Son y están

«La semilla del cambio la tienen los pobres ante un neocapitalismo que con guante blanco fomenta la mentalidad de esclavo»

Ana Solano y Víctor Navarro. Matrimonio militante del Movimiento Cultural Cristiano. 50 años de vida en común y de compromiso social, desde Sevilla y por toda España y América Latina. Comenzaron su apostolado laico soportando la represión franquista, lamentan en el mundo de hoy la globalización de la indiferencia ante la pobreza, y son testigos de cómo millones de personas sufren en Venezuela la que califican de “espantosa narcodictadura militar”.

Juan Luis Pavón juanluispavon1 /
12 may 2019 / 08:20 h - Actualizado: 12 may 2019 / 08:25 h.
"Son y están"
  • Victor Navarro y Ana Solano, en la sede en Sevilla del Movimiento Cultural Cristiano, repleta de carteles, fotos y mensajes de sus campañas. / JESÚS BARRERA
    Victor Navarro y Ana Solano, en la sede en Sevilla del Movimiento Cultural Cristiano, repleta de carteles, fotos y mensajes de sus campañas. / JESÚS BARRERA

En su modelo de organización no aparecen palabras que denoten rango de dirección, coordinación o portavocía. Pero Ana Solano y Víctor Navarro, y no solo por edad, son una referencia para muchas personas vinculadas al Movimiento Cultural Cristiano, entendido como apostolado seglar dentro de la Iglesia Católica. Militancia que incluye también acciones en las calles, denunciando con pancarta y megáfono las abismales injusticias del mundo. Ana Solano nació hace 68 en Puente Genil (Córdoba), hija de padre veterinario y madre maestra. Victor Navarro tiene 72 años, es natural de Valleseco (Gran Canaria), su padre era secretario municipal y su madre campesina. Ambos llegaron a Sevilla en 1968 para estudiar la carrera de Medicina. Cuando aún se utilizaba el renacentista Hospital de las Cinco Llagas, hoy sede del Parlamento andaluz. Tienen cuatro hijos, once nietos y una misión: promover la solidaridad con los empobrecidos de la tierra. Recién llegados de Venezuela, donde están muy implicados en materializar esos valores, en un contexto dramático, aceptaron recibirnos para esta entrevista y hablarnos a dúo en la Casa de la Cultura y Solidaridad que mantienen en Sevilla, en la calle Cardenal Rodrigo de Castro.

¿Cómo se conocieron?

Dentro de la Facultad de Medicina, al acudir a actividades promovidas por cristianos obreros y la Editorial ZYX. Descubrimos a Encarna Sánchez, maestra socialista de la época de la II República, que se convirtió al cristianismo. Era en Sevilla la delegada de la editorial. Una mujer con una capacidad extraordinaria, nos enseñó a encarnar una vida de espiritualidad lo más sencilla posible, y a actuar sobre la pobreza viviendo desde dentro de la pobreza, haciendo comunidad. También fue importante en nuestros comienzos convivir con Juan Conde, albañil de Jerez, de inspiración anarquista, también converso. Sabía muchísimo, tenía una inteligencia natural. Nos ayudó mucho, tenía siete hijos.

¿Cuáles fueron sus referentes teológicos?

Descubrimos la figura de Guillermo Rovirosa. ingeniero de clase media que se convirtió en 1933 y dedicó su apostolado obrero al servicio de los pobres. Había fallecido en 1964, su obra estaba muy viva, y también la del teólogo Tomás Malagón, a través de su gran discípulo, Julián Gómez del Castillo. Se adelantaron a los principios del Concilio Vaticano II, y a ver los efectos deshumanizadores del capitalismo posindustrial y multinacional. Desde la militancia cristiana obrera era posible encarnar a diario una vida evangélica, y transformar la sociedad desde abajo. La semilla del cambio de sociedad la tienen los pobres. Desde abajo. Porque en la sociedad desde arriba, desde los ámbitos de poder, lo que se hace es mantener lo establecido. Como le sucede a muchos universitarios, cuyo planteamiento vital es establecerse y acomodarse.

