(VII) El arte en tiempos del coronavirus: l@s invisibles

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23 abr 2020 / 12:42 h - Actualizado: 23 abr 2020 / 12:50 h.
  • (VII) El arte en tiempos del coronavirus: l@s invisibles

En toda la serie que estoy haciendo sobre el arte en tiempos del COVID-19 y sobre qué pasará una vez superemos esta(s) pandemia(s) relacionadas con él, lo que intento trasladar a los lectores, es cómo va a afectar esta crisis general a los artistas, considerando que muchos son –somos- invisibles. Por esto, hoy quisiera que nos percatásemos de cuántos conocemos, que podemos hacer por ellos y que podemos hacer por nosotros mismos.

Afortunadamente desde fines de mayo del 18 tengo esta plataforma aquí, en EL CORREO WEB, desde la que trato precisamente de sacar a la luz a autores que difícilmente tienen a ceso a otros medios y que suelen/-solemos ser ignorardos desde todos los puntos de vista que quisiéramos referir: la prensa, galerías de élite, coleccionistas privados o públicos,...debiendo compaginar nuestro trabajo con otras tareas de subsistencia y aquí cada uno que exprese las suyas, debiendo de acudir como ciertamente está pasando ya y desde hace tiempo también entre los artistas, a comedores sociales u organismos de beneficiencia y claro es, también aquí se encuentran los que pueden dedicarse a tiempo completo a este lujo que se llama crear, hacer, vivir, sentir el arte como una necesidad de expresión ineludible, sin que esto quiera decir que lo tienen más fácil a la hora de hacerse visibles, fuera aparte del núcleo de sus amistades.

Por supuesto que también en la medida que me ha sido posible y he tenido información adecuada o costeada por mis medios, me he encargado de los consagrados, aunque de estos he llegado a constatar que hay una saturación total de: ruedas de prensa, Catálogos bien editados, folletos e información en sala, canales de televisiones, fotógrafos y todo tipo de invitados: desde coleccionistas a los patrocinadores, directivos de entidades bancarias o empresariales que corren incluso con los gastos del cátering. Carteles, anuncios en prensa, invitaciones impresas, mailings (digitales), visitas concertadas,... y sobre todo si tenemos en cuenta que estas exposiciones se hacen en lugares de difícil acceso a los “invisibles”, no en el sentido obviamente que se les impida la entrada, sino que tengan/tengamos muchas más dificultades de exhibir nuestro trabajo en ellas.

Lo que sí también he tenido claro, es que hasta el día de hoy no he publicitado ninguna de mis obras aquí, que me he currado las fotos –o se las he encargado a Paulina Ferrer a la que nunca las gracias serán suficientes, he recurrido a la familia, redactado las Notas de Prensa, costeado el mailings, buscado los espónsores, ... ni más ni menos lo que hacen tantos y tantas de l@s “Invisibles”.

Una de las cosas que me pregunto desde que entré aquí, es ¿qué hubiera pasado si nadie se hubiera ocupado por dar a conocer con todos estos medios institucionales o privados, lo que hace cualquier autor/-a que poco a poco se fue convirtiendo en lo que con su trayectoria en efecto, ha llegado a ser?

Me queda la duda de si me expresé bien en el artículo anterior y pudiera parecer que estoy en contra de la riqueza, y para nada es así, porque habría que distinguir entre los que la crean con su esfuerzo, saber hacer, invertir, preocupación por sus empleados y de manera honrada. De lo que estoy en contra es del enriquecimiento espúreo, logrado a costa del sacrificio de otros, sobre todo si son muchos, del que abusa de cualquier manera sobre los demás, lo consigue a base de una serie de ventajas que no están al alcance de cualquiera como puedan ser todo tipo de acciones que rozan la alegalidad e ilegalidad cuando no lo son ciertamente; por encima de todo, el poder que se ejerce de manera arbitraria entendiendo que los demás están ahí sólo para hacerle más rico.

