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Desvariando

Pesadilla en First Dates

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
25 nov 2023 / 08:30 h - Actualizado: 25 nov 2023 / 08:30 h.
"Desvariando"
  • First Dates / Farme Youtube
    First Dates / Farme Youtube

Alguna vez tenía que hacerlo, ir al programa de Carlos Sobera, que sigo desde hace años porque soy coleccionista de historias. También de historias de amor. Llamé al programa y, sorprendentemente, me dieron pronto una cita. Lo digo porque siempre pensé que no me llamarían nunca, que esa perita en dulce no estaba para mí. Me equivoqué. Me llamaron y estuve tres días con sus tres noches sin poder dormir pensando en el tipo de mujer que me tocaría. Dije que la quería sencilla, sensible, culta y, sobre todo, que no fuera delgada, porque siempre me han atraído las mujeres metiditas en carne, con los huesos bien cubiertos. Pedí que fuera andaluza, a ser posible gaditana o sevillana, por aquello de no tener que ir a pelar la pava a mil kilómetros. Tuve una aventura hace unos años con una mujer de Cuenca y estuve yendo a verla cuatro veces al mes, porque, sinceramente, era una preciosidad. Algo colgada, eso sí, porque era muy conquense, pero adorable y tremendamente cariñosa. Pero más o menos a los tres meses de relación una semana no pude ir a verla porque tenía lumbalgia y me dijo que ya no era el mismo, que había cambiado, que acabaría por ir a verla cada vez menos, y me dejó tirado como una colilla. Solo porque una semana no fui a verla a Cuenca, desde Sevilla, que no era como ir a pelar la pava desde Mairena del Alcor a la Puebla de Cazalla.

Por eso pedí que fuera andaluza y, en efecto, cuando me la presentaron no me lo tuvo ni que decir: era una gaditana de una belleza que mareaba, aunque delgada como un congrio. ¡Mecachis, la pedí rellenita! ¡Carlos, por Dios! Ella también puso cara de asombro, porque, al parecer, había pedido un hombre del corte de Curro Jiménez, con aire serrano y patillas a lo Chorrojumo. Un hombre de verdad. Pero nos sentamos a cenar para conocernos y fui descubriendo que Adelina, que así se llamaba, era de una gracia infinita, una copia de Paz Padilla. ¡Por Dios, Sobera! Movía tanto las manos y con tanta violencia, como zamarreándolas, que me cruzó la cara tres o cuatro veces y una de ellas me estrelló un flan de huevo en la nariz. Todo iba de dulce. Nos invitaron a entrar en un reservado íntimo y nos dieron un papelito para que cada uno eligiera qué hacerle al otro. Yo elegí ir al servicio a lavarme la nariz y ella, como me temía, que nos diéramos un beso de película. ¡Por Dios, Carlos, habrás tenido días más certeros! Adelina me agarró la cabeza como Rubiales a Jennifer, me obligó a abrir la boca y me metió la lengua hasta el duodeno. No podía respirar, era como si se me hubiera metido una anguila en la garganta, que se movía como el rabo de una lagartija enjaulada. Comencé a marearme, con las piernas ya flojas, empapado en sudor, y, desesperado, acordándome de todos los antepasados del señor Sobera, decidí cortarle la lengua de un bocado a Adelina, que me despertó con sus gritos y echando un caño de sangre por la boca. Todo había sido una horrible pesadilla. ¡Qué alivio, Carlos!