Talavante no aparecerá en la parrilla de salida de la temporada 2019. Tampoco se sabe cuándo estará listo para volver a vestir ese traje de luces que dejó colgado el mismo día que Padilla se despedía de las plazas españolas, en las fiestas zaragozanas de El Pilar. El anuncio inesperado de la retirada del extremeño llegó a eclipsar el adiós del jerezano en el ruedo en el que había estado a punto de perder la vida siete años antes. “Alejandro Talavante se retira por tiempo indefinido”. Era el escueto mensaje publicado por el equipo de prensa del torero; nada más. Ya se lo contamos... como el fuego graneado –con el trasfondo de su anterior apoderamiento- que siguió a la espantada. Pero el ‘Tala’, ésa es la verdad, es el único que hasta ahora no ha dicho esta boca es mía sobre las definitivas razones de su huida al desierto. Sí lo hizo algún periodista afín colocando en la diana a Toño Matilla, el influyente, traído y llevado taurino charro que llegó a sacar un inusual comunicado que le sirvió para salvar sus muebles particulares en este entuerto en el que, a priori, no había quedado bien parado.

Matilla, entre la espada y la pared, negó cualquier boicot sobre la carrera del extremeño desvelando –sin que nadie lo haya desmentido- que el torero pretendía “cobrar más que el que más”. A partir de ahí, la ruptura era un hecho. No se podía defender en lo que no creía. Las pretensiones de Talavante eran inasumibles en base a su discreto tirón taquillero, señalado por Matilla. Las lanzas al taurino charro comenzaron a convertirse en cañas, especialmente cuando Simón Casas, que le va la marcha, desveló los sustanciosos horarios madrileños del melancólico diestro pacense, aumentados gracias a los oficios de su ex apoderado de 160.000 a 240.000 euritos del ala. El retrato victimista había quedado desmontado...

Llegados a este punto hay que seguir recapitulando y formulando algunas preguntas: ¿Fue la ruptura con la casa Matilla la verdadera causa de su salida de algunas ferias del primer circuito? A partir de ahí llegó la soledad, la inmersión en un particular bucle melancólico y algunos meses después esa fallida apuesta otoñal en los Madriles. La afrontó jugando en el famoso bombo de Simón Casas. Pero las bolas no salieron premiadas.

¿Cómo fue la temporada de Alejandro Talavante? La abrió saliendo a hombros en Olivenza. También habría puerta grande en Castellón antes de pasar entre silencios en Valencia con la mirada puesta en las tres tardes contratadas en la Feria de Abril. En la primera de ellas, con los toros de Matilla que aún eran sus apoderados, se llevó la única oreja de una tarde de ínfimo nivel ganadero en la que sólo brilló el empuje de Roca Rey. En la crónica publicada en El Correo de Andalucía señalábamos que (a Talavante) “se le vio algo más dispuesto que en otras ocasiones para aprovechar las buenas o malas condiciones que le brindaron sus respectivos toros”. ¿Qué pasó en la segunda? Las reses pertenecían esta vez a la divisa de Garcigrande que puso aquella tarde los dos mejores ejemplares en manos de El Juli. A uno le cortó las dos orejas. Al otro, el célebre y ya difunto ‘Orgullito’ lo indultó. Ponce cortó otra oreja pero Talavante, en su peor versión, ni existió: cortó por lo sano con el vacío tercero y pasó un mal rato con el duro sexto, que le pidió el carnet.

Quedaba el tercer compromiso sevillano, con los codiciados ejemplares de Núñez del Cuvillo que hicieron honor a su fama. El diestro extremeño, esta vez sí, se sacudió el muermo cuajando al buen tercero en una jornada en la que, por fin, Manzanares se acercó a sus mejores fueros. En la crónica de El Correo se destacó que le había tocado una de las bolas premiadas del envío de Vejer. Pero también que estuvo a su altura en una faena que rompió por todo lo alto con la mano izquierda.

¿Qué pasó después? En Jerez, por la Feria del Caballo, se le vio ausente, absolutamente desmotivado. Madrid ya estaba en el horizonte: en su primera comparecencia ya se llevó una oreja de un toro de Cuvillo; fue silenciado en la segunda y, por fin, abrió la Puerta Grande en la tercera, de nuevo con los ejemplares de Núñez del Cuvillo. Aquello fue su gloria, pero también su tragedia. Dispuesto a defender su supuesta primacía, forzó la máquina en las negociaciones de las nuevas ferias hasta desencadenar la comentada ruptura con Toño Matilla, que no estaba dispuesto a asumir las nuevas aspiraciones dinerarias de su poderdante. El divorcio se precipitó después de pasar por la feria del Corpus de Granada, en la que se llevó otras cuatro orejas.

A partir de ahí, afrontó un calendario de retaguardia –no demasiado pródigo en contratos- que incluyó las plazas de Alicante, León, Zamora, Segovia, Mont-de-Marsan, Santander, Pontevedra, Gijón, Málaga o Almería, en la que sí se le vio en absoluta plenitud en una tarde en la que mereció salir a hombros con Morante y Ginés Marín. Entonces ya se sabía que había metido las dos bolas en el bombo de Simón Casas... El verano ya estaba dando la vuelta, apuntando a ese otoño madrileño en el que le esperaban un doble bocado de distinto sabor: los toros de Adolfo Martín y los de Victoriano del Río. La apuesta, de alguna manera, era al todo o nada. Y salió cruz. El eclipse llegó en Zaragoza. No sabemos hasta cuándo.