Menú
Desde la espadaña

Sevilla infectada de grafiti vulgar

Ojalá encontrara la rara sensación cósmica que provoca a estos ridículos cobardes atormentar las paredes de Sevilla con su grosera afición

Image
18 nov 2019 / 08:58 h - Actualizado: 18 nov 2019 / 08:59 h.
"Vandalismo","Desde la espadaña"
  • Sevilla infectada de grafiti vulgar

Sevilla siempre ha tenido un miedo confuso e indefinible a las nuevas tendencias y cuando finalmente las acoge nos empeñamos en hacer un curso práctico de espeleología que termina por perdernos y la llegada de los servicios de emergencias para rescatarnos.

Está claro que Sevilla crece y varía por años, pero hay algo que se nos ha ido de las manos. Me refiero a esas pintadas callejeras que recorren nuestras calles y que en muchos casos nos aturde y sobrecoge. Pinturas grafiteras que van en perjuicio de muchos vecinos de la ciudad.

Grafitis y pintadas obscenas y chabacanas en los jardines de la Buhaíra, en el caso antiguo o últimamente en la misma fachada de la Basílica de la Macarena o en la Soledad de San Lorenzo no son más que el taladro en la historia de Sevilla. Permítanme decirles que todas estas pintadas van convirtiendo poco a poco al hombre en el mono y no quisiera que en esta rica y hermosa ciudad este mal horrendo del grafiti vulgar se acostumbre por una simple ecuación del hábito humano. Hoy en día, en muchas calles de Sevilla, la pintura impúdica callejera ha roto la limpieza del paisaje y de la piedra pura de la sevillanía. Porque las calles y los monumentos de Sevilla deben estar alejados de estos males y ser verdadera música de piano cuando paseamos por ellas.

Convertir el palacio de la Buhaíra en un folio garabateado, ensañarse con las farolas de la Avenida de la Constitución, atribuirse el sentimiento propio de la Virgen de la Macarena o incitar a un pensamiento de asalto al igual que en 1936 en la Iglesia de la Soledad de San Lorenzo, implica que suspiremos de forma desolada por esta situación. Es comprobar la oxidación de las buenas intenciones del ser humano y que nos obliga ¡gran tristeza! a encontrar otros tantos sitios y calles coquetas donde Sevilla se haga más mujer y no la disfracen de dibujos, símbolos, formas y palabras inclasificables que entristecen todos estos pasajes de la ciudad ¡¿Por qué amargar los zaguanes de nuestra casa, Sevilla?!

Cuando se observan estas pintadas me gustaría, simplemente, preguntar a sus autores ¿qué lección y que gracia quieres dejar en este lugar? Puede que ya mismo o dentro de unos años, los paseantes de las calles de Sevilla repitan las palabras de Pedro Salinas cuando decía aquello de “...mucho me habían hablado de la belleza de Sevilla...”

Parece mentira como los muros blancos y purísimos (condición para subir al cielo según la sabiduría de esta ciudad) no son más, muchos de ellos, que objetivo de pintadas y palabras inconexas y con faltas de ortografía que harán que el día de mañana los arqueólogos sean incapaces de descifrar el castellano en estos muros sobrecogedores ya pintados porque ¿acaso no nos produce una misteriosa sensación de entrañable andalucismo una pared bien blanca y encalada? Si supieran estos fantoches pintores de tres al cuarto la historia que puede contener cualquier pared de Sevilla o el esfuerzo económico de las familias por mantener decente algo que es suyo, serían bastante más respetuosos porque no es de ricos saber y practicar la palabra respeto. Es de toda clase social y respetar tanto lo material como lo inmaterial; este es el ángulo que todavía no entienden estos personajillos qué sin amar a Sevilla, su ciudad, demuestran que no se aman a sí mismos. Bien haría este Ayuntamiento en perseguir de forma clara y sin tapujos estos atentados a la historia de la ciudad. Ojalá, Sevilla se convirtiera en una tertulia de barrios; una tertulia docente y no en una pinacoteca tan zafia como los autores que la llevan a cabo.

Y es inquietante como el amanecer de Sevilla se ve salpicado por una fechoría en la misma Soledad de San Lorenzo. Otros todavía creemos en la autenticidad y en la fuerza. Por eso, espero que los ojos de estos mamarrachos de la pintura enfoquen sus lentes y celebren las maravillosas virtudes de esta ciudad; su inmerecida ciudad.