Si yo estuviera de acuerdo con los indultos

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15 jun 2021 / 06:00 h - Actualizado: 14 jun 2021 / 15:18 h.
"Opinión"
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Si yo estuviera de acuerdo con los indultos, automáticamente perdería a todos los lectores que están en contra de los indultos; es más, visceral e íntimamente me odiarían o pensarían que se me ha ido la cabeza. Esto es malo. Muy malo. Más malo que indultar a quien no se lo merece.

Las actitudes radicales que estamos viendo estos días de talibanes que creen haber encontrado una verdad a la que asirse y por fin salir a la calle sabiéndose en posesión de una bandera confirmada más allá de toda duda me dan risa. No es una verdad tan clara. Las sentencias sirvieron para que ellos supieran que lo que habían hecho estaba mal, muy mal. Y ya se hicieron caquita cuando los esposaron y se los llevaron y efectivamente entraron en la cárcel. Y lloraron y pensaron que sus hijos iban a tardar en verlos y que iban a saber que estaban en la cárcel, como «los malos». Ya saciamos nuestra sed de venganza. Ya nos llevamos todos la satisfacción de que las injusticias se detectaban, se sentenciaban y se castigaban. Ahora, queriendo alargarlas sólo creamos mitos y mantenemos el odio candente. Miren: no van a cambiar de opinión, la cárcel no va a servir para que dejen de soñar sus fantasías románticas y revolucionarias. No les importa ni la gente ni la gestión de la sociedad ni el sufrimiento que sus idas de olla producen a terceros (sus hijos, sus amigos, los ciudadanos), sólo les importa una idea, una puta idea romántica y trasnochada que no cambiaría nada pero que quizás (oigan: aquí está el meollo de la cuestión) los dejen inscritos en la Historia de Cataluña, España y Europa: vivieron y dejaron huella. (Por eso guardaban «la pluma con la que se firmó...», «el libro donde se inscribió...»). Pobres hombres ellos y todos porque queremos dejar huella. Como los etarras quisieron ser héroes de una anticausa, porque no hay revolucionario que no quiera una Humanidad unida e indivisible de todos los seres humanos de la Tierra porque todos tienen derecho a ser considerados iguales. No eran ni son revolucionarios, son fascistas que quieren lo mejor para su «casta» (se nos han acabado los sinónimos libres de carga), su casta de catalanes que se merecen más que los vagos del sur, etc. Todo nacionalismo es fascismo (se nos han acabado los sinónimos libres de carga), es fascismo de «nosotros somos especiales, distintos, mejores, nos merecemos más». Pero no van a cambiar su pensamiento, su bandera, porque son unos pobres esclavos de la necesidad de asirse a un relato, a una bandera. Eso les da vida. Y dejándolos en la cárcel el sentido del relato se mantiene. (A eso le llaman «cuestión política» los del gobierno). Dejemos que vuelvan a sus casas y que jueguen con sus hijos en el parque y que vean una peli y que se tomen una cervecita con los amigos y que detecten que la vida sin Grandes Relatos también está muy bien. A lo mejor eso sirve para calmar en algo, aunque sea mínimamente, las tensiones de este país.

Y es que cuanto más les jodamos más parecerá que efectivamente son «los otros». No son «los otros», yo soy tan catalán como gallego, como canario, como andaluz, soy español y ciudadano del mundo: amo la música de Bach y la de Piazzolla; leo con admiración a Shakespeare y a Homero; y soy seguidor del Barça y del Málaga porque todos son míos y yo soy de todos.

Si yo estuviera de acuerdo con los indultos sería linchado (y seguro que lo seré verbalmente estos días) y eso es lo que no puede ser. Se puede argumentar y contraargumentar pero, oiga, si su argumento sale de su bilis, de su ira, de su odio, de su enfado, ese argumento no vale, se fundamenta en la misma imbecilidad que los separatismos: emociones sublimadas. ¿Se posicionó usted en el minuto uno en contra de los indultos? Pues eso es que decidió por usted su emocionalidad, no vale. Piense lo que quiera pero después de pensar; y luego argumente y escuche argumentos, no se meta en una trinchera. Este es un tema político, le guste o no, no un tema criminal. Y entiendo que se arregle con política.

Pero que conste que me encantó ver a los chulitos de los golpistas catalanes entrando en la cárcel y oír cómo lloraban en sus celdas, y al flequillos ese escondido como una rata y demostrando que es un cobarde ante sus compañeros. Tuve un placer, un gozo íntimo que se podría llamar «Venganza». Menos mal que los gobiernos no actúan como un pirado vengativo como yo.