detonar un explosivo en la cocina de casa.
Marie Kondo ha tirado la toalla que nunca tuvo en la mano. Ahora tiene tres hijos, pero antes tuvo uno y ya en ese momento dejó de tener la más mínima posibilidad de llevar a cabo todas sus recomendaciones. Pero ha facturado de lo lindo presumiendo de poder ordenar el mundo entero y meterlo en una caja forrada de papel maravilloso.
Creo yo que lo mejor es hacer lo que uno puede, intentar esquivar los batacazos antes de que nos destrocen, poner buena cara al mal tiempo y procurar ser razonablemente felices con el armario hecho unos zorros.
Un consejo: si tiene muchos objetos y no sabe cómo colocarlos, regale o tire los que ya no sirven. Seguro que el asunto se soluciona en quince minutos. Tenemos síndrome de Diógenes. Se lo digo yo.