-
Alejandro Martínez Vélez - Europa Press
Ya tenemos a otro defensor de nuestra lengua por la vía de urgencia, que es el enchufe descarado. En mi pueblo se diría que ya cantó la gallina, aunque en este caso fuera más oportuno hablar de gallo de corral, porque tiene su mérito ser expulsado del mismo y volver después de las elecciones a las que le impidieron presentarse con los espolones afilados.
Cuenta la experiencia, supongo, porque saltar de un corral a otro es también cuestión de oficio, y de labia, o sea, de manejar el idioma, y por eso en Madrid se han propuesto convertirse en la capital del español en Europa y “buscar sinergias con entidades culturales internacionales”, dicen a bombo y platillo, después de haber enchufado a un experto en todas esas sinergias que siempre consisten en aprovecharlo todo. Del cerdo hasta los andares.
El proceso de selección y elección de un director para esa Oficina del Español suena a esperpento digno del callejón del gato. Como si nos hubieran dado gato por liebre. Porque en los espejos cóncavos de la política siempre se descubre el chiringuito en el adversario y nunca entre los amigotes. Y la lengua española, usada con tanta potencialidad en más de medio mundo por más de 500 millones de hablantes, merece otro director de orquesta si así se lo inventa la capital del reino, alguien que dirija la dignidad de nuestro idioma con conocimiento de causa y de efecto en todos los papeles de la obra y no solo en calidad de bufón.