La riqueza como la pobreza ha formado y formará parte de este mundo, y está claro como más o menos venía a decir, que un pobre no va a invertir jamás en arte. Lo que me molesta de esta situación es que los que disponen de capital, sobre todo los bi, tri o multimillonarios –que haberlos hailos y en la misma España sin ir más lejos (o ya en Suiza si nos atenemos a la información de la prensa), y teniendo como referencia las listas que proporcionan prestigiosas revistas como Fortune o Forbes- no sólo no invierten en artistas coetáneos españoles (el barroco es otra cosa), sino que asesorados por cualquier intermediario no del ámbito del arte sino del financiero, compran cualquier “cosa” que les digan, porque lo que se valora es la fama –efímera casi siempre- de un artista, la cantidad que se ha desembolsado y no la calidad, trayectoria o prestigio, considerando de antemano que la valoración de la obra –y la del artista- tampoco van a estar hinchados y que no se ha hecho a base de arribismo, concomitancias con los poderes fácticos o políticos o partiendo de las mismas bases que he referido antes para el cliente.

En estos casos lo que se compra no es una obra, sino la fama del artista, prestigiándose mutuamente en un curioso ejemplo de simbiosis ante comunes intereses. Claro que hay otro tipo de cliente que sin ser tan milloneti “necesita” impactar y estar a la última si necesita publicitarse él mismo o sus productos, llegando con ello al kistch, que para eso está.

Esta manera en mi opinión absurda por completo de proceder (y aunque lo kistch me encante), es la causante de que algunos autores y sus clientes (o crean que lo son en esta especie de Bono Loto artística), pretendan imponer no las reglas del arte sino las del mercado a través de una especie de obras que parecen haber salido del Callejón del Gato y en donde lo que se exhibe y adquiere es lo más grande, lo más caro, lo más feo incluso, o lo que carezca de sentido, por el simple hecho de los ceros que lleve detrás de la primera cifra, los metros cuadrados o cúbicos que tenga o el material más exótico que se encuentre en la naturaleza o se fabrique ex profeso para tal fin y sin importar que los materiales se deterioren enseguida. Total, se sustituirán por lo último de lo último y lo más de los más, epatando de nuevo porque de lo que se trata es de autopromocionarse –cliente y artista- como vengo diciendo.

En este orden de cosas, el arte se ha convertido en un circo en el que hay que estar, bien como empresario (clientes de alto standing), bien como domador (los intermediarios) o como payasos (los artistas). Claro está que esto no es del todo cierto y una gran parte de la burguesía media -la que forma precisamente nuestra clientela- va por otro lado y suele adquirir obras y en las mismas Ferias internacionales, sólo que menos epatantes, más asequibles y más acordes con sus gustos personales.

Lo que critico por favor no son las Ferias, ni a los ricos (no se me ocurriría tal y como estoy lamapando para que compren mis obras), ni por supuesto el utilísimo papel que desempeñan los medios, críticos y periodistas especializados en Arte o en Cultura, ni todos los profesionales necesarios si queremos en efecto que nos las adquieran, como pueden ser promotores, productores, agentes, galeristas, ... o cualquier mecenas que también los hay desde Entidades Públicas y desde Fundaciones Privadas.

Lo que me molesta de este tinglado es el intrusismo, el que impongan piezas que a todas luces van a ser flor de un día y a precios exorbitados, porque de este modo se magnifican autores cuyos nombres olvidará pronto la Historia, como ha pasado por ejemplo con cualquiera que hiciera realismo social o pintura de Historia precisamente, y todo en detrimento de los que no se les adquiere porque no están dispuestos a ir contra de sus principios estéticos y éticos.

Por otra parte, allá cada quien que haga lo que quiera con su dinero: se compre unos globos de colores fosforito a escala gigante, un millón de pipas de girasol esparcidas por el suelo hechas de porcelana en una fábrica que las reproduce industrial y no artesanalmente, un perro de peluche hecho a base de retales o lo que ese año se dicte como norma, sin tener en cuenta no la Academia del Decoro o de Bellas Artes, porque eso suena ya a Paleolítico y porque se entiende que estas, las Academias, Escuelas y Facultades, se han quedado ancladas en el XIX, cuando muchas veces es todo lo contrario y los verdaderos anacrónicos son precisamente los noveleros, que no novísimos, los oportunistas, que no los oportunos.

El comprar esas obras puede que se satisfaga la vanidad de quienes las adquieran, pero para muchos no dejan de ser sino un ejercicio exhibicionista y una astuta maniobra de autopropaganda, cuando no también la de todo el cotarro que se monta en su entorno.

