Un sol de papel maché - como el que Ocaña enarbolaba en aquella cabalgata que escribió el final de su vida - ilumina el mural que el artista pintó en el colegio La Esperanza de Cantillana. Desde el techo, es el vigía que ha ido siguiendo la restauración de la obra que regaló al centro cantillanero. Intervención que abre una vía para la esperanza, desde el homónimo colegio, para la revitalización del legado de Ocaña en su pueblo. La recuperación de esta significativa obra coincide con el 70 aniversario del nacimiento del artista, efeméride para la que se prepara un amplio programa de conmemoraciones.

De grandes dimensiones, el mural recoge toda la simbología de la obra de Ocaña en una escena costumbrista. La mujer, la infancia, la maternidad, la tradición y la costumbre aparecen retratadas en una escena típica de la localidad, un grupo de mantoneras elaborando la preciada pieza de artesanía. El ajedrezado del suelo, en blanco y verde, y la bandera andaluza en el pecho de una de ellas aluden al movimiento andalucista, en auge en aquellas fechas. Monaguillos, duendes y diablillos entre los demás niños completan el conjunto.

Fue realizado en la primera semana cultural que celebró el colegio. Invitado por la jefa de estudios a formar parte del ciclo de conferencias y talleres de artistas y artesanos locales, se ofreció a pintar un mural para completar «esa entrada tan triste», relata el director, José María Bando. Las actas de entonces desaparecieron en una inundación, por lo que no estaba clara la fecha. La intervención, al retirar el marco de madera, ha sacado a la luz la fecha de culminación: 19 de enero de 1980. Realizado sobre la pared sin tratamiento previo - «se nota incluso el gotelé» -, fue elaborado «con todo lo que tuvo a mano: acrílico, témpera, óleos, carboncillo».

Es una de las obras «más importantes de Ocaña», que reúne «toda su iconografía fetiche». El hecho de que «un colegio cuente con una obra de esa calidad es tan importante que ha marcado su trayectoria», asegura José Naranjo, pintor, profesor y el mayor conocedor de Ocaña, sobre quién versó su tesis doctoral. Él mismo fue alumno del centro y reconoce que «ha determinado mi trayectoria y por supuesto la decisión de dedicar a él mi tesis».

«El valor económico, a pesar de ser grande, es mínimo comparado con su valor social. Es enorme la influencia que genera en los niños que pasan su infancia viéndolo», señala el director. Esta asimilación natural hace que en muchos el arte en cualquiera de sus vertientes sea su vocación. «Se nos conoce como el colegio del arte», además de ser el centro que ha mantenido y puesto en valor la figura y la obra del artista, así como el encargado de sembrar su conocimiento a través de generaciones.

En ello coincide Yedra García, doctora en Bellas Artes, antigua alumna del centro y restauradora de la obra. «Ocaña tiene mucha parte en que eligiera esta profesión», explica. «Nos regaló a los niños del pueblo el primer contacto con el arte». Junto con Juan Luis Molina, licenciado en Bellas Artes, han sido los encargados de devolver el esplendor al conjunto. Especialistas en conservación y restauración, han dedicado su trabajo a perpetuar este valioso legado y recuperarlo de su delicado estado.

Al deterioro y la acumulación de suciedad se añadían desprendimientos en zonas concretas, provocadas por la falta de tratamiento previo a la elaboración de la obra en la pared, así como más de 70 taladros para fijar el marco y el metacrilato protector y que mutilaban el mural. Y a ello se sumaba la mano infantil en aquellos primeros años que no estuvo cubierto por el cristal, dejando plasmado en unos 30 grafitis nombres, mensajes de amor o incluso «la indicación de que una de las mujeres tiene seis dedos», comenta Molina.

La actuación sobre el mural ha sido realizada en horario lectivo. Los alumnos de entonces participaron en su elaboración, y se ha querido que también sean partícipes de su recuperación. Se sigue reivindicando así esa faceta del artista «preocupado por la infancia y por acercarles la cultura», añade Yedra. A ellos dedica el mural. «Nunca dejéis de ser niños porque el día que lo dejéis es señal de que estáis muertos», escribió junto a su rúbrica.

El mural ha sido sometido a tareas de limpieza, eliminación de elementos añadidos y repintes, fijación de las zonas mal adheridas y reintegración de pérdidas con elementos reversibles. Una protección que no dificulte la visión como el metacrilato anterior, nuevo marco de madera e iluminación apropiada completarán el proyecto. La intervención se sufraga por parte de la familia de Ocaña - que siempre ha velado por su conservación - y a través del colectivo Atrapasueños, con los beneficios generados de la próxima publicación del extracto de la tesis de Naranjo sobre el artista.

La presentación de la restauración se hará el próximo día 24 de marzo, coincidiendo con el aniversario del nacimiento de Ocaña. Será el inicio del ciclo de conmemoraciones Ocaña70, que aglutinará hasta setenta propuestas de distinta índole para reclamar la figura, el legado y la obra del artista cantillanero. Porque mientras que en su localidad natal siguen dándose los pasos para el futuro museo del artista, el colegio continúa, como siempre lo ha hecho, reivindicando al artista y siendo la esperanza que mantiene vivo a Ocaña.