El Gobierno de Mariano Rajoy no fue capaz, durante la anterior legislatura, de convertir los días festivos que se transforman en lo que llamamos puentes, en algo más razonable. Se prometió acumular esas fiestas en los extremos de la semana para evitar que la productividad se viera afectada y esa promesa, sencillamente, se incumplió. Algunas propuestas como ésta parecen que son razonablemente fáciles de conseguir y, sin embargo, no terminan de concretarse nunca. Intereses de unos enfrentados con los de otros, esfuerzos excesivos para obtener resultados menores o problemas más urgentes que relegan a un segundo plano al resto, suelen ser la razón por la que esto sucede.
Por ello, sorprende que la ministra Báñez hable de un cambio mucho más importante que podría resultar una modificación más que sustancial de algunas formas de vida de los españoles que, en principio, no tiene una contraprestación clara ni, por supuesto, atractiva para nadie. El cambio de horario que ha dejado caer la ministra es muy serio y sus repercusiones podrían ser muy profundas. Y decimos que dejó caer puesto que a la propuesta le falta un mínimo desarrollo estructural que sostenga la idea. Lógicamente, hay que esperar a que llegue para poder valorar adecuadamente.
En cualquier caso, España y los españoles tienen una fisonomía muy definida. Una característica evidente es que los servicios son los que cargan con el mayor peso económico en nuestro país.
¿Está España preparada para que los bares o los centros comerciales, por ejemplo, se cierren antes de lo que lo hacen ahora o tendrán que quedar fuera de ese cambio que promete mayor acumulación de los esfuerzos en el tiempo laboral? La solución de los turnos que pueden tener un efecto muy beneficioso para el empleo, ¿cómo va a implementarse y cómo se bonificará? ¿Es el teletrabajo una modalidad con implantación suficiente en los esquemas empresariales actuales o queda mucho trayecto por hacer hasta que se consolide este modo de realizar tareas laborales?
España, y Andalucía en concreto, disfrutan de una climatología que invita a los turistas a visitar nuestra tierra. Lo que hay que lograr, sea como sea, es que las costumbres que tenemos instaladas en nuestras formas de vivir queden intactas porque, si vaciamos las calles a partir de las seis o las siete de la tarde con esos nuevos horarios, el reclamo turístico podría verse debilitado. Algunas ciudades europeas son menos atractivas de lo que podrían ser para un turista por esta razón.
Estos son algunos ejemplos, aunque el análisis nos lleva a enfrentarnos con distintas circunstancias de mayor o menor importancia que convierten la propuesta ministerial en algo incierto.
Es bueno concentrar los esfuerzos para que la productividad sea mayor. Es bueno concentrar esfuerzos para que la conciliación de vida laboral y familiar se pueda producir. Pero es necesario que desde el ministerio correspondiente se planifiquen los cambios y se busquen fórmulas eficaces con las que sustanciar los proyectos de forma ordenada y efectiva.