«Hoy el castigo más grave a un niño es quitarle el móvil»

José F. Garrido es director del IES Chaves Nogales de Sevilla Este, destacado en el uso de nuevas tecnologías aplicadas a la educación, subraya que el papel de la familia es fundamental en el aprendizaje de un buen uso de los dispositivos y las redes sociales

02 abr 2018 / 22:19 h - Actualizado: 03 abr 2018 / 08:13 h.
"Educación","Internet","Redes Sociales","'Adicciones digitales'"
  • José F. Garrido, director del IES Chaves Nogales, en su centro de trabajo. / Jesús Barrera
    José F. Garrido, director del IES Chaves Nogales, en su centro de trabajo. / Jesús Barrera

La alarma en torno al abuso de la tecnología por parte de los jóvenes, ¿está justificada?

—En la sociedad actual no hay blancos o negros, sino una escala de grises muy amplia. Todos somos conscientes de que el uso de las redes por parte de los chavales está a la orden del día: eso trae disfunciones y problemas que sería absurdo ocultar. Hay que preocuparse, pero tampoco podemos caer en una alarma desaforada e irreflexiva.

¿Qué parte de responsabilidad tienen las familias a la hora de evitar adicciones?

—Es muy importante, porque a veces esos abusos vienen propiciados por las propias familias, que encuentran en el móvil un modo de tener entretenidos a sus hijos. De hecho, en la actualidad lo más grave con lo que puedes castigar a un chaval es quitándole el teléfono: se vienen abajo.

¿Qué pueden hacer, pues, los padres?

—Tenemos una frase bandera que se puede usar en varios contextos: hay que educar en el uso. Cuando éramos pequeñitos, nos enseñaban a usar el cuchillo y el tenedor, pero a nadie se le decía que sirvieran para matar a nadie. ¿Cuál es la diferencia? Pues que nuestras familias sabían usar ambos cubiertos, pero eso no ocurre tanto con las nuevas tecnologías. Hay que saber distinguir qué se puede hacer, qué no. Pero las familias no tienen estrategia, no tienen estrategia, ignoran qué está bien o mal. Está el padre que asegura que su hijo, de móvil, nada de nada, lo cual es también irreal, y el que no sabe cuándo quitárselo.

Las nuevas tecnologías, ¿han incrementado el acoso y el bullying, como muchos temen?

—Se habla mucho de esos fenómenos, y tiene su trasfondo de verdad. Pero es más habitual la falta de contacto con la realidad, el contacto de muchos chavales únicamente con la ciberrrealidad. No se relacionan, no salen manejarse en las distancias cortas. Y hay también quien usa Twitter o Instagram sin pensar que eso tiene repercusión, cuentan su vida con una transparencia total. Si la sociedad no educa en este sentido, los niños van a seguir usando estos medios, pero mal.

¿Qué más les preocupa?

—Los contactos indeseables, no solo relacionados con conductas sexuales o bullying, sino con sectas, con la posibilidad de entrar en grupos ultras o simplemente de obsesionarse con un tema. Los chicos no saben filtrar. Si su hijo solo está en una cosa día y noche, hay que tratar de ampliarle el abanico. También me empiezan a preocupar los influencers y youtubers.

Sí, muchos son ídolos de masas y al mismo tiempo son manipulados de muchas maneras, ¿no?

—Sí, actúan simplemente para tener más ciberaceptación social, pero hemos visto a niños de 12 años con más de 65.000 seguidores, y esa edad no es fácil gestionar esas cosas, acaban cobrando por promocionar determinadas marcas. Hay chicas y chicos en Instagram con miles de seguidores que viven para hacerse una foto. Hay que organizar esos fenómenos para que tengan una utilidad beneficiosa.

Lo seguro es que, a día de hoy, negarle a un adolescente que entre en redes es poco menos que condenarlo a la muerte civil...

—No le puedes poner puertas al campo. Decirle eso a un chico de 16 años es engañarse. Las va a usar.

¿Cómo han ido las experiencias en el Chaves Nogales con las TIC?

—Aplicamos la filosofía BYOD (Bring your own device, Trae tu propia tecnología) de modo que cada alumno trae su dispositivo. Tenemos los mismos problemas que otros centros con alumnos que abusan de los móviles, pero la mayoría sabe qué usar y qué no, y cuándo. Enseñar eso es una función que antes no tenían familiares y sistema educativo, y nos ha caído encima.

¿Han llegado a tener casos de adicción digital tan graves que requieran ayuda especializada?

—No, como mucho hemos tenido que hablar con los padres. Cuando vemos que se hace un mal uso de los móviles, los retiramos, y si es una conducta reiterativa, hablamos con los padres. Detectamos esas cosas, como cuando ves que un alumno tienen las manos moradas, y debes hablar con su familia para ver si tiene algún problema de corazón... Pues lo mismo si crees que el niño vive por y para las redes sociales. Pero no hemos tenido ningún caso patológico de adicción.

¿Sobreviviremos a esta era digital, o como piensan los más pesimistas, vamos camino del desastre?

—Mi opinión es que estamos obligados a sobrevivir, otro tema es en qué condiciones sobreviviremos... Por otro lado, cuando viajas, te das cuenta de que España registra un consumo de redes mayor que el de otros países. Supongo que poco a poco se irán haciendo pequeños ajustes, se tendrá que ir normalizando el uso de todos estos recursos... Pero lo que está claro es que dentro de 20 años la sociedad será otra. La sociedad del siglo XXI no puede ser como la del XX, ni como la del XIX. La cuestión que queda en el aire es, ¿cuántos cardenales vamos a tener, cuántos golpes vamos a darnos antes de que todo se normalice?