Sobre Javier Tebas y otros mamporreros

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11 dic 2022 / 04:00 h - Actualizado: 11 dic 2022 / 04:00 h.
  • Javier Tebas. / EFE
    Javier Tebas. / EFE

De las escuelas, han desaparecido Shakespeare o Tolstoi para cambiarlos por steam o drones.

La madurez o la vejez consisten en descartar de la vista todo aquello que te sobra por el empeño de unas salinas en la desembocadura del Guadalquivir, donde hace unos días me encontró una rosa de los vientos.

Fue Shakespeare quien dijo que es mejor encender una vela que maldecir la oscuridad y el campo de sueños donde un centenar de chavales luchan en pos de sus sueños, blanqueando una montaña sobre la que jamás se posan las gaviotas.

En España, mientras tanto, se sigue practicando aquello de la Inquisición. Eso de “colgar el sambenito”. Ultimamente lo extendería a los jueces, si no fuera porque los padres de dos amigos a los que admiro, Emilia y Santi, la ejercen o ejercieron con imparcialidad y yo no me considero capaz de ese equilibrio.

Aquí la Inquisición duró casi cuatro siglos, pero me temo que aún perdura. Tantas momias del pasado, cuando los únicos huesos sobre los que crecen las rosas son los de Marilyn Monroe.

Acabado el espectáculo del Mundial, abochornan José Maria Olmo y Esteban Urreiztieta (el que falseó lo de la leucemia de Zaplana) en su cruzada contra Luis Rubiales. Estudiar periodismo para ser verdugos, no creo que sea cuestión de ADN, sino de mamporreros. Y conste que les espero, cuando ya me halle volando –espero que pronto- sobre el nido del cuco.

Los inductores de toda esta patraña son Roures y Tebas. Es un clamor que censuren una reunión de apenas ocho personas en Salobreña y silencien el centenar de amiguetes desplazados a Catar, con la excusa de convocar una Asamblea Extraordinaria, por supuesto. Vamos que el gafe fue el presidente de Fuerza Nueva de la patronal. Todo esto me recuerda aquello de Groucho Marx, “mira que dar una fiesta y no invitarme.... He estado a punto de no venir”.

En España, está de moda “colgar el sambenito”. Sí, aquellos reos juzgados por la Inquisición condenados para siempre a llevar un escapulario, con su nombre, su delito y su pena. No bastaba con el cadalso, sino que en la Iglesia mayor quedaba colgado tu apelllido. Así la maldición perdudaría para los descendientes.

Roures, Urreiztieta, Tebas, Olmo, os puede la envidia. ¿Para qué gastar tiempo en maldeciros, si hasta Cardenal metió a su amigo Gorka Villar en la cárcel? Cuántas víctimas inocentes en el camino, desde la Fiscalía opusina de tu padre...

Dictáis autos de fe, penitencia y ejecuciones, previo paso por caja. Estas últimas, su brazo secular, a través de los Tribunales ordinarios.

Os cedo la flagelación. Para mi, el sueño de tocar la sal rosa del Himalaya, amparada por la lava. Hasta entonces, la arboleda perdida de Alberti de El Puerto, bordeada de chumberas y retamas blancas y amarillas.

Me llenan los sueños de ese ariete rompedor con gafas redondas, de vestir la roja. Justo la que vosotros, bien orondos, jamás os pondréis.

Animo Assange, Snowden, Mc Caffee o Alvise Pérez. De los miedos nacen los corajes, de las dudas las certezas.