Esos planteamientos serían subversivos a ojos de la dictadura franquista y del nacionalcatolicismo.

Y para muchas familias. Nosotros descubrimos que la historia es dinámica, que los imperios y los regímenes caen, que la vida cambia. Eso exige una formación, un método. Y aquellos hombres y mujeres militantes nos enseñaron a formarnos y a formar personas. A ser espirituales y eclesiales. Desde el principio participamos en toda España en el desarrollo de Editorial ZYX, que era una organización nacional. Se publicaron más de 600 títulos.

¿Dónde empezaron?

Nos casamos en 1972. Decidimos establecer nuestro hogar en Sevilla, en una barriada periférica y muy abandonada, en la Carretera Su Eminencia. Allí tuvimos a nuestros hijos. Siempre, y lo seguimos haciendo, hemos promovido nuestra labor montando una librería, y ofreciendo libros de la Editorial ZYX en plena calle (a veces nos los confiscaba la Policía y teníamos que ir a comisaría para intentar recuperarlos), teniendo una casa donde hacer actividades, creando clubes de lectura,... En Su Eminencia, además, con otras 15 familias organizamos una guardería para 28 niños, algo que era inexistente. Entre numerosos padres la autogestionábamos. Conseguir muebles, hacer las comidas, limpiar... Y si alguien recogía a sus hijos, también se hacía cargo de llevar a los de otras familias. Y con las cuotas pagábamos a dos personas de confianza para que los cuidaran a ciertas horas.

¿Remediaban también otras carencias?

La atención primaria de salud, que en barrios como Su Eminencia no tuvo cobertura pública hasta 1978. Implicamos a enfermeras, a psicólogos, a estudiantes de Medicina... Como médicos fue una experiencia que nos enriqueció en muchas cuestiones más que lo aprendido en la Universidad.

Tanto entonces como ahora, ¿tienen buena sintonía con la jerarquía de la Iglesia?

Nunca hemos tenido problemas. Los obispos llamarían la atención a alguien si hace una herejía. Nosotros nos sentimos protagonistas en el seno de la Iglesia como laicos que vivimos la fe, la espiritualidad del amor a los empobrecidos, el amor a la Iglesia, su doctrina social. Vivimos para evangelizar. Estamos atentos a las encíclicas papales. Y se entiende y se respeta nuestra eclesialidad. No somos laicos esperando que un sacerdote nos dé instrucciones. Estamos vinculados a nivel diocesano a nuestro obispo. Ha podido dar alguna opinión personal, pero nunca ha sido un reproche. Sabemos que existen otras corrientes, algunas integristas, pero nosotros no buscamos la controversia.

¿Qué organizan en las Casas de la Cultura y la Solidaridad?

Formación, reuniones, conferencias, coloquios. Con expertos en economía, política, cultura... Nuestros locales y nuestras publicaciones siempre existen con medios propios. No aceptamos subvenciones para las revistas, la web... Es cuestión de dignidad. Lo pagamos de nuestro bolsillo. Desde el criterio de que el trabajo dignifica y hay que promover la dignidad en el trabajo.

¿Cómo concretan ser 'la voz de los sin voz'?

Siendo grupos de personas que todo lo hacemos mediante la autogestión, sin buscar protagonismos individuales. Aquí nadie se pone medallas. Todo es labor callada, todo es trabajo gratuito de miles de personas, no hay competitividad. 'Voz de los Sin Voz' es el nombre de nuestra editorial, tiene 700 libros publicados. Son textos de temas económicos, políticos, culturales, sociales, sobre temas importantes, elaborados de tal manera que puedan ser entendidos por cualquier persona. Son fruto de las lecturas que hacen muchos militantes, para favorecer que lea quien no lee habitualmente. Nuestro lema es: 'Lee y conducirás tu vida, no leas y serás conducido'. Cada año publicamos cinco libros, y cinco números de la revista 'Autogestión', y otros cinco de la revista 'Id y Evangelizad'. Todos se distribuyen por España y América, cada vez que viaja alguien lleva consigo ejemplares para evitar gastos de distribución. Los vendemos a un euro, solo para cubrir los gastos de papel e impresión.

