Observatorio taurino

Hijos de Caín

Las protestas de las cuadrillas delante del ministerio de Trabajo no dejan de ser un síntoma más de la peligrosa resurrección de las dos Españas alentada por sus políticos

27 jul 2020 / 15:03 h - Actualizado: 27 jul 2020 / 15:05 h.
"Observatorio taurino"
  • Hijos de Caín

Monedero, la ministra Díaz y dos banderilleros anarquistas

La cosa se ha puesto fea y aunque algunos quieran quedarse con la foto fija del dudoso escrache a la nefasta ministra Díaz en no sé qué acto de Toledo la realidad es otra. El gobierno de España, o parte de él, prefiere agarrarse a sus dudosos postulados ideológicos hasta el punto de rozar la prevaricación. Todo, antes de favorecer la tramitación de las ayudas que necesita el proletariado del toreo para sobrevivir. Está muy bien ponerse estupendo, afear el comportamiento de las alas más exaltadas del gremio o decir –rendidos a la demagogia más absoluta- que los toreros no pueden pasar hambre cuando uno de ellos se ha comprado un casoplón y tal y tal... ¿Qué tiene que ver la fortuna de una figura con el sueldo de un banderillero, un picador o un mozo de espadas? El ninguneo sistemático al sector ha llevado a estos extremos indeseados para todos pero es que, más allá del debate taurino o antitaurino, está en juego el pan de centenares de familias que lo están pasando mal, muy mal mientras algunos se dedican a azuzar a una España contra otra y a poner sellos de buenos y malos.

Así está el solar patrio. La cosa está que arde, y el odio empieza a correr peligrosamente, sin freno, despertando fantasmas que deberían estar encerrados. Algunos recogen lo que han sembrado: sólo así se puede explicar la turbamulta que se formó en ese bar de Sanlúcar que usted y yo conocemos para echar al tal Monedero. Mala cosa. Le dieron alas para seguir vendiendo su mercancía ajada. El gurú morado, cacareando y sin plumas, no tardó en emplear las dichosas redes sociales para invocar a Lorca y hablar de fusilamientos, haciéndose la picha un lío con el dichoso 36. Pero el tipo –que abofeteó a un camarero, por cierto- olvidó un dato que nos lleva al encabezamiento de estas líneas: el grandioso poeta de Fuente Vaqueros fue pasado por las armas junto a maestro de escuela y dos banderilleros anarquistas. Se llamaban Francisco Galadí y Joaquín Arcollas. En estos tiempos no les habrían dejado ni afiliarse.

Por la boca muere el pez

Parece que las protestas podrían haber calado, al menos fuera del búnker podemita del ministerio de Trabajo. Y hablando de la ministra, se ha hecho la mártir doliéndose del presunto escrache en esas redes que hacen bueno el viejo dicho: por la boca muere el pez. Rastreando en cuenta personal encontramos esta pasmosa declaración: “los escraches son la única arma que tienen los que sufren la crisis para defenderse”. Sus amiguetes Pablo e Irene, emparejados y residentes en Galapagar, se apresuraron a condenar los actos presuntamente violentos que amargaron la jornada toledana de doña Yolanda. El caso es que Iglesias, antes de comprarse esas chaquetas que le vienen tan grandes comentaba que dichos escraches “son un mecanismo democrático para que los responsables de la crisis sientan una mínima parte de sus consecuencias”. La señora Iglesias –de soltera Irene Montero-, a la que tiene colocada en el gobierno del Reino de España, tampoco quería ser menos. “Escrache no es acoso, es interpelar a los diputados para que hablen con nosotros y no nos den la espalda”. ¿Las cosas son buenas o malas según quién las provoca? No hay más preguntas...

¿Podría haber solución?

Afortunadamente en la hipertrofiada mesa del consejo de ministros hay algunos perfiles más moderados. Uno de ellos es el de Rodríguez Uribes, ministro de Cultura, que ha vuelto a salir a la palestra después de todo el follón con unas declaraciones publicadas en ‘El Periódico de Extremadura’. El ministro anuncia una enmienda al decreto de apoyo al sector cultural por la crisis económica y sanitaria derivada del covid-19. Se trataría de ubicar, sin el más mínimo resquicio a la duda, al mundo del toro en las ayudas prometidas, sacándolo de la tierra de nadie en la que ahora se encuentra. Rodríguez Uribes está lejos, lejísimos de ser considerado un taurino. Su entusiasmo por este fabuloso es perfectamente descriptible pero tampoco se le puede negar que ha sido el único ministro del babélico e ingobernable gobierno del señor Sánchez que se ha dignado a escuchar, recibir y alentar –sin demasiados resultados hasta ahora- al sector. Sus declaraciones son inequívocas: “Estamos hablando de trabajadores muy vulnerables, de gente muy sencilla del mundo de la Tauromaquia, no de las estrellas y grandes toreros que no necesitan ninguna ayuda económica”.

Pero ojo, no podemos pretender vivir de subvenciones. El sector tiene que ponerse en marcha. Desde ya: empresas y primeras figuras. Algunas administraciones autonómicas están dando verdaderas oportunidades para reactivar el sector. En Andalucía, con el 50% del aforo permitido se van a dar toros en Huelva y en El Puerto de Santa María además de algunos ruedos menores. Desde esa perspectiva no se entiende que la empresa del llamado primer ruedo del mundo –hablamos de la plaza de toros de Las Ventas- haya tirado la toalla anunciando la suspensión indefinida de la temporada. El problema, una vez más está dentro. Casas infló interesadamente el canon de explotación del embudo madrileño y ahora no está dispuesto a poner en marcha una programación taurina que le obligaría a desembolsar la pastora imperio. ¿El asunto tiene solución? Vaya usted a saber...

En la muerte de Finito de Triana

La desaparición de Antonio Martínez, el gran Finito de Triana, es un capítulo más del triste descaste de esa gran generación de grandes toreros y mejores hombres sin la que no se puede entender la historia del toreo según Sevilla. El ‘Fino’, con esos achaques y dolores que arrastraba desde hace tanto, era de esa pasta especial, un tío como la copa de un pino que resolvía con maestría la difícil ecuación de respeto, humildad y categoría que adorna a los grandes. Hablar de Finito es poner en pie toda una época de la historia del toreo. Antonio pertenecía al paisaje humano más inconfundible de esta ciudad, en especial de esa orilla derecha de la que tomó su nombre de guerra. Se han marchado ya muchos compañeros de esa generación –Pío, Luque Gago, Curro Puya y tantos otros- que torearon a las órdenes de los colosos. Formaban –y siguen formando- la familia más reconocible del mundillo taurino sevillano. Va por ellos...