La prestigiosa revista médica The Lancet ha publicado un estudio que resulta, al menos, inquietante. Se han analizado los datos recogidos por 204 países y se estima, que pasados 30 años, las superbacterias acabarán con la vida de 10 millones de personas en todo el mundo.
Las superbacterias son las que se muestran resistentes a los antibióticos y resultan letales ya que no hay vacunas ni medidas que puedan acabar con ellas. Son el producto de un uso abusivo de esos antibióticos durante la segunda mitad del siglo pasado, es decir, de la utilización indiscriminada y sin justificación en el caso de los humanos y para engordar al ganado en el caso de los animales. Las bacterias se han ido haciendo fuertes y, ahora, son muchas las que ni se inmutan ante, por ejemplo, la penicilina. Estas superbacterias acaban con la vida de más personas que el Sida o el cáncer de pulmón y se ceban con los niños fundamentalmente. La noticia es alarmante porque el problema es enorme y muy difícil de solucionar. El SARS-CoV-2 parecerá una broma comparado con este asunto.
Somos demasiados seres humanos, hemos crecido como una plaga descontrolada que ha desequilibrado claramente el entorno, somos capaces de destrozar cualquier cosa y de encontrar parches que solucionen esas cosas durante un tiempo... y la Madre Naturaleza se defiende y busca salidas para sí misma. Estamos viviendo nuestra particular ‘guerras de los mundos’ y todavía no nos hemos enterado.
La importancia de lo que sabemos depende de las veces que nos repitan esa información. En un mundo en el que lo inmediato, el titular escandaloso y el contenido superficial, se impone claramente; cualquier asunto repetido y obligado a estar presente a todas horas en las pantallas de los teléfonos móviles, se convierte en esencial. Esta pandemia provocada por la Covid-19 ha sido desmenuzada, analizada, presentada de mil formas distintas; hemos conocido el número de muertos a diario, la cantidad de personas ingresadas o el porcentaje de vacunados casi en tiempo real, y hemos sido conscientes de la magnitud del problema desde el primer momento. Si, cada año, hicieran lo mismo con la gripe, la vida tranquila sería casi imposible puesto que los datos (en estos momentos) son muy parecidos si comparamos SARS-CoV-2 y gripe. El caso de las superbacterias sigue perteneciendo al campo científico y la gente ni conoce el asunto, ni le interesa. Pero el problema existe y va a más. Y nosotros, como de costumbre, a por uvas hasta que tengamos a los microbios destrozando nuestra forma de vida. No hemos aprendido nada de nada. Somos penosos.