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Seis nuevas entregas de literatura fantástica con el sello de Pedro Tabernero

El editor sevillano reúne, en seis volúmenes exquisitos, los inquietantes cuentos de Hipólito G. Navarro, Juan José Téllez, Francisco Núñez Roldán, Antonio Sancho, José Antonio Ramírez Lozano y Ramón Pérez Montero ilustrados por profesionales de muy distintos ámbitos

Álvaro Romero @aromerobernal1 /
15 ene 2022 / 15:18 h - Actualizado: 15 ene 2022 / 15:21 h.
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  • Hipólito G. Navarro y su libro, ‘El mueble inquieto’, junto al ilustrador, Jordi Garriga.
    Hipólito G. Navarro y su libro, ‘El mueble inquieto’, junto al ilustrador, Jordi Garriga.

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Todo lo que hace el editor sevillano Pedro Tabernero resulta un reto a lo grande. En este caso, el primer reto es conseguir que escritores de la talla de Antonio Muñoz Molina o Eduardo Mendoza, por ejemplo, accedan a prologar el cuento que él decida. El segundo es unir a escritores más o menos conocidos con pintores a los que no conocen y que, a veces, ni siquiera lo son estrictamente, pues Rafael Leonardo Setién, que ilustra Dos hermanos legos, de Ramón Pérez Montero, es diseñador gráfico; Marta Morón, que ilustra Chantal y la sombra, de Francisco Núñez Roldán, es profesora de Dibujo; Jordi Garriga, que pone las imágenes de El mueble inquieto, de Hipólito G. Navarro, es decorador de interiores; Roberto Sánchez Terreros, que ilustra Chinadown, de José Antonio Ramírez Lozano, es grafista; y solo Horacio Hermoso y Juan Torres, que ilustran El paciente designado, de Antonio Sancho, y No hay muerte, de Juan José Téllez, respectivamente, son estrictamente pintores. O sea, una diversidad gráfica de vértigo.

El tercer reto consiste en argumentar tan finamente cómo un libro para adultos puede ganar con ilustraciones, muy lejos de esa presunta merma a la imaginación del lector. Lo dice el mismo Tabernero: “El buen ilustrador, el verdadero artista, consigue que la imagen que él capta o interpreta de su propia lectura se convierta en un arquetipo, en un icono; es decir, en una imagen del personaje y su mundo que todos o la mayoría de los lectores reconoce”, dice, y echa mano de uno de los grandes: “Decía Ortega que los grandes poetas nos plagian, puesto que expresan en sus versos lo que todos sentimos y no sabemos expresar. También los grandes ilustradores nos plagian porque plasman en imágenes lo que todos hemos percibido y no sabemos plasmar”, asegura, antes de poner un ejemplo rotundo: “¿Quién no ve los grabados de Doré cuando piensa en Don Quijote? El ilustrador, con la alquimia de su arte, consigue que dos mundos distintos, el de la palabra y el de la imagen, no solo coexistan, sino que se enriquezcan. Unir literatura fantástica e ilustración es un viejo experimento que, lejos de ponerles puertas a la imaginación del lector, establece un diálogo paralelo de significado y simbolismo complementarios”.

Seis nuevas entregas de literatura fantástica con el sello de Pedro Tabernero


Esa argumentación forma parte de la introducción que él mismo hizo al número cero, hace ahora más de seis años, cuando surgió la idea de esta colección llamada Relatos del desertor del presidio, de la que este jueves se han presentado en el hotel Alfonso XIII, del tirón, los últimos seis títulos de los 11 que ya existen. También tan inquietante nombre fue explicado con gracia por el propio Tabernero en aquel arranque de la colección que surgió como un homenaje al escritor Julio Manuel de la Rosa. “Pareces un desertor del presidio’, me solían decir en casa, de niño, cuando volvía sucio y desgreñado de jugar en la calle. Yo no sabía lo que era un desertor del presidio. Sabía lo que era un desertor del ejército e incluso un desertor del arado, como se llamaba a los jóvenes campesinos que huían del campo para hacerse policías o guardias civiles. Pero, ¿qué era un desertor del presidio? ¿Quién podía desertar del presidio? Porque no creo que al preso se fuga de la cárcel, como es obligación de todo preso, se le pueda llamar desertor”.

El número cero de la colección fue el cuento de Julio Manuel de la Rosa, que cumplía entonces 80 años, titulado El narrador de fantasías, con prólogo de José Manuel Caballero Bonald e ilustraciones de Nicole Claveloux. El número uno se tituló Conjeturas sobre la bicha... Y fue así cómo, enmarcados bajo el común denominador de la literatura fantástica, fueron añadiéndose títulos de “autores que han ido apuntándose porque es una colección muy atractiva, tanto desde el punto de vista de escritores como de ilustradores”, dijo Tabernero este jueves.

