Ser o tener

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14 may 2016 / 20:52 h - Actualizado: 14 may 2016 / 20:55 h.
"Truco o trato"

Hay ideas, y sobre todo ideólogos, que persisten a pesar de que no se pronuncie su nombre. Como hay marxismo sin Marx hasta en los análisis de los colegas de Walt Street y hay mucho de Epicuro en esa salutación de la buena vida que nos ha dado ahora por reivindicar, y bendito sea.

Hablo de Erich Fromm, hermano mayor como si dijéramos de mi generación y sin ninguna duda un referente filosofal que sobrevive al completo o en porciones (qué vigencia de sus frases a la manera de las jaculatorias de Tagore). Y me ha venido a la cabeza una y otra vez las últimas semanas, meses incluso, muy especialmente en torno a dos acontecimientos: la presentación de un libro y la inminente convocatoria de la marcha del Orgullo Gay a finales de junio.

La segunda, la fiesta de la libertad sexual en forma de cabalgata peleona, además tiene su yin (magnifica disputa entre mis compañeras de curro sobre si el yan, masculino era lo chungo o viceversa, sin que nos haya quedado nada claro aparte de que la misoginia habita hasta en las más exóticas culturas) en las astracanadas de popes varios sobre prohibiciones a transexuales y otras violencias homofóbicas, que siguen haciendo necesario salir a la calle con orgullo, sí, y autoestima. Pues esa libertad sexual, que todas las plataformas LGBTB y las gentes sensatas hacen suya, ya venía reivindicándola el sicoanalista alemán cuando escribió El arte de Amar, que se puede completar con su Miedo a la Libertad. Miedo, el que le tienen algunos a la diferencia como si todo comportamiento que no fuera el suyo propio fuera una amenaza. Qué dura la tarea de quien se empeña en homologar a los demás consigo mismo, con lo pesado que resulta incluso ser una la misma todo el rato y encima con coherencia.

Así que, por ese lado, Fromm y sus ideas fuerza permanecen pero no únicamente en ese terreno de las libertades individuales y los afectos libres. Díganme si no es puro Fromm lo que nos ha contado Almudena Grandes en su última novela, Besos en el pan, que es un retrato actual de un barrio de Madrid pero que también es una fotografía de todos nosotros con alguna excepción, nada recomendable. En la pasada Feria del Libro de Sevilla, a la que tanto gusta venir esta andaluza de adopción y querencia gaditana, habló mucho de su novela y confesó que la ha escrito como una pura reivindicación de la pobreza y de la austeridad que, según ella, es un valor de izquierdas arrebatado ahora por quienes confunden interesadamente excesos con derechos.

¿Y no es ese axioma la síntesis de Fromm cuando en Ser o Tener el filósofo nos recuerda que podemos vivir la vida o que se nos vaya la vida? Nos hemos creído dueños de cosas que en realidad nos poseían, eran las dueñas de nuestro tiempo y nuestra felicidad, más allá de la educación o la salud que ese no es que sea otro cantar, que es el cantar del Ser. No se trata de volvernos eremitas ni mucho menos de un canto a la miseria: se trata, dice Fromm, de saber qué nos hace libres (la salud, el conocimiento, la seguridad) y qué nos convierte en esclavos y enfermos de ansiedad y de tristeza.

Los jóvenes de mayo del 68 en los países ricos se rebelaron contra la condena del consumo, mientras al otro lado del telón de acero otros jóvenes se desangraban física y espiritualmente por lo contrario, por un mínimo espacio de diferencia, de yo, por el derecho al error y al acierto sin tutela. Esa crisis trajo culturas orientales, a Hermann Hesse reeditado, a los falsos paraísos de Losang Rampa y Castaneda. Mucha de aquella otra espiritualidad duró tan poco como los pantalones de pata de elefante pero, ya ven, Fromm permanece.

Ser o tener, esa es la cuestión (y viva Shakespeare).