Observatorio taurino

El emperador está desnudo...

La tardía presentación del cartel que encarga cada año la Real Maestranza de Sevilla ha logrado una dudosa unanimidad: la del rechazo a la propuesta del creador Danh Vö

14 mar 2022 / 12:05 h - Actualizado: 14 mar 2022 / 12:27 h.
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  • El creador vietnamita Danh Vö posa con los carteles que ha pintado para la Maestranza. Foto: Toromedia
    El creador vietnamita Danh Vö posa con los carteles que ha pintado para la Maestranza. Foto: Toromedia

Por más que el galerista nos refiera el cuento de María Sarmiento (que ya sabemos lo que soltó y se lo llevó el viento), el cartel o carteles que se ha traído Danh Vö para anunciar la temporada taurina 2022 en la plaza de toros de Sevilla son un mero y simple ejercicio de caligrafía, más o menos original; más o menos brillante; no sabemos si oportuno... Pero es eso: letras de factura gótica, difíciles de leer a cierta distancia, rotuladas sobre dos fondos distintos que evocan los colores de la muleta y el capote. Letras que necesitaban demasiadas explicaciones, como la formación religiosa del padre del artista, que había aprendido la caligrafía de los frailes franceses que evangelizaban Vietnam. ¿Hacían falta tantas alforjas para tan corto viaje? ¿El pintor vietnamita nos engañó como chinos?

Su propuesta pertenece a un mundo, el del llamado arte contemporáneo, que vive confinado en su altiva mandorla alimentando un mercado de humo que nada tiene que ver con la calle. No, no se le puede negar a la Real Maestranza de Caballería, artífice del encargo, la altura de miras de una propuesta que ya ha rebasado el cuarto de siglo. La colección de carteles tiene ganada el futuro pero encuentra demasiados escollos en su presente inmediato. El tiempo dirá si la sopa de letras del vietnamita sonriente –que sí tiene una interesante historia personal y familiar- se convierte en una obra de referencia dentro de ese catálogo iniciado en 1994 gracias al decidido impulso del recordado pintor y maestrante Juan Maestre de León.

Punto de no retorno...

Pero el cartel podría haber alcanzado un peligroso punto de no retorno. Falla en un parámetro fundamental: no tiene en cuenta el público, tan preciso, al que va destinado. El aficionado difícilmente se puede ver retratado en ese tipo de propuestas. Pero el debate, en realidad, es mucho más amplio y rebasa el ámbito de la iniciativa maestrante. Andamos chapoteando en las orillas de este despotismo artístico –el del arte contemporáneo- en el que casi nadie se atreve a disentir por miedo a ser tachado de indocumentado.

Pues hay que volver a Sevilla, al cartel de la Maestranza: por más que se invoque a Lorca, o la figura de Sánchez Mejías, el cromatismo de la fiesta o la biblia en pasta ahí sólo hay dos letreros medio ilegibles que nos ha colocado un tío en vaqueros y los zapatos llenos de polvo que, eso sí, no ha cobrado un duro por el díptico. No, no hace falta ser el niño de cuento para señalar que el emperador está desnudo. El ininteligible arte contemporáneo necesita de una monserga pseudoliteraria que lo justifique pero el verdadero arte, el que emociona, interpela, alegra, entristece, sorprende... el arte que arrebata no necesita de ninguna explicación. Se de hoy, de ayer o de antes de ayer. La pregunta es... ¿ha llegado el momento de plantearse algún giro de timón? El asunto compete al cuerpo nobiliario, que es el que se juega los cuartos y empeña su prestigio.

El emperador está desnudo...
El diestro alicantino José María Manzanares posa en las estancias del palacio de Las Dueñas. Foto: Toromedia

Toreros y palacios: elogio de la belleza

Y si el cartel ha logrado encontrar ese unánime rechazo, no se puede decir lo mismo de la campaña promocional puesta en marcha por la empresa Pagés. Ahí sobran explicaciones y monsergas. Las agencias Toromedia y Frente a Texto, sobre la idea del fotógrafo Tomás Muruaga, han ideado un deslumbrante spot que sitúa a Morante, Manzanares y El Juli en la Casa de las Dueñas, propiedad del ducado de Alba; a Pablo Aguado y Roca Rey, en la Casa Salinas y a Juan Ortega en la sobria intimidad de la Santa Caridad. La guinda la pone la inconfundible voz de Antonio García Barbeito.

El resultado ya está corriendo por las redes y está a punto de instalarse en los más variados soportes publicitarios. Es necesario ubicar al toreo, tratarlo como un activo más de esta ciudad, Sevilla, que no se puede entender sin su monumentalidad –patrimonio material- pero tampoco sin ese patrimonio intangible que aporta la tauromaquia y su riquísimo universo. El revuelo del capote floreado de Manzanares delante de los tapices de los Alba es un auténtico poema visual. La puesta en escena imposible –sólo puede salirle a él- de ese Morante vestido de corto, con montera decimonónica y abrigado con un capote de paseo no deja a nadie indiferente... Es la inexplorada –y olvidada- fuerza mediática de los hombres que se visten de luces a la atardecer...

A partir de ahí la reflexión es obligada: ¿No merecería la pena presentar una campaña de ese nivel junto a los propios carteles en una gala u acto a la altura del acontecimiento? ¿No sería recomendable enseñar esos esplendores a las fuerzas vivas, la industria del turismo, las agencias de viajes, las autoridades, los grandes medios...? La obsoleta rueda de prensa en la que se leen unas combinaciones de toros y toreros que ya son de dominio público ya ha rebasado su fecha de caducidad. El único interés del acto pasa por conocer de boca del empresario los pormenores de las negociaciones y los vericuetos de las presencias y ausencias. Nada más. Ahí quedan esas preguntas...

Una más de José Tomás

Llenará los hoteles –dicen que ya no queda una plaza libre ni en Jaén ni alrededores-, pondrá hasta los topes los restaurantes, animará la reventa, el comercio y hasta el ambiente de la capital del Santo Reino que, con Alberto García a la batuta, se ha llevado el gato al agua en la contratación del divinizado diestro de Galapagar el próximo 12 de junio. Llevaba sin vestirse de luces desde el Corpus granadino de 2019 aunque llegó a estar anunciado en un doble bolo en Nimes que no pudo celebrarse por culpa de la pandemia.

En Granada sólo estoqueó cuatro toros con el amparo de un rejoneador que nada aportaba. Era la misma fórmula que iba a emplear en el coliseo nimeño. Y será la misma, sin carga de caballería, que adopte en el coso de La Alameda de Jaén que se llenará hasta los topes para la ocasión. ¿Añade la (re)aparición del diestro de Galapagar algún argumento a la gran temporada? ¿Las estrategias del divino benefician la deriva de la fiesta? ¿Es pan para hoy y hambre para mañana? A José Tomás lo va a ver un guardia. Yo también...