El complejo y siempre inabarcable mundo del arte, tiene muchos caminos, unos excepcionales y maravillosos, otros que rozan el absurdo. No entremos en las falsificaciones,...

Pero sigamos con la idea general que me impulsa a compartir con vosotros la esperanza en que este paréntesis servirá para reparar, cernir y dar oportunidades a esos otros artistas que hasta ahora no han podido tener acceso no ya a las Ferias, ni a Galerías de prestigio, sino a una clientela -privada o pública- porque son/somos l@s invisibles.

En este sentido, es de esperar que la tristemente famosa, prometida una y otra vez Ley de Mecenazgo, esa que propone que la adquisición de obras de arte desgrave al fisco, pero que no se aprueba año tras año o gobierno tras gobierno, se publique ya, de manera que podamos acceder tanto coleccionistas como autores a lo que sería un magnífico incentivo para que se fomentara el conocimiento de nuestros buenos, muchos y sinceros artistas, a la par que se incentivase la economía de los todos los profesionales que intervienen aquí -desde el que pone los marcos y cristales, funde las piezas en metal, las transporta, hace los seguros, las monta, vigila las salas o las limpia, hace las fotos, escribe los textos, imprime los Catálogos, vende los materiales (lienzos, maderas, papeles, pinceles,..), los periodistas que cubren las inauguraciones, los directivos y empleados de cada Sala o Centro, etc.

Porque ¿se ha calculado lo que aporta el Arte al P.I.B. de la ciudad? y no me refiero ahora al relacionado con las Cofradías, sino a este, al contemporáneo, al que se hace y se hará siempre en Sevilla al margen de los fastos y las verbenas, que están muy bien desde luego, pero con eso lo único que se soluciona es un mercado estacional y transitorio, no el pretende que la adquisición de las obras sea definitivo.

Otra pregunta: ¿Podría calcularse lo que puede hacer el Arte como un potente incentivo turístico?, teniendo en cuenta la buena noticia de que de nuevo se va a apostar por el Turismo, contando como se ha anunciado en los medios con los “5.000.000 de € que ha aprobado la Junta, a los que hay que añadir los 2.000.000 de € del Plan de Choque Local por parte del Ayuntamiento y otros 5.000.000 de € por cuenta de un programa de la Unión Europea” para el año que viene. Es de esperar que sí y que se haga de manera justa, dando opción a consagrados y a los “invisibles” que esperan que el Arte no sea la Cenicienta de la Cultura y sepa invertirse en obras que sirvan de exponente para las generaciones venideras.

El apostar por los autores coetáneos podría contribuir ¡y de qué manera! con préstamos o cesiones temporales a otros centros de arte, haciendo con ellos exposiciones itinerantes de sus fondos, para contribuir también por este lado, a que se conocieran autores sevillanos o de donde fueran a esa labor didáctica que esto implica y que serviría también de aprendizaje al visitarlos. De difusión, ahora también de la ciudad como un escaparate de la Cultura y de lo que somos.

Ahora, que la situación es ya límite para muchos artistas y por supuesto también para denostados galeristas y productoras que han debido parar su medio de vida desde que comenzó el confinamiento y que tanto se afanan para que podamos vivir con nuestro trabajo, ya que no tenemos salario fijo alguno y por el contrario sí contribuimos al bienestar de todos con nuestros impuestos, es de esperar también y por otra parte, que la noticia que se ha publicado estos días en los medios, acerca de los 500.000 € que promete la Consejería de Cultura, se haga efectiva, y que la Junta adquiera y exhiba la labor de sus creativos sevillanos o de los autores residentes aquí, que tanto prestigiarán a su vez a la propia Junta.

Somos muchos l@s invisibles que esperamos como agua de mayo que alguien se acuerde de nosotros, con toda la dignidad y respeto que el arte, los artistas y todos los que estamos en este sector, nos merecemos. De no ser así, esta mayoría silenciosa tendríamos que reaccionar haciendo Manifiestos, uniéndonos o liándola parda por las calles de esta hermosa ciudad, hecha con tanto arte que tanto se dice. Hablo de Sevilla y desde Sevilla; los onubenses, almerienses, jiennenses,...por favor hagan lo mismo: ¡¡¡Por Andalucía, por el Arte y por los Artistas Andaluces: Salud y...Ars Pública!!!