La Tostá

Ni por ahí te pudras

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
05 nov 2020 / 08:09 h - Actualizado: 05 nov 2020 / 08:16 h.
"Flamenco","La Tostá"
  • Niño de Escacena.
    Niño de Escacena.

Estos días estoy reuniendo y clasificando todo mi archivo flamenco por lo que pueda pasar, que con esto de la pandemia y la crisis que vendrá detrás –que ya está aquí–, tampoco hace falta ser Sócrates para adivinarlo. A nadie le va a importar si los que hemos dedicado toda una vida a trabajar por la Cultura flamenca vamos a tener o no para comer dentro de uno, dos o tres años. Todavía nadie del Gobierno, ni siquiera del Instituto Andaluz del Flamenco, se ha interesado por cómo estamos llevado la pandemia quienes vivimos, como es mi caso, solo de dar conferencias, presentar festivales o escribir de flamenco. Hay que meterse en política para eso y hay quienes no lo haríamos jamás para recibir prebendas de las instituciones públicas. Me gustaría saber cómo se hace lo de estar bien lo mismo con unos que con otros sin ser un chancla e hipotecar tu criterio. Supongo que es una habilidad como otra cualquiera y reconozco mi torpeza en esas lides. Por tanto, si un día aparece un japonés forrado que quiere comprarte el archivo para llevárselo a su país, donde valoran el flamenco más que aquí, ¿por qué lo vas a donar a alguna institución pública si has dedicado toda tu vida a reunir el archivo privándote de muchas cosas? En una tierra, Andalucía, en la que los gobernantes no renuncian a sus privilegios y algunos se han gastado el dinero público en vicios. Hace algunos años estuve en la Diputación Provincial de Sevilla para ofrecer material con el que hacer un museo de flamenco y me tomaron el pelo porque dije que podría ir en la sede de la Plaza del Triunfo, en vista de que se mudaban y no sabían muy bien qué iban a poner en el edificio. El que me atendió consideraría que era demasiado lujo para un arte de muertos de hambre, como fueron la mayoría de intérpretes del XIX. Para ellos, claro. Era un enchufado de la política que hoy tendrá seguramente una buena pensión. A esa misma persona le presenté un día el proyecto de hacer un cedé con discos de pizarra del Niño de Escacena, una de las figuras del cante sevillano (Sevilla, 1885-Madrid, 1928), y me dijo que iban a ser ya “demasiados niños flamencos: el Niño de Mairena, el Niño de Marchena...”. ¿Y a una institución con pendejos como aquel le vamos a dejar tan valioso tesoro cultural para que se pudra en un cuartucho, como ocurrió con parte de los discos de pizarra de Pepe Carrasco y otras cosas? Mejor lo negocias con el japonés o el chino que además de ayudarte a tener una vejez menos precaria, sabes que va a cuidar ese material mejor que aquí. ¿Qué pasó con parte de lo que el Ayuntamiento de Sevilla compró de Antonio el Bailarín? Iban a destruir su ropa por una bacteria que infectó a una sastra de Sevilla. Dónde guardarían las valiosas prendas, ¿en un retrete? ¿Cuándo van a crear un museo del artista más grande que ha dado Sevilla? Anoche, ordenado documentos, libros, discos, fotografías, cancioneros, partituras..., eché unas lágrimas por tener que irme al otro mundo sin saber muy bien qué va a ser de ese material. Donarlo, seguramente, para que encima no quedes por pesetero y luego no te lleven ni unas malditas flores al cementerio.