Meando sangre. Clint Eastwood

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31 oct 2021 / 04:00 h - Actualizado: 31 oct 2021 / 04:00 h.
  • Clint Eastwood. / EFE
    Clint Eastwood. / EFE

Estados Unidos es el ejemplo decadente que refulge frente a los ordenadores cuánticos y virus chinos, pero conserva la epopeya como modo de afrontar la decrepitud. Y no hablo de la Constitución americana, un modelo frente a los textos del consenso que perpetúan la sangre sobre el mérito.

Allí, de vez en cuando, surgen grandes héroes, como los que emanan de los poemas de Whitman, (“Oh Capitán, mi capitán”), de Homenaje a Lincoln, tras su asesinato en 1.865.

Con noventa y un años, Clint Eastwood es el majestuoso ejemplo de la heterodoxia proscrita europea. Aquí un intelectual dice ser un hereje y tiemblan las vigas que soportan los sepulcros y hasta sale el arzobispo de turno cuando resuena Suspiros de España.

Mientras la mayoría de los espectadores europeos consideran inverosímil la imagen de Clint desafiante de puñetazos, lágrimas y durmiente en el suelo inhóspito del desierto, aquí no solo es que hayamos aceptado los asilos repletos de orfidal y menús saludables, sino que celebramos el día después de que el Banco te jubile con cincuenta y cinco años, en una masterclass de pilates o yoga de barrio.

Eastwood es el mayor tramoyista del llanto mudo de espanto; no se me ocurre tamaño desconsuelo que la lucha por retener el desplome de las heridas acumuladas de tanto silencio y devastación.

Aquí nadie osa desafiar al pensamiento dominante. Por no quedar, ya ni existen los cojos manteca y solo aguanta el primero de Mayo, cuando los liberados sindicales se congregan hacia la caseta colectiva de barra libre de la Feria.

Clint ha vivido, joder y cuánto; en él están el resentimiento hacia alguna (o todas) de sus ex; los hijos varios de seis matrimonios y hasta un día, demostró ser tan estúpido como para afirmar que su penúltima mujer era la única con la que aceptaba la monogamia.

Naturalmente, pocos años después se divorciaba. En eso los americanos son iguales a los iberos. Esto es, nos separamos a la greña entre ojos de espanto y togas afiladas.

Eastwood defiende las armas, mas que no le apunten a él. Es partidario del aborto, pero rueda en los Estados federales donde se repudia tal práctica.

Y mientras aquí somos yo y las circunstancias, -que nadie hizo más daño a este país que la moral orteguiana-, (una especie de manque pierda), allí uno construye su propio destino, incluso más allá de los noventa años. Marx no tiene sitio en Washington DC, mientras que aquí nuestro único liderazgo es el consumo de barbitúricos y ahora la tasa lila.

Este desplome del arte y la existencia es de una belleza tal que solo topas meando sangre. En Europa, cuando te levantas de noche, entre tinieblas de lo que pudo haber sido y no fue, rara vez sale ni una gota.