Conozco a una docena de artistas flamencos a los que ya habría que haberles hecho un buen documental sobre sus vidas, pero ninguno es Miguel Poveda, el cantaor catalán, que cayó de pie en el cante flamenco cuando lo lanzaron por los aires en el Festival Nacional del Cante las Minas, donde le dieron todos los premios con 20 años, cuando aún no sabía cantar. A partir de ahí todo le vino rodado, aunque él haya dicho alguna vez que el pelotazo minero se le volvió en contra. Es cierto que le pesó bastante al poco tiempo de conseguir aquellos premios que lo hicieron figura antes que cantaor, de ahí que recalara en Sevilla, donde enseguida fue adoptado y desde entonces es la figura. No el mejor cantaor, que es distinto, pero sí es la figura actual del cante. No ha creado nada, como hicieron Marchena, Manolo Caracol, Mairena o Enrique Morente, pero su habilidad camaleónica y un talento artístico indiscutible le convirtieron en una estrella. Más coplero que cantaor jondo, ahora es artista de cine. No sé por qué, pero solo Miguel Poveda sabe convertir los sueños en realidad. Felicidades.