A gritar ