Los medios y los días

Un congreso del PSOE, no de la derecha

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19 oct 2021 / 04:00 h - Actualizado: 19 oct 2021 / 04:00 h.
"Los medios y los días"
  • El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en la clausura del 40º Congreso Federal del PSOE. / Rober Solsona - Europa Press
    El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en la clausura del 40º Congreso Federal del PSOE. / Rober Solsona - Europa Press

Las valoraciones más apasionadas de los medios y los políticos de derechas han proclamado que el PSOE ha desarrollado un congreso a la búlgara en época comunista, cuando todos decían “sí, bwana”, a lo que plantearan los líderes del partido. Según ellos, el congreso debería haberle dado un repaso a Sánchez con una autocrítica feroz de quienes se han llevado años criticando desde fuera y cuando ha llegado el momento de hacerlo oficial y públicamente se han callado. ¿Qué querían que hubiera sido el congreso?, ¿una demostración de caos interno?, ¿un cuestionamiento de Sánchez como presidente del gobierno? Deben estar fuera de la realidad quienes desean eso.

El congreso lo ha preparado el PSOE para el PSOE, no es el congreso del PP ni el que hubiera querido el PP y sus medios que hubiera consumado el PSOE. Hasta González no se sintió ya desamparado aunque le tirara balines a Sánchez con eso de que todos caben en la constitución pero para cambiarla había que hacerlo según la constitución con lo cual le estaba diciendo a Sánchez “cuando esto termine usted va a volver a unirse con quienes no opinan lo mismo que yo ni lo que dice usted”.

Fuera de eso todo fueron aplausos. Más vale pájaro en mano -Sánchez en la Moncloa- que ciento volando, esto es, un partido que, salvo en las encuestas del CIS, pierde las elecciones en todas las demás, de manera que no era el momento de liarse a pedradas críticas delante del mundo para que la gente se fuera más aún a la derecha, eso es lo que hubiera querido la derecha. Aquí ya la autocrítica es algo pasado que se sigue practicando en el interior de las grandes empresas y sigue figurando en la teoría leninista. Las empresas que quieran prosperar y competir saben que no sirven de nada los aduladores sino los críticos leales, no los traidores. Pero en la política eso casi se ha acabado, basta con ir acercándose poco a poco a los que están arriba, seguirles la corriente como a los locos con eso del feminismo, la igualdad y ahora la abolición de la prostitución por ley (ya sólo falta que vigilen que nadie se masturbe porque el pecado de deseo ya lo vamos a tener penado también) para que lleguemos a un mundo distópico que sólo está en la cabeza de ingenuos, sólo basta meterse en la modernidad para que te den un trabajo en el partido y hala, a aplaudir al empleador. Los aplausos en los congresos -de uno y otro signo- tienen mucho de supervivencia individual, si la empresa pierde electores, pierde dinero, y hay que hacer ERES y ERTES.

Y otra cosa, supongo que Felipe González sabrá que no le van a consultar mucho, aunque haya dicho que está ahí para lo que gusten. Hay virus peores que el de la Covid-19: el de la soberbia, el del narcisismo, el de la desmemoria histórica por mucho que de palabra se hable de lo contrario. Este personal suele hablar de oído, eso de conocer el pasado para actuar en el presente y suponer cómo será el futuro no va con ellos salvo que se trate para salvar sus posaderas personales e intransferibles. Para mí que la mayoría de los congresistas tienen a Felipe y a otros más jóvenes que él por un viejo verde, machista, por un dinosaurio al que hay que dejarlo en paz en su chalé tomando sopitas y buen vino. Estos desconocen esa frase de “callarse cuando habla el que más sabe”, los que tenemos una edad debemos aceptar que, en efecto, ahora les toca a ellos, nuestro tiempo pasó, o eso creen, por tanto, nosotros hicimos lo que teníamos que hacer, les toca a ellos enfrentarse a algo que va más allá de unos pensamientos lindos volcados en un papel sufrido desde la comodidad de los sueldos que todos les procuramos. En una democracia, sólo la gente puede detener lo que considere desvaríos.