Angostillo

Vida, muerte y gloria

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Isidro González IsidroGonzez
04 abr 2023 / 04:00 h - Actualizado: 04 abr 2023 / 04:00 h.
"Cofradías","Angostillo","Semana Santa 2023"
  • La Candelaria. / Manuel Gómez
    La Candelaria. / Manuel Gómez

Hoy, Martes Santo, Jesús continúa su ascenso de la vida a la muerte, y de ahí a la gloria. A la luz preciosa de esta tarde de abril, si ordenamos en el sentido de la Pasión los pasos de las ocho cofradías que procesionan esta jornada, veremos que nos ofrecen de una forma hermosa un bello compendio de la misma. Y podemos contemplar todo el dramatismo de los principales acontecimientos vividos aquella noche santa en Jerusalén, aquella que aún hoy es distinta a las demás.

Comencemos con cornetas y tambores, que marciales suenan marcando el paso recio y poderoso, mientras Jesús, recién apresado en el Huerto de los Olivos, es llevado ante Anás, primero de los tribunales ante los que compareció preso. Solemnidad y gravedad en el rostro del Señor: «Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado, pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas», anotó el evangelista Juan. Un misterio fundamental del renacimiento cofradiero del siglo XX que cumple cien años en las calles de Sevilla. Y San Lorenzo sueña noche y madrugada para acogerlo de recogida en la alta noche en la Gavidia, como escribiera Juan Delgado Alba.

Del poder religioso judío al poder civil: el procurador romano. Pilato, quien, tras haber mantenido un diálogo largo e intenso con el Reo, evita por todos los medios tener que dictar sentencia de muerte. Presentación de Jesús al Pueblo según san Juan: «Mirad, os lo saco afuera para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa»... «¿A vuestro rey voy a crucificar?». Pero, ay, lo que tenemos un poco más adelante: «Tomó agua y se lavó las manos ante la gente diciendo: «Soy inocente de esta sangre». La pintura de Ciseri del palacio Pitti en Florencia se nos hace familiar contemplando el misterio de la Presentación el Pueblo hacerse grande y majestuoso en San Benito. Oro, plumas, loba dorada, senatus, Barrabás..., y Pilatos que se sale mismamente de la escena para llegar mejor al pueblo. La dulzura del Señor de la Presentación nos arrebata el corazón en el crepúsculo morado de la tarde.

El dolor de las lágrimas en el Señor de la Salud y Buen Viaje impresiona en la misma atardecida soleada y agradable. Efigie venerada durante siglos en su ventana por viajeros y foráneos, que nos llama a sentir en nosotros la afrenta de la burla en San Esteban, como si fuera cualquier inocente de los muchos que hoy día sufren lo mismo. Lo anticipó el profeta Isaías: «Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no escondí el rostro ante ultrajes y salivazos». Y lo describió el evangelista San Marcos: «Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante él. Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacan para crucificarlo». No hay música, ni flores, ni luz ni aire para atenuar la tragedia de la Pasión del Señor de la ventana.

Jesús porta el leño de la Cruz en noche de jardines: «Vea quién quisiere rosas y jazmines,
que si yo te viere, veré mil jardines, flor de serafines. Jesús Nazareno, véante mis ojos, muérame yo luego», cantó la gran Santa Teresa de Jesús. Isaías lo anticipó más trágicamente: «Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca, como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca». Vemos a Nuestro Padre Jesús de la Salud aprisionado bajo el peso de la cruz sobre el monte de su paso. Dorada y esmerada patena que lo transporta dulcemente por el camino amargo del Calvario.

Última mirada elevada al cielo y quizás últimas palabras las que pronuncia en la cruz el Santísimo Cristo de las Misericordias. «¿Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?» rezamos con él en el salmo 22. La belleza de este Crucificado, puro siglo XVII hecho madera, se conjuga con la serenidad y la paz de las calles de su barrio, el más universal de Sevilla. Cristo muere en paz. Silencio. Los ojos buscan el aire, la luz, el aroma, los tópicos que se hacen realidad cada año. Luces rojas sobre esbeltas forjas doradas. Silencio entre la muerte y la vida. Misericordias, Señor, para mis pecados.

El velo del templo se rasgó, la tierra tembló y el sol se eclipsó. Toda la región quedó en tinieblas hasta la hora nona. Todo como la letra de una saeta antigua. El Santísimo Cristo del Desamparo y Abandono ya no escucha la exclamación del centurión romano: «Verdaderamente este era el Hijo de Dios». Este es un momento fundamental en los relatos de la Pasión, como un feed-back de los personajes secundarios que resuena desde entonces generación tras generación, lo mismo por grandes avenidas, por barrios alejados que son pura Sevilla o por el mismo centro de la ciudad. Serena muerte de Cristo en el Cerro del Águila, «Obediente hasta a muerte, y una muerte de cruz». No hay más.

Todo está consumando. La muerte presentida y anunciada aparece al final: «Gustó la muerte para bien de todos» leemos en la carta a los Hebreos, y la contemplamos colgada de la cruz: «Mirad el árbol de la cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo. Venid a adorarlo». La Sangre derramada que cae, es entrega como de Eucaristía. Y esta Buena Muerte nos hace verla como divina maestra de la que todos desearíamos así de dulcemente. Y las Almas de los que han muerto en Cristo por los siglos de siglos, se ofrecen como en un Purgatorio a la espera de la victoria final. El suplicio de la Cruz se resume el Martes Santo en estas tres imágenes sagradas que imponen el rigor mortis. Pero no podemos quedarnos ahí. En el evangelio de la misa de este día escuchamos: «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará». Buena Muerte, Sangre y Almas, tres caras de la misma moneda de la muerte del Martes que, pronto, nos abrirá la gloria prometida.