Los medios y los días

Ninguna bandera nos une

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13 oct 2020 / 07:18 h - Actualizado: 13 oct 2020 / 07:20 h.
"Los medios y los días"
  • Ninguna bandera nos une

¿Hay alguna bandera que una a los españoles? Antes y ahora, las banderas subversivas eran la tricolor y la roja, ahora parece como si la subversiva fuera también la constitucional. ¿Nos unirá algún día una bandera? ¿La pondremos en las puertas de nuestras casas como los yanquis?

Aquí no ha acabado la guerra civil, Franco no mató a todos los comunistas, separatistas, liberales, anarquistas, masones, socialistas y hasta falangistas díscolos. Sólo colocó encima de todos ellos una losa más pesada que la que tenía él encima en el Valle de los Caídos. Eso es lo que sucede con los regímenes como el suyo: que por más que matan lo que hacen en realidad es provocar que millones de personas o huyan o se callen, pero sus corazones y sus mentes siguen latiendo. La democracia es mucho más lista: le permite a la gente chillar y luego se pasa sus gritos por el forro de sus caprichos.

No ha acabado la guerra civil, como diría Freud, se ha reprimido. A ver, les recuerdo lo que decía el admirado, odiado y envidiado Freud. Tenemos algo que se llama pulsión, nosotros la pulsión de seguir matándonos una vez que la maniobra de la Transición -cambiar todo para que nada cambie- ha sido puesta en tela de juicio por los hijos y nietos de quienes la vivieron, gozaron y sufrieron que casi todos ellos son los perdedores de la primera parte de la guerra civil. Como también están los hijos y los nietos de quienes la ganaron, hemos llegado a la segunda parte de la guerra.

Unos quieren ajustar cuentas y los otros preservar el franquismo -reformado- que en realidad nunca murió del todo. Como todo eso es una mezcla del ello (el instinto) y del superego (la cultura), el ego debe intervenir para que la segunda parte no estalle en balas, bombas y sangre y se quede sólo en palabras palabrotas, agresiones diversas y algaradas porque el ego no es capaz de hacer más, sus portadores son débiles, prefieren los instintos y las emociones -que proceden de la parte más primitiva del cerebro-, en lugar de la razón.

El ego, hasta ahora, ha logrado reprimir al ello y el superego -que son la cultura del miedo, el dinero del Estado y la UE, por ejemplo-, se ha aliado con el ego pero todo se ha reprimido, la guerra está a la vista: los medios de comunicación incitan al odio y a la violencia que el odio provoca, se colocan de parte de un bando o de otro, y ninguno de los dos bandos respeta ni las banderas del otro ni los principios del otro, y todo esto se esparce desde las familias hasta Las Cortes. Es una guerra civil larvada. Por ahora, las armas de verdad están calladas, en los cuarteles, y menos mal, porque ya hay bastante conflagración en la calle.

¿Cuál es la solución? ¿Aquello de “si eres hombre te espero en la puerta”? No diré tonterías, si no soportamos una simple pandemia, ¿hay cojones y ovarios para soportar una guerra real? ¿Quién se iba a apuntar? ¿Los de Podemos, PSOE y los anarquistas? ¿Los de las 53.000 banderas rojigualdas? ¿Otra vez? ¿Con qué fin? ¿Para que sea peor el remedio que la enfermedad?

Todas las banderas contienen una simbología excelsa que les da un significado a nuestras vidas, de generación en generación. El problema es que a nosotros no nos une ninguna, unos creen que las banderas de los otros son simples trapos para quemar o pisar. Y así pasan los días mientras el autobús nos está esperando, pero no lo va a hacer hasta que nosotros queramos sino hasta que le llegue su hora de salida.

La única bandera que nos uniría sería la del diálogo -tú cedes en esto y yo en lo otro porque a fin de cuentas sólo una ínfima minoría de peninsulares está metida en política-, a esa salida positiva la llama Freud sublimación que es emplear de forma constructiva una represión que puede producir neurosis. Sin embargo, no veo la cosa clara, ahora mismo España va camino de ser una nación fallida, tal vez porque acaso nunca fue construida de verdad y la bilis reprimida nos mata por dentro.