Lo misterioso, lo irracional, lo sobrenatural

El editor ha señalado que en todos estos títulos “se mezcla lo misterioso, lo mágico, lo irracional y lo sobrenatural en textos expresamente hechos para la colección”. Del libro No hay muerte, del narrador, poeta y reportero gaditano Juan José Téllez, señala su colega Benjamín Prado que es “un relato de fantasmas contados por espectros, protagonizado por gente muerta en vida que se ha metido en el laberinto de las drogas no para ser mejor ni pasarlo mejor, sino para ser ella misma”.

De Chantal y la sombra, de Francisco Núñez Roldán, dice Ramírez Lozano en su introducción: “Esperaba encontrarme un relato gótico al uso, aseadito sí, ya que tiene la condición de un encargo, los reparos de un reto. Pero no, en Chantal y la sombra sorprende la trama nada simple ni previsible. En ella se da un verdadero muestrario de arquitectura literaria, de entramado argumental, todo en un relato metalitario. Así, al poco de entrar, pasamos de un plano real a otro menos real, el del manuscrito hallado, creando un espacio literario dentro del otro. Tres páginas más adelante, plantea un juego de identidades del protagonista del manuscrito con personajes de la literatura gótica por excelencia, Mefistófeles y Fausto. Y ya mediado el relato, establece un paralelismo entre la realidad y el sueño como espacio narrativo, viniendo a dar a otro más irónico en el que el editor narrativo hace un guiño a nuestro Tabernero editor. No cabe nada más en tan poco ni más cervantino”.

El propio Tabernero explica cómo una noche tormentosa “en que algún rayo partía oportunamente el horizonte negro se engendró la historia de Un paciente designado, el libro de Antonio Sancho que ilustra Horacio Hermoso, y de este cuenta que “la idea para hacer un libro había surgido al visitarlo en su cubil”. “En un ángulo remoto del estudio, un cuadro con dos demonios captó mi atención. Le pregunté con cierta malicia quién era el autor de la imagen, y él contestó que su yo de catorce años. A partir de ese momento decidí que Horacio, y su yo de catorce años, debían ilustrar uno de mis libros”.

Eliacer Cansino, que introduce Chinadown, el libro de José Antonio Ramírez Lozano, asegura: “La ciudad invertida, esa que habita por debajo de aquella otra que vivimos, es uno de los temas recurrentes de J.A. Ramírez. Una ciudad, que casi siempre es Sevilla, ciudad en la que vive el autor y con la que mantiene una tensa y fructífera relación. Tensa porque a veces la desnuda con el escalpelo de su ironía, lo que no siempre gusta a alguno de sus conciudadanos, y fructífera porque en ella encuentra más que sobrado sustento a su imaginación”.

Sobre Dos hermanos legos, el libro de Ramón Pérez Montero, escribe: “No me empeño en que la única verdad sea la mía, no es eso. Empero, aquella historia de los frailes del Cuervo fue sonada. Hubo revuelo grande, pero por lo bajini pues los de los sotanas daban miedo, tan terribles fueron los sucesos. A media voz rodaron los comentarios por las tabernas, las mesas de camilla y hasta en lo más resguardado de las sacristías. ¡Aquello fue muy gordo! Y con qué habilidad fue acallado y se fue borrando casi sin darnos cuenta. Yo me entiendo...”.

El mueble inquieto

El relato de Hipólito G. Navarro, el primero de esta última tirada de títulos, es el que prologa Eduardo Mendoza, que distingue entre cuentos de terror y cuentos de miedo propiamente dichos. “En los cuentos de terror, el autor está aterrado y nos hace compartir sus obsesiones y sus pesadillas. En los cuentos de miedo, el autor juega con el lector. Nos refiere una historia que puede ser terrible, pero también puede ser que se trate simplemente de una broma. El cuento de Hipólito G. Navarro pertenece a esta segunda categoría”.

En efecto, el autor onubense, dedicado en exclusiva al género de la narrativa corta, se luce en esta historia de un ventrílocuo en torno a un bargueño de veinticuatro cajones que no solamente esconde incontables misterios a lo largo y ancho de su presunta infinita historia y de la complicación de abrir los compartimentos, sino también una heterodoxa semilla resultante de la mezcla de un garbanzo con una lenteja cuya siembra, tras ser hallada bajo una loseta, estuvo emparentada con una mandrágora nacida del esperma y la sangre de un ahorcado y cuya raíz tiene forma humana y grita al ser arrancada. La primera voz del charlatán que procura vender el inquieto mueble resulta hasta divertida; la segunda de ese mismo charlatán refiriendo su esfuerzo para el engaño, parece ya más inquietante, sobre todo cuando se hace memorioso al recordar el primer relato del fantasioso abuelo que termina en un sanatorio al que también había acudido el narrador de niño para contemplar a otros seres cuya locura confunde todas las realidades, incluida la del periódico recortado en tiras para que el pequeño de la familia juegue antes de que su mamá tire los recortes a la basura. Pura metaliteratura llevada al extremo de la genialidad.