La Tostá

Su Eminencia, Padre Pío y el comunismo

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
26 sep 2021 / 09:48 h - Actualizado: 27 sep 2021 / 08:00 h.
"La Tostá"
  • Calle Ingeniero la Cierva esquina con Arzobispo Don Nuño de Su Eminencia
    Calle Ingeniero la Cierva esquina con Arzobispo Don Nuño de Su Eminencia

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Cuando en 1973 abandoné Palomares del Río para afincarme junto a mi familia en la Carretera de Su Eminencia, la popular y populosa barriada sevillana, apenas sabía lo que significaba la palabra política. En mi casa jamás escuché esta palabra. En Su Eminencia entré en contacto con personas que intentaban ayudar a la gente en un barrio obrero castigado por la droga y la pobreza. Sin embargo, era una barriada llena de vida, con varios equipos de fútbol, dos billares y dos cines, uno de verano y otro de invierno, La Plata. Había una discoteca, Los Posters, y buenos bares y tabernas donde solían poner caracoles, cabrillas y pinchitos morunos.

Tenía solo 15 años y la ilusión de hacer algo en la vida, a pesar de que por dejar pronto el colegio, a los 13, para ayudar en casa, no me habían dado el certificado de Estudios Primarios, que entonces te lo pedían para determinados trabajos. Conocí a dos o tres hombres comunistas que me hablaron de Marx y Lenin, que creía que eran futbolistas alemanes o rusos. Me facilitaron algún que otro libro comprometido y me hablaban mucho de libertad, justicia social y esperanza. Era tremendamente feliz escuchando hablar a aquellos hombres.

Ya viviendo en Padre Pío, en 1977, acabé de pegarme al PTA (Partido de los Trabajadores de Andalucía), donde por fin supe lo que eran la política de barrio, la lucha de clases y los movimientos ciudadanos. Personas como Loyola, el Menda o José Luis Molano me abrieron algo los ojos y acabé mojándome. Me encantaría volver atrás y poder revivir aquella lucha, levantarme los sábados muy temprano, en Su Eminencia, con la ilusión de hacer algo por el barrio en el fútbol o el flamenco. Empecé a aficionarme al cante en la Peña Flamenca El Chozas, que nació en la calle Costa y Llovera, en la casa de Manolo el Escayola, de Arahal.

Entré en la cultura a través del cante jondo y supe quiénes fueron Demófilo, Lorca, Machado, El Carbonerillo o Antonio Mairena. A finales de los setenta fundé en Padre Pío la Peña Flamenca Antonio Chacón, con solo 20 años, el pelo por los hombros, con callos en las manos y muchas carreras delante de los grises, y a veces detrás. Entonces, todo tenía sentido, también la política. Muchas veces me pregunto qué hubiera sido de nosotros, los jóvenes de Su Eminencia y Padre Pío, sin esos hombres y mujeres que se jugaron la vida por cambiar la realidad de estos barrios, hoy aún tan dejados de la mano de Dios. Siguen siendo de los barrios más pobres de España.

Mientras más pienso en aquellos años, los de la ilusión y la esperanza, menos entiendo a la izquierda de hoy, tan corrupta y vividora en general, aunque haya personas de valía. No soy yo el que ha cambiado, sino la política. A veces voy a Su Eminencia, paseo por sus calles, compro algo en la carretera, desayuno en algún bar y cuando toca marcharse siento una enorme tristeza acordándome de aquellas personas tan luchadoras y honradas, que hicieron que mi vida allí tuviera sentido.

Hoy veo a los de la izquierda mangando en los platós de televisión mientras los pobres pagan la luz a precio de oro y experimento un asco tremendo. No los quiero ni en pintura. ¿Significa esto que me haya acercado al PP o a Vox? Dejar de creer en la izquierda no me ha llevado a apoyar el forraje que nunca apoyé. Pero si algún día decidiera hacerlo, votar a la derecha, lo diría porque soy un hombre libre. Tan libre como lo era ya en los setenta jugando al billar en el local de El Viejo, viendo El luchador manco en el Cine la Plata, comiendo caracoles en La Primera o leyendo La madre, de Gorki, en la azotea de casa.