La Tostá

¿Qué hay de lo mío, Alosno?

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
16 nov 2020 / 07:44 h - Actualizado: 16 nov 2020 / 07:46 h.
"La Tostá"
  • ¿Qué hay de lo mío, Alosno?

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Cada año, cuando se conmemora el aniversario de la declaración del flamenco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, me acuerdo sobre todo de Alosno, de su Ayuntamiento, porque hace siete u ocho años me llevaron a dar una conferencia sobre el fandango, la di y todavía estoy esperando a que me la paguen. Es que el interventor estaba de vacaciones ese día, aunque supongo que habrá regresado ya. Con lo que me gusta este pueblo onubense y la de veces que he ido a empaparme de sus fandangos. Me hice hasta amigo de la Juana María de Felipe Julián, que cantaba de maravilla un fandango que, aunque se le atribuye a ella, era en realidad de Juan Pérez, dicho por la misma artista. En su casa había un corral de esos que nada más hay en los pueblos, y cada vez menos. Tuve la fortuna de sentarme una tarde con ella en ese corral, con su marido, Borrero, y el doctor Cuaresma, de Villanueva de las Cruces, y entre el olor a jazmines y a café del bueno, la voz de Juana María me pareció mejor que la de la Niña de los Peines. Aquel día entré en la casa de Manolillo el Acalmao, el hermano de Juan María Blanco, y en la del abogado Marcos Jiménez, otro gran fandanguero. Sin probar el aguardiente, salí beodo de Alosno y eso que no pude ver a Paco Toronjo porque ya no vivía allí. Al genio del fandango alosnero lo solía ver en la Peña Flamenca de Huelva, cuando era ya un señor de vuelta de todo. Me encantaba también ir al Casino de Alosno y saludar a Juan Díaz, el Montoya de la guitarra alosnera. Y andar por las empedradas calles de este pueblo, a media mañana, para ver las esquinas de acero de la calle Real y sentir cómo desde cualquier balcón salía la voz de alguien desconocido bordando en oro viejo un fandango de Bartolo (Mi Bartolillo Román), que paraba los relojes. Ir a Alosno era como meterse en el túnel del tiempo y visitar a los antepasados. Si Manuel Torres, según Lorca, tenía cultura en la sangre, Alosno la tiene en sus costumbres populares y en sus fandangos. No he vuelto a ir desde el atraco, porque no se fueran a pensar que iba para que me vieran los del Ayuntamiento y recordaran la deuda. No hay prisa, señores, que la vida es larga. Pero anoche me acordé de Alosno sin saber muy bien por qué, de los alosneros, de la Juana María y el naranjo en flor de su corral, de su café negro y las manos de Juan Díaz acariciando su guitarra mientras las palomitas de aguardiente corrían por las gargantas como el agua por las acequias. Lo de la deuda, si acaso, lo volveré a recordar el próximo 16 de noviembre, Día Internacional del Flamenco, y de los flamencos tiesos.

Calle Real del Alosno

con sus esquinas de acero...