¿De qué manera se coordinan para elaborar sus contenidos?

Por todos los cauces posibles. Por ejemplo, para comentar alguno de los libros, con otras personas de nuestra red en España nos conectamos por Skype a las diez y media de la noche, cuando cada cual ya tiene acostados a sus hijos. Y los leemos y comentamos hasta las doce. Así vamos compartiendo conocimientos, criterios, propuestas, resúmenes. Así elaboramos al año libros y revistas,que son respuesta a necesidades concretas. Por ejemplo, el titulado 'Populismo contra el pueblo'. No están pensados para élites intelectuales, sino para quien habitualmente no lee.

Cuando se sitúan con sus carteles y sus publicaciones en una plaza, en cualquier ciudad española, ¿qué sucede habitualmente?

Nuestro altar está en la calle. Aunque eso suponga que algunas personas nos confundan con grupos comunistas. En la calle te sucede de todo. Hay quienes nos han confesado: “Os veía en la calle y me desviaba por otra calle porque no quería coincidir, lo hacía al ignorar que sois una organización de la Iglesia”. También sucede a veces que se acercan anticlericales a insultarnos. O inmigrantes que dialogan con nosotros, muy interesados y agradecidos. Con las revistas propiciamos ese tipo de diálogos con personas normales. Intentamos crear una opinión pública solidaria y autogestionaria. Eso choca con un planteamiento elitista, materialista e instrumentalizado del pueblo.

Tendrán mucho desparpajo para, con pocas palabras, darse a valer en la calle y diluir prejuicios.

Ese primer contacto casual ha sido la vía por la que algunas personas se han vinculado posteriormente, y han acudido a reuniones para dialogar, conocer y participar. También hay personas que se suscriben para recibir las revistas. Somos conscientes de que la mayoría pasa de largo cuando alguien les habla de una cultura solidaria. Pero no desfallecemos porque la voz puede hacer que Dios actúe en el corazón del otro.

¿Cuándo comenzaron su labor en Venezuela?

En 1994. Para nosotros fue importante la relación con el arzobispo brasileño Hélder Cámara. Lo invitamos a una convivencia en Santiago de Compostela, y nos hizo ver que no solo debíamos encabezar nuestras acciones con el lema de 'Campaña contra el Hambre', dando a la palabra 'hambre' el sentido de 'injusticia', sino que también debíamos enarbolar el concepto 'Justicia en las Relaciones Norte-Sur', porque en el desequilibrio Norte-Sur está una de las claves del mundo de hoy. Es una alegría ver cómo el Movimiento está muy vivo en América Latina. Con la pujanza que tenía en España en los años sesenta. Julián Gómez del Castillo dio allí muchos cursos. El porcentaje de población joven es muy elevado. Y es hermoso comprobar una y otra vez que en los barrios más marginados hay jóvenes tan inteligentes y creativos como los que viven en barrios de clase media.

¿Cuál es su planteamiento para integrarse en la realidad latinoamericana?

Ser alternativos a lo que han hecho muchos grupos de poder y muchas órdenes: buscar talentos, desclasarlos y que sean líderes de la clase media. Nosotros, en cambio, queremos vertebrar con personas que mejoren las condiciones de vida de la comunidad, siendo pilares pero no líderes, y sin desclasarse, sin irse. Promovemos a las personas para que colaboren, no para forjar líderes sin espíritu colectivo. También tuvimos que confrontar dialécticamente con las tendencias marxistas que justificaban la violencia para combatir las injusticias socioeconómicas, incluso a través de guerrillas. Nosotros nos oponemos totalmente al uso de la violencia. Con esos planteamientos, hemos sido criticados por la derecha y por la izquierda. Estamos acostumbrados a eso. Nuestro sitio en el mundo siempre ha sido vapuleado por la derecha y por la izquierda.

