La Tostá

Sobre ‘Siete jereles’

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
28 nov 2022 / 07:55 h - Actualizado: 28 nov 2022 / 07:55 h.
"La Tostá"
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Confieso una vez más públicamente mi admiración y amor por Jerez de la Frontera, donde si no nació el flamenco, se gestaría seguramente la hermosa criatura. No puedo entender el arte de lo jondo sin esta tierra, la de los Cantorales, Marrurros, Junqueras, Chacón, Manuel Torres, La Macarrona, La Sarneta o Terremoto. Sé que no es una tierra fácil para los flamencos, por haber tantos y tan buenos –hay de todo, ciertamente, como en todas partes–, y que Gonzalo García Pelayo haya querido hacer una gran película sobre el flamenco, Siete jereles, en colaboración con el onubense Pedro G Romero, dice mucho de su amor a este arte, sobradamente demostrado. Era un reto, sin duda, por la complejidad de esta tierra y el hecho de que canten y bailen con arte hasta los municipales más malajes. Pero reconozco que me he aburrido como una ostra y que veo el flamenco jerezano de una manera muy distinta a como lo ven los dos señores citados. La cinta está llena de tópicos, como el caballo, el vino, la noche, la fiesta, los majaras..., a los que tanto se recurre cuando se habla de la ciudad gaditana y el flamenco. He ido cientos de veces y jamás he visto caballos en una peña flamenca, en las iglesias o el Teatro Villamarta, por mucho peso que tenga este animal en Jerez. Confieso, además, que conozco mejor esta ciudad de día, que de noche. Es verdad que de noche hay siempre una magia en sus peñas y tabancos, porque salen a la calle los genios callejeros, sin nombre, que a veces te dejan helado con su calidad. El documental se ocupa solo de la noche y eso agobia algo, porque, además, lo que se vive a media mañana o a mediodía no tiene nada que envidiarle a lo que pasa de noche. No me refiero ya a los tabancos clásicos del casco antiguo, sino a esas tabernas de barrios como San Miguel, Santiago o la Albarizuela, que albergan a veces unas fiestas increíbles, como he comprobado en más de una ocasión junto a artistas como Moraíto Chico, Fernando el de la Morena o Diego Carrasco. Pero Siete jereles cuenta solo el ambiente de la noche, de la bohemia, el de los macandés que le cantan y bailan a la luna. Todo contado por especialistas que no son de Jerez, curiosamente, como José Manuel Gamboa, José Luis Ortiz Nuevo o la japonesa Kyoko Shikaze, que eligió Triana para vivir y no el Barrio de Santiago. Echo de menos en el documental no solo a expertos jerezanos como José María Castaño, algo imperdonable, sino a grandes artistas como Romerito, Paco Cepero, Gerardo Núñez, Joaquín Grilo o Santiago Lara. Es un documental claramente gitanista, de ahí que no aparezca Antonio Chacón –solo citado por Gamboa–, la figura histórica más grande que ha dado esta tierra. Cierto es que no es una cinta para contar la historia del flamenco en Jerez, sino algo parecido a Nueve Sevillas, también de Gonzalo García Pelayo y Pedro G Romero, ambos nacidos fuera de la almendra del flamenco, el primero en Segovia y el segundo en Aracena. Querían hacer algo raro, lejos de los tópicos, de la flamencología oficial, pero solo han conseguido un documental que en mi opinión no ofrece un retrato fidedigno de lo que en realidad es esta tierra.