El juego de mesa antes que el móvil

Los psicólogos recomiendan regalar juguetes que fomenten la conexión emocional con los pequeños y que estén adaptados a la edad y a los gustos

01 nov 2017 / 22:11 h - Actualizado: 02 nov 2017 / 13:08 h.
"Juguetes","Psicología","La hora de los juguetes"
  • Estantería repleta de juegos de mesa, una de las recomendaciones de los psicólogos, en una tienda sevillana. / El Correo
    Estantería repleta de juegos de mesa, una de las recomendaciones de los psicólogos, en una tienda sevillana. / El Correo

«Con los niños, hay que recuperar la costumbre de sentarse todos alrededor de la mesa a jugar juntos». Es el principal consejo que, ante la llegada inminente de la época de los regalos por excelencia, ofrece a los padres la coordinadora de psicología educativa del Colegio Oficial de Psicología de Andalucía Occidental, Yolanda Martínez. Y por eso, antes de meterse en faenas numéricas, insiste en que regalar juegos de mesa es una forma de «conectar emocionalmente con los niños, ayudándonos además a servirles como modelo para la cooperación o para gestionar la competición».

Según Martínez, de esta forma los pequeños adquirirán las habilidades para saber ganar y perder o tolerar la frustración, valores que hoy en día se están perdiendo. En este sentido, insiste en que más que apostar por regalos individuales, como un móvil, resulta más adecuado elegir juguetes colectivos. Eso sí, si nos decantamos por esta opción, es importante que los adultos «miren y lean detenidamente las instrucciones de los juegos en cuestión, para comprobar que se ajustan a las capacidades del niño y, sobre todo, a su edad».

Tampoco hay que olvidar, a juicio de esta psicóloga, los gustos de los hijos, o sea, que no hay que regalarles cosas que, en realidad, son del gusto de los padres. «Muchas veces nos encontramos con que se les compra el típico videojuego o la videoconsola que quiere el adulto, y se aprovecha como excusa la coyuntura del regalo del niño para adquirirla», señala Martínez. En esa línea, apunta que ocurre lo mismo con el balón de fútbol, «porque quizás estamos dirigiendo sin darnos cuenta los deseos o los gustos de mentes que están en construcción».

Lo más importante, por tanto, es adaptar el regalo «al gusto y a la edad». En las primeras etapas de la vida, entre cero y tres años aproximadamente, Martínez recomienda juguetes que desarrollen aptitudes, la psicomotricidad o la coordinación. Aquí la bicicleta o el patinete clásico, con los que además se hace deporte, deben tomarse como alternativas a las modas de los coches o patinetes eléctricos. A partir de los cuatro años, Martínez manifiesta que es conveniente buscar en el juego factores que potencien la atención, la memoria y la planificación, «que ya incluyan normas y reglas».

La cantidad de juguetes es otra de las cuestiones que es bueno regular. La coordinadora de psicología educativa del Colegio Oficial de Psicología de Andalucía Occidental afirma que no hay un número idóneo, pero sí sugiere tener un presupuesto acotado, que en casa se maneje una horquilla de entre tres y cinco regalos y advertir a la familia –sobre todo si se trata del primer nieto o el primer sobrino– de que con un detalle es más que suficiente.

Y, ¿cómo gestionar que el niño pida un juguete inadecuado para su edad? La clave está en la «responsabilidad» de los padres. Así, ante la posible presión que se sufra porque los amigos del pequeño sí que tengan ese regalo en cuestión, «ellos son los adultos y son los que tienen que decidir si es apropiado. Si todos tomásemos decisiones responsables en ese sentido, no tendríamos que lamentar luego problemas de agresividad en la adolescencia y demás trastornos de la conducta que observamos en esa etapa». Se refiere, concretamente, a videojuegos indicados para mayores de 18 años y que incluyen escenas explícitas de violencia y sexo o de actitudes machistas, de los que se observa que muchos menores son jugadores habituales con el consentimiento –y también desconocimiento– paterno.

En cuanto a los móviles, para Martínez, de nuevo la clave está en el control del adulto. «No hay una edad concreta para darle un smartphone al niño. En las grandes ciudades, por necesidades de comunicación entre las familias, es inevitable adelantar su compra», explica, puntualizando que, en cualquier caso, el aparato en sí no es el problema. «Lo que hay que evitar es el acceso a las redes sociales sin que pasen un filtro, así que, si damos móviles a niños de entre 10 y 12 años, lo lógico es que su uso esté supervisado por un adulto», sentencia.