Naranjas de Sevilla y empresarios

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17 oct 2022 / 08:49 h - Actualizado: 17 oct 2022 / 09:48 h.
  • Naranjas de Sevilla y empresarios

En Sevilla faltan empresarios. Hay personas que hacen muchos negocios, pero eso es distinto, yo hablo de empresarios.

La prensa local publicaba un artículo hace unos días, refiriendo la inquietud de la prensa británica (The Guardian en concreto) por la salud de los naranjos del patio del Alcázar de Sevilla. Según parece, la reina Victoria Eugenia, esposa de Alfonso XIII, enviaba cada año como regalo a Buckingham para la familia real británica, naranjas del Patio del Alcázar. La reina era pariente de ellos, se apellidaba Battemberg, que se modificó a Mountbatten, pero que traducido significaba lo mismo, y desde entonces, Inglaterra se enamoró de la mermelada de nuestras naranjas. No hay nada mas inglés que un desayuno con mermelada, de naranja amarga. De Sevilla, of course.

El azahar -decía el periódico inglés- es para Sevilla, lo que los cerezos en flor para Kioto, (¡ya quisiera Kioto!), y los naranjos, están atacados por una plaga: la enfermedad del dragón amarillo. Precioso nombre, para un bicho tan cruel, que puede acabar con un árbol en cinco años. El remedio que el ayuntamiento ha ideado, es soltar otro insecto no dañino para el naranjo, que devora las larvas del bicho malo. Pues, francamente les digo: no tenía ni idea, que había una plaga tan malísima que nos pudiera dejar sin azahar. Y menos aún, que la prensa británica lo siguiese tan de cerca.

La tradición del envío se mantiene hoy día y el alcalde, aún envía el obsequio a Buckingham, por medio del cónsul británico en Sevilla.

Sería bueno comercializar una mermelada con este sello sevillano. Una seña de identidad de la ciudad de lo más elegante. Imaginen que las naranjas procediesen del patio de Versalles o del del Taj Majal. ¿Sería una imagen potente verdad? Pues esos, son chalets adosados comparados con el Alcázar de Sevilla. No por tamaño, sino porque cuando fueron construidos, hacia 500 años que ya dormían reyes en el nuestro.

Podrían añadirse a las del del Alcázar, algunos frutos de la única recolección de naranjas que pude cosecharse en el Patio de la catedral gótica más grande del mundo, para ofrecer así dos variedades en el pack.

Estamos en Sevilla muy escasos de buenas marcas, que nos alejen del cliché negativo del “arsa” y el “miarma”. Una cosa es el tipismo sevillano encantador de “Casa Moreno”, y otra lo cutre. Es patético que un visitante deba soportar por nuestras calles, al clásico “cantaor espontáneo”, tan desdentado como sucio y desafinado, que maltrata turistas en los veladores, pasando después la espalda de una guitarra roñosa como cepillo.

Por eso digo que faltan empresarios en Sevilla. Porque nuestra ciudad posee marcas y símbolos como este, para llenar una cuba de Llopis de las grandes. Pero no hay quien se ponga a promocionarlo en condiciones, invirtiendo dinero en ello, que en eso consiste ser empresario.


Manuel Alonso Escacena es abogado.