Reconozco que nunca le había prestado mucha atención al triste asunto de los desaparecidos en España, pero las cifras lastiman. Más aún, ver cómo los grandes medios de comunicación les prestan más atención a unos casos que a otros, supongo que dependiendo del morbo de cada uno, sin son hijos de ricos o pobres, deficientes mentales o famosos. Todavía sorprende más que hasta el pasado año no se firmara un convenio de colaboración entre las Secretarías de Estado de Asuntos Sociales, Justicia y Seguridad, con el objeto de elaborar un informe cada año sobre desaparecidos en el país. Detrás de cada desaparición no resuelta hay un verdadero drama familiar, con abuelos, madres, padres, hermanos o hijos destrozados. Asunto guadianesco, el caso de la madrileña Diana Quer lo ha sacado de nuevo a la superficie y, repito, los números son terribles, sorprendentes en un país moderno y europeo. Todavía se nos corta el cuerpo cuando leemos o vemos algo sobre las niñas de Alcácer o nuestra Marta del Castillo. Este último caso es una auténtica vergüenza, sin más rodeos.