Una vivencia que les parezca especialmente admirable.

Hijos de campesinos que habían emigrado a las ciudades y vivían en chabolas de lata, adonde nos llevaban para atender a sus padres enfermos. De esos jóvenes que conocimos hace más de 15 años, y que no tenían hábito alguno de estudios, ahora son abogados, médicos, maestros, periodistas... Sobre todo, el ejemplo de una chica nacida y criada en un barrio chabolista. Estudió Magisterio, le propusieron ser profesora en dicho centro, pero prefirió seguir en su barrio, allí ha creado un colegio, que dirige, donde reciben educación más de 300 niños. Y ella sigue viviendo en una chabola, cuando lo tenía fácil para salir de esa zona.

¿Dónde han centrado su labor en Venezuela?

Nos hemos integrado al plan de trabajo de las redes de familias que forman parte del Movimiento Cultural Cristiano. En Ciudad Guayana, que tiene más de un millón de habitantes. En San Félix, en El Tigre... Y hemos descubierto la capacidad del ser humano para ser más fuerte que las tragedias que sufre. Conocimos a personas a las que se les han muerto hijos por enfermedades que se hubieran curado fácilmente. Y eso no las aplasta, la fortaleza de su espiritualidad es admirable. Y a estudiantes universitarias a las que atracan muchas veces, e incluso les quitan las gafas, no pueden comprarse otras, y así, sin gafas, han de estudiar los exámenes. Y niños esclavizados rebuscando en la basura. Venezuela es ahora un campo de concentración donde también se persigue a los cristianos valientes que denuncian en la calle las injusticias.

¿Cómo califican al régimen 'chavista' presidido por Maduro, que usa continuamente las palabras 'revolución' y 'revolucionario'?

Quienes mandan, apoyados por los servicios secretos cubanos, son militares venezolanos que hacen negocio con el narcotráfico. Es un poder tan delincuente que abre las cárceles para que matones ataquen en las calles. Es un Estado fallido, donde el régimen no tiene reparos en ver calles con personas muertas, o de hambre o por violencia. En un país con grandes riquezas donde las potencias luchan por repartírselas. Como sucede en toda Iberoamérica, y en África. En Venezuela, la corrupción de terratenientes y militaristas ya era escandalosa cuando gobernaban los partidos conservadores y socialdemócratas, como el de Carlos Andrés Pérez.

En ese contexto, ¿les resulta fácil inculcar valores de ejemplaridad y solidaridad?

Es fundamental que la comunidad esté en permanente estado de revisión de su acción, analizando la realidad, para que la corrupción no penetre en un estilo de vida profundamente moral, y que nadie vaya a traicionar. Es una combinación de evangelización personal y de una cultura solidaria. Todo de modo participativo, con asambleas. Porque si alguien intenta hacer algo en solitario, su eficacia disminuye.

En España, ¿logran que los transeúntes reflexionen, cuando se topan con sus manifestaciones por la justicia en las relaciones Norte-Sur, y en contra del hambre y la violencia?

Están planteadas como un via crucis. Por la megafonía, con frases cortas, vamos denunciando la existencia de niños prostituidos, de niños soldado, de niños esclavizados... En el que hacemos en Navidad, al final ponemos todas esas fotos de niños conformando con ellas la figura de una cruz, dejando un hueco para situar un Niño Jesús en un pesebre. Simbolizando que de una cruz nace, que en el mundo de hoy hay una cruz, y que es la esperanza del mundo de hoy.

En ciudades como Sevilla, miles de personas se organizan para ir a ver otro tipo de via crucis. ¿Qué les parece?

