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25 años venciendo la tentación

La Asociación sevillana de jugadores de azar en rehabilitación cumple sus bodas de plata ayudando a superar la ludopatía y a convivir con la presencia cotidiana del juego, más enraizado en la sociedad de lo que parece.

el 16 ago 2014 / 12:11 h.

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A Andrés (izq.) y José (dcha.) ya no les afecta pasar delante de un kiosco de la ONCE, presentes en cada esquina. / Carlos Hernández A Andrés (izq.) y José (dcha.) ya no les afecta pasar delante de un kiosco de la ONCE, presentes en cada esquina. / Carlos Hernández Andrés es exalcohólico y exludópata. Lleva más de 20 años sin beber ni jugar pero mientras en las reuniones de sus amigos es el que se encarga de poner las copas y no tiene ninguna tentación, reconoce que «no puedo jugar una partida de póker porque me gusta más que el pan ni de Trivial, con mi familia, que sabe mi problema, si no me pongo nervioso». Andrés ha sido nombrado recientemente socio de honor de la Asociación sevillana de jugadores de azar en rehabilitación (Asejer) por sus más de 22 años vinculado a una organización que cumple sus bodas de plata ayudando a personas como él a «controlar no el juego, que no lo controlas, sino el impulso». Y es que, en Asejer, tienen un lema: «Del juego te rehabilitas pero no te curas». Su presencia en la vida social hace que «tengas que aprender a vivir con él», subraya su presidente actual, José Romero, que tras 13 años sin jugar (después de 17 de adicción) ya es capaz de tomar café en un bar con tragaperras pero «incluso con el alta terapéutica me tenía que sentar de espaldas y aún así escuchaba la musiquita». Hay una explicación, dice Andrés. Mientras el alcohol o las drogas son sustancias a las que el cuerpo se deshabitúa, la adicción al juego «es mental». Hoy es un veterano en la asociación que forma a monitores y hace las «acogidas» a los nuevos pero recuerda cómo en sus inicios «veía que los demás avanzaban y yo no aunque no jugaba, hasta que me di cuenta de que en realidad seguía jugando porque me ponía detrás en las máquinas o partidas». «Un día que estaba mirando a un hombre en el bingo y le quedó un número para cantarlo me temblaron las piernas y no era ni mi dinero ni mi partida», relata para explicar que aunque la mayoría acude a la asociación a raíz de los problemas económicos que conlleva, se puede ser ludópata sin jugarse dinero, algo que empiezan a ver en menores con los videojuegos e internet. La psicóloga Nuria Moreno y la trabajadora social Irene Benítez son dos de los 33 profesionales y voluntarios que trabajan en Asejer con pacientes y familiares. Actualmente hay 179 personas en rehabilitación y 10 menores (con ellos la terapia es individual). Subrayan que hay adicción cuando «dejas de hacer tu vida cotidiana» y «afecta a tus relaciones sociales», que es cuando suelen acudir a la asociación porque «le ven las orejas al lobo». Andrés y José lamentan, más que los problemas económicos aunque «las tragaperras son un juego tan gilipollas que llegas a gastarte 30.000 pesetas en una máquina que como mucho da un premio de 10.000», haberse perdido la infancia de sus hijos y los mejores años de su matrimonio. «Eso lo dicen todos», destaca Irene. Que haya dinero de por medio no siempre es necesario. Andrés recuerda cómo esperaba a que abrieran la peña de su barrio para jugar a las cartas pese a que no se apostaba nada y Nuria e Irene advierten de que, aunque empiezan a ver jóvenes adictos al juego on line por la facilidad de acceso e incluso tratan ya a menores con problemas con las tragaperras «pese a que está prohibido que jueguen», si un niño pasa cuatro o cinco horas al día con la consola y deja de salir a jugar con sus amigos o come en su cuarto para seguir jugando empieza al problema. En Asejer, los adictos al juego acuden a sesiones dos veces por semana y una vez a la semana se trabaja con las familias y el entorno, que deben saberlo e implicarse. Suelen enterarse cuando los jugadores llevan años haciéndolo. «Lo primero que piensan es que tienes un lío porque gastas dinero, estás mucho tiempo fuera y mientes», dice José, quien recuerda cómo ha estado jugando delante del colegio de sus hijos en un bar a las tragaperras y ha llamado a su hermana para que los recoja, sus idas y venidas al cajero automático para jugar horas y horas a las máquinas y su sensación durante un viaje familiar de Sevilla a Valencia de buscar un bar para parar y darse cuenta de que en todos le podrían reconocer porque estuvo jugando. En Asejer recomiendan medidas de apoyo como firmar la autoprohibición de entrada a bingos o casinos y restringir el acceso a cuentas y tarjetas. Andrés muestra orgulloso que ya sí lleva su Visa en la cartera, si bien tiene firmado ante notario una renuncia a su parte en caso de que su mujer «compre un décimo de Navidad con sus compañeras de trabajo y le toque». Es otro ejemplo de la presencia cotidiana del juego y las tentaciones a vencer día a día. Situaciones como ir de viaje en grupo y que se proponga comprar lotería, «algo que es muy típico para el Sorteo de Navidad, cuando se va a otra ciudad»;hacer una quiniela o una porra en la oficina;  sortear los kioscos de cupones en cada esquina o los vendedores que van ofreciéndoles por la calle y en los bares;o eludir los anuncios de apuestas y juego on line que a partir de la medianoche inundan la parrilla televisiva, una parcela en la que desde Asejer denuncian falta de control. Reclaman que ya que el Estado ingresa mucho por el juego, destine más dinero a la puesta en marcha de campañas de prevención y sensibilización (organizaciones como la ONCE así lo hacen) para evitar imágenes como la «del padre que está en el bar con el niño en brazos y para que no dé la lata le da las monedas para que las vaya echando en la maquinita».

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