Menú

Mediterráneo, clima e inestabilidad geopolítica

Image
02 ene 2024 / 13:39 h - Actualizado: 02 ene 2024 / 13:40 h.
  • Mediterráneo, clima e inestabilidad geopolítica

No hace falta profundizar demasiado para entender que, tanto a nivel climático como a nivel más humano -social, económico y político- algunas de las nubes más oscuras de nuestro siglo comienzan a acumularse sobre el Mediterráneo.

Las dinámicas que se están desarrollando en torno al Mare Nostrum ilustran inequívocamente cómo el cambio climático afecta también a otros factores de fragilidad y puede convertirse en un «multiplicador de crisis» capaz de infectar regiones enteras.

La ola migratoria y el terrorismo están poniendo a prueba el extraordinario experimento de civilización que representa la Unión Europea. De hecho, no es de extrañar que algunos países sientan la tentación de erigir muros -hasta ayer impensables- o de restaurar las fronteras nacionales europeas con el riesgo de celebrar el funeral del acuerdo Schengen, que nos da la libre circulación de personas por el interior de Europa.

No pretendo afirmar con rotundidad que exista una causalidad entre el cambio climático y el rápido aumento de las tensiones en el norte de África y Oriente Medio, pero es verdad que allí hierve un crisol en el que se concretan ciertos fenómenos, alimentando un fanatismo que, a su vez, mira hacia alianzas en el África subsahariana. Es precisamente en esa zona donde también se agudizan cada día más fenómenos relacionados con el calentamiento global.

El Mediterráneo, durante siglos fuente de prosperidad y cruce de caminos de comercio y civilización, hoy se está convirtiendo principalmente en una ruta de escape de la pobreza y de las tensiones que caracterizan sus costas meridionales y los territorios más internos adyacentes a ellas. Y, como todos sabemos, durante estos intentos migratorios sus aguas se convierten cada vez más en un cementerio para muchas personas desesperadas.

En este contexto, es importante comprender cómo está cambiando el clima en esta zona crítica del mundo y cómo puede evolucionar en el futuro. Desde este punto de vista, si el Mediterráneo es ciertamente una zona fronteriza económica entre la Europa rica y el África pobre, también representa una frontera climática, ubicada como está entre las latitudes medias y las zonas tropicales, cálidas y subtropicales.

En este contexto, en los países ribereños de la costa sur del Mediterráneo se sentirán más las altas presiones propias de las zonas desérticas, que favorecen largos períodos de sequía y menores precipitaciones, junto con un aumento de la temperatura, con la consiguiente expansión hacia el norte de la desertificación. Las tendencias son claras.

La situación en la costa norte del Mediterráneo es menos clara porque también está fuertemente influenciada por los modos de variabilidad típicos de las latitudes medias. Sin embargo, también en este caso se espera un aumento de la temperatura media y de episodios de calor extremo, junto con una alteración del ciclo de lluvias, que debería presentar una cierta disminución de la cantidad total de precipitaciones.

Volviendo a la perspectiva geoestratégica, tanto el Pentágono, como la OTAN y otros analistas internacionales definen el cambio climático como un «acelerador de crisis», ya que su potencial desestabilizador se revela primero donde las condiciones humanas ya presagian tensiones y presentan perfiles de fragilidad.

Débiles signos de crisis o hipótesis para el futuro, lo cierto es que determinados escenarios climáticos en torno al Mediterráneo tienden al empobrecimiento de los recursos, especialmente en la orilla sur, y están vinculados a un grave problema demográfico.

No olvidemos que la desestabilización de Siria, por ejemplo, tiene sus raíces en desequilibrios étnicos y políticos internos y en cuestiones de poder regional, pero ahora existe un consenso común de que las anomalías climáticas han actuado como multiplicadores de estos factores de fragilidad. En particular, un episodio anómalo de sequía prolongada (de 2007 a 2010) provocó un fuerte colapso de la productividad agrícola, agravado por la elección desafortunada en ese momento de favorecer el cultivo del algodón, que necesita especialmente agua. El resultado fue el éxodo de alrededor de un millón y medio de personas del campo a las zonas urbanas que, en condiciones de fuerte tensión socioeconómica, iniciaron la revuelta.

Dicho esto, merecería seguir reflexionando para estudiar las consecuencias del cambio climático en el Mediterráneo que también podrían derivarse en más terrorismo y conflictos armados a nuestras puertas.