No tenemos ningún problema ideológico ante el via crucis de las cofradías. Son un elemento cultural que desde hace siglos forma parte de la sociedad. Son instituciones diferentes a nosotros, con un carisma diferente, y que hacen una labor social diferente. Nos alegramos de ello. Nosotros no estamos en la lógica de la competitividad. Por ejemplo, es de agradecer la aportación que varias hermandades han hecho a través de Cáritas para que se envíe leche en polvo a Venezuela. Y con muchas personas de cofradías tenemos relación a través de la Casa de Formación y Espiritualidad, en el municipio sevillano de Guadalcanal. Un convenio de clarisas que se estaba cayendo y el Arzobispado de Sevilla nos cedió. Con nuestras manos lo rehabilitamos, allí se hacen muchas actividades, y siempre que está disponible se lo cedemos a otros colectivos: seminaristas, scouts, parroquias...

¿Les han descubierto muchas personas a través de ese lugar?

Sí, porque de ello informa el Arzobispado a través de sus boletines. Por ejemplo, damos un curso sobre Historia de la Iglesia. La mayoría de los asistentes proceden de cofradías, fundadas hace varios siglos, y así van ampliando sus conocimientos y su conciencia. Nuestro reto es que fuéramos capaces de conseguir que en el siglo XXV esté arraigada la cultura de la fe y la solidaridad. No en función de cuestiones estéticas.

¿En otras zonas de España organizan actividades similares?

Sobre todo en verano, en el Monasterio de Nuestra Señora del Soto, en Cantabria, que ha sido rehabilitado. Para personas de toda España hacemos cursos, campamentos, encuentros de familias... Durante mes y medio se suceden multitud de actividades, para niños, o jóvenes, o adultos. Participan misioneros y laicos que están trabajando en África, Filipinas, América... Queremos que sea la universidad de los pobres.

Cuando alguien a ustedes les denomina misioneros, ¿les agrada?

Somos laicos y preferimos la palabra apostolado. Nosotros entendemos que la Iglesia no tiene una misión, sino que es misión. Un cristiano no puede no ser misionero. Espiritualidad y transformación del mundo van unidos. Cultivar la dimensión espiritual para la apostólica. Y vivir la familia como la institución básica que construye la vida política y económica. Hay que educar a la gente para que se atreva a tener hijos y conformar familias sólidas que no le tengan miedo a la vida. A la estructura básica de nuestro Movimiento le llamamos familia de familias.

¿Cuál es la responsabilidad de la Iglesia en la crisis de valores de las sociedades donde la mayoría de la población se siente vinculada al cristianismo?

Se está imponiendo la globalización de la indiferencia, como la define el Papa Francisco. Un imperialismo económico y financiero de guante blanco, un nuevo modelo de totalitarismo oculto tras los avances tecnológicos que quiere individuos esclavos con mentalidad de esclavos. Lo vemos en las calles cuando le hablamos a muchas personas. Les resulta ofensivo que se les hable de pobreza, de hambre. El mero hecho de mostrarles la cara de la pobreza les supone sentirse molestados. En muchos lugares del mundo, la Iglesia es perseguida para que no alce su voz ante esos poderes. Los partidos tienen que cambiar porque ese totalitarismo está fomentando la destrucción de las estructuras solidarias del ser humano: la familia, el trabajo digno, el compromiso político.

La reciente cumbre en el Vaticano para un cambio radical en la Iglesia con el propósito de combatir el encubrimiento de la pederastia, ¿no debería dar pie a una profunda reforma interna para que sea una institución donde las mujeres tengan el mismo protagonismo que los hombres, y donde se replanteen los criterios sobre la sexualidad de la condición humana?

Nosotros no consideramos que quienes ejercen el sacerdocio deban casarse. El patrimonio doctrinal de la Iglesia debe ser mantenido, y su evolución ha de ser siempre basada en la prudencia. La ortodoxia no se puede ir de las manos, y nos sentimos fortalecidos por la labor de los sacerdotes, y que nos aporten los sacramentos. A nosotros lo que nos agobia es la debilidad de lo extraeclesial, la escasa vocación de los laicos en tantos ámbitos que tienen en su mano: la educación de sus hijos, el mundo laboral, las empresas, los colegios, las universidades. ¡Hay tanto por hacer en el laicado! Esa es nuestra lucha.