La Tostá

Viaje a la esperanza

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
05 dic 2022 / 09:45 h - Actualizado: 05 dic 2022 / 09:08 h.
"La Tostá"
  • Surcos (1951), del gran director José Antonio Nieves Conde
    Surcos (1951), del gran director José Antonio Nieves Conde

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El pasado viernes vi en Trece la que para mí es una de las tres mejores películas del cine español: Surcos (1951), del gran director José Antonio Nieves Conde. Puro neorrealismo español, que me recordó a cuando abandonamos Palomares del Río para intentar sobrevivir en la Sevilla de 1973, con Franco aún vivo. La Carretera de Su Eminencia, entre el Cerro del Águila y Juan XXIII, era un barrio que se había creado con familias que abandonaron los pueblos de Sevilla tras la Guerra Civil de 1936 huyendo de la pobreza que la contienda había dejado en localidades como Marchena, El Coronil, Arahal, Paradas o la Puebla de Cazalla. Para mí fue como mudarme del paraíso al infierno, porque Palomares era un vergel y la populosa barriada sevillana era un lugar violento en el que solo sobrevivían los adolescentes más fuertes. Entrabas en un salón de villar, alguien te partía la nariz de un puñetazo y si devolvías el golpe te partían la mandíbula. Sin embargo, Su Eminencia era una barriada obrera con una clara conciencia de clase. Nada más llegar conocí a comunistas que ya trabajaban por la libertad y la dignidad de los ciudadanos. Recuerdo a un tal Loyola, una verdadera leyenda en el barrio. Y recuerdo también cómo los jóvenes de mi edad teníamos la esperanza de que todo cambiara para mejor con la llegada de la democracia. Cuando votamos la Constitución, en 1978, los que éramos medio analfabetos, como era mi caso, no teníamos ni idea de lo que íbamos a votar pero acudimos ilusionados porque aquellos comunistas, como Loyola o Antonio Ruiz El Menda, de Padre Pío, se encargaron de asesorarnos bien para que no nos quedáramos en casa. Así que fui de los que votaron la Constitución, la octava española, que al lado de la del Reino Unido o la de Estados Unidos, es prácticamente una niña. Y salvo dos modificaciones, en 1992 y 2011, sigue intacta. Mañana cumple 44 años nuestra Carta Magna, en un clima político más que preocupante y con la democracia corriendo en la actualidad un serio peligro. No ya por la derecha o la ultraderecha, que también, sino por la propia izquierda, aquella que tanto nos ilusionó a mediados de los setenta a los jóvenes que ya trabajábamos como mulos para sobrevivir. Aquellos jóvenes estamos hoy ya jubilados o a punto de hacerlo y nos van a librar del trabajo con una paga con la que apenas podremos comer. Eso sí, hemos visto cómo la mayoría de los que nos señalaban la puerta de la esperanza tras el franquismo se han enriquecido y, además, pisotean hoy la Constitución. Sobre todo la izquierda, que se considera estafada por el cambio, como si en el franquismo nadaran en la abundancia en cuanto a libertad y derechos esenciales. Soy un desencantado de la izquierda, de la que tenemos ahora, que no se parece en nada a la que conocí en Su Eminencia y Padre Pío cuando era casi un niño. Pero mañana martes es un día importante para mí porque voté la Constitución y un año antes había votado en las primeras elecciones generales. Fue mi primer viaje a la esperanza.