La Tostá

Sevilla y la guitarra

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
08 oct 2020 / 10:01 h - Actualizado: 08 oct 2020 / 10:04 h.
"La Tostá"
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Sevilla es eminentemente cantaora y bailaora, pero a veces olvidamos la importancia que ha tenido la guitarra en esta ciudad de excelentes guitarristas y guitarreros. Llamamos guitarreros a los constructores de guitarras. ¿Cuántos sevillanos saben que aquí vivió y trabajó el gran Antonio Torres, de Almería, posiblemente el mejor guitarrero de todos los tiempos? ¿Y cuántos saben que también vivió en Sevilla y ejerció su arte Francisco Sánchez Cantero, el célebre Paco el Barbero, sanluqueño universal que tuvo academia en San Esteban y un tabanco en la céntrica calle Plata, donde décadas antes tuvieron una academia Manuel de la Barrera y Amparo Álvarez La Campanera, dos boleros de tronío?

Habría que hacer algo con la guitarra y Sevilla, y a lo mejor lo puede hacer otro año el Festival Internacional de la Guitarra, que se va a celebrar estos días en nuestra ciudad. Recordar a los pioneros de la guitarra flamenca. Por ejemplo, al mítico Antonio Pérez Galindo, el Maestro Pérez, de San Juan de la Palma (1839-1895), guitarrista de Silverio. Su hijo Antonio fue también un destacado guitarrista, y su nieto, el célebre Niño Pérez, el que aparece en los discos con Manuel Vallejo. Que por cierto no era hijo de Antonio, sino de Manuel, el bailaor Manolito Pérez. El Maestro Pérez fue, además, padre de la bailaora Lola Pérez, la mujer del cantaor Juan Trujillo Gómez El Perote, de la hermosa localidad malagueña de Álora.

Es una pena que los sevillanos apenas conozcan nada de aquellos grandes artistas, los pioneros de un arte que tanto nos ha dado, nos da en la actualidad y nos seguirá dando en el futuro. De Montero, otro guitarrista importante, concuñado de Silverio Franconetti y acompañante, entre otros cantaores, del gran Don Antonio Chacón en su etapa sevillana. Manuel Montero Pérez era padre de otro destacado guitarrista, Manuel Montero Sánchez Monterito. O del Maestro Robles, que como ya les dijimos hace años, era del pueblo sevillano El Garrobo, padre de la Niña Robles y suegro del torero Blanquito. O de Baldomero Ojeda, cuyas actuaciones en el Novedades hicieron historia.

Todo esto antes de que surgiera un genio, Manuel Serrapí Sánchez, el Niño de Ricardo, que al menos tiene un monumento por San Pedro. Él aprendió de El Ecijano y el cordobés Antonio Moreno, sin olvidarnos de Currito el de la Jeroma, que aunque nació en Jerez, se hizo sevillano y vivió siempre en la Alameda, donde murió muy joven achicharrado por la tuberculosis. O de Pepe Martínez, el gran olvidado, un montoyista que era más valorado en Inglaterra que en su tierra. O de Luis Maravilla, el hijo del Niño de las Marianas, Diego del Gastor, Eduardo el de la Malena o Manolo Brenes, que aún vive. Qué bonito sería que le dieran un gran homenaje en la Bienal o en este festival de la guitarra.

Y no hablemos de Manolo Carmona, Pedrito Sevilla, Manuel Domínguez El Rubio, Enrique de Melchor, Pedro Peña, Pedro Bacán, Paco, Juan y Diego del Gastor, José Luis Postigo, Rafael Mendiola, Manuel Molina, Ricardo Miño, Raimundo, Joaquín, Diego y Ramón Amador, Carlos Heredia, Caracafé, Manolo Franco, Rafael Riqueni, Quique Paredes, Paco Arriaga, Fity Carrillo, Miguel Pérez, Niño de Pura, Antonio Carrión, Paco Jarana, Juan y Mariano Campallo, Salvador Gutiérrez, Joselito Acedo y muchos más que harían la lista interminable. El Teatro de la Maestranza debería haber tenido forma de guitarra y no de olla exprés.