Por un puñado de espetec

Image
31 jul 2015 / 20:57 h - Actualizado: 31 jul 2015 / 20:57 h.

Yo no sé en qué mundo vive la señora del anuncio de espetec, pero el que una mujer se escandalice porque su familia (a la sazón, un niño, dos niñas, el matrimonio, los abuelos y el cámara) se haya zampado un palitroque de esos en menos de 24 horas se me antoja tan inverosímil como que de repente aparezca allí Julie Andrews y se ponga a cantar con ellos la canción del abecedario. Es decir, que la ímproba ama de casa forma allí mismo a la hora de comer un juicio sumarísimo que ríanse ustedes del de Hércules Poirot en Asesinato en el Orient Express. Esa mujer entra en mi casa y le da un ataque al corazón. Y eso que solo somos cuatro. En mi casa, que es una pura dentellada, un espetec y los tres dedos que lo sujetan dura el tiempo de sacarlo de la bolsa. Se oyen hasta ladridos, y no tengo perro. Durante unos días mantuve la sospecha de que el Gobierno, visto el paso al que va la economía (que viene a ser más o menos como el del barquito que va a Sanlúcar), está intentando lavarnos el coco a través de la publicidad para que comamos menos, una rodajita de espetec a la semana, sin quitarle el papel ni nada, que es el paso inmediatamente anterior a la proclamación del fin del hambre en España. Pero no, no es eso. Es que, en España, la gente ahorra por ahí: por el estómago. Formar un juicio a toda la familia llena de hijos y abuelos porque se han fundido un espetec en un rato es la única forma de tener un casoplón como el que sale en el anuncio. Debe de ser lo único en lo que la publicidad es sincera.