Pastelitos con sabor a gloria

La muestra de dulces de conventos se celebra hasta el martes en el palacio Gótico del Alcázar

03 dic 2016 / 19:44 h - Actualizado: 04 dic 2016 / 00:47 h.
"Navidad en Sevilla"
  • Josefita, una voluntaria de 87 años.
  • Sevillanos y turistas se acercan al Alcázar para comprar los dulces de las monjas. / El Correo TV
    Sevillanos y turistas se acercan al Alcázar para comprar los dulces de las monjas. / El Correo TV
  • Este año se venden productos sin azúcar, sin lactosa o incluso sin gluten.
    Este año se venden productos sin azúcar, sin lactosa o incluso sin gluten.
  • Pastelitos con sabor a gloria

«Mi Navidad empieza siempre estos días, con estos dulces, y termina con el rosco de Reyes», explicaba una mujer que llenaba su cesta de productos de las monjas clarisas en compañía del resto de su familia. «¡Eso es sevillanía, señora, eso sí que es sevillanía!», le replicaba una de las voluntarias que la atendían tras el mostrador. Era una de las estampas más clásicas de todas las que se vivían en el palacio Gótico del Real Alcázar, escenario desde este sábado de la XXXII edición de la muestra anual de exposición y venta de dulces de clausura, que reúne los más delicados productos nacidos de los hornos y las cocinas de los conventos sevillanos con los que endulzar estas fiestas.

Una de las citas más clásicas en el calendario de este puente de diciembre hispalense que en su primera jornada logró sobreponerse a la tarde invernal que la alerta amarilla por lluvias había dibujado en el cielo sevillano, encapotado y a la vez empeñado en empapar las ilusiones de quienes llevaban meses preparando esta exposición. «La verdad es que estos años de lluvia se acaba notando en la recaudación, pero nosotros seguimos invitando a la gente a que no se quede en casa y venga. ¡Qué mejor que el Alcázar y estos dulces para pasar la tarde!», explica Claudia Hernández, una de los más de cien voluntarios que colaboran cada año con las monjas en la venta de sus productos. «No solo viven de rezar. Esto nos permite recordar que están todo el año vendiendo dulces tras el torno y que durante estos cuatro días se puede venir a comprar aquí y así las ayudamos a mantener los conventos y también a poder subsistir».

Ese es el principal objetivo de una muestra que estará abierta hasta este martes 6 de diciembre, en horario de 10 a 19 horas de forma ininterrumpida, y con acceso gratuito al Alcázar a través del patio de Banderas. Allí podrá encontrar un amplio muestrario de estos dulces con alma de convento, realizados de forma completamente artesanal por las religiosas, y que incluso han sabido adaptarse a las nuevas necesidades del mercado ofreciendo productos específicos. Así lo hacen las religiosas del convento de la Purísima Concepción de las Carmelitas Descalzas de Utrera, que ofrecen dulces como las galletas y los almendrados con chocolate, realizados todos sin lactosa, para que nadie se quede sin darse un capricho. «Hay que adaptarse a las necesidades de cualquier persona», explican. Por eso también los hay sin azúcar e incluso, como en el caso de las clásicas yemas del convento de San Leandro, hasta sin gluten.

En total, en esta edición participan una veintena de conventos, ocho de ellos de la capital y doce del resto de la provincia. Entre ellos destaca el regreso, tras más de dos décadas de ausencia, de las religiosas del convento de Santa María la Real del municipio de Bormujos. «Dejaron de venir en el 96 y ahora vuelven con el pestiño que no engorda, hecho al horno y cargadito de miel. Ya se sabe, la alacena de las monjas que te da gloria bendita», relata Auxi, una de las colaboradoras y apasionada confesa de estos dulces.

Ella, como el resto de los voluntarios, ponen palabras y todo el cariño del mundo al trabajo artesanal de las monjas. «Los turistas no conocen lo que se cuece tras los tornos de los conventos y nosotros se lo explicamos», aclara. Y hasta se atreven a dar algún que otro sabio consejo. «A estos hojaldres le pones un poco de chocolate por encima y están todavía más buenos», revela Josefita, que a sus 87 años no duda en poner su granito de arena a esta buena causa. Su rostro, que no engaña, denota esa felicidad que le produce contar en primera persona que estos dulces son auténticos bocados celestiales con los que dar la bienvenida a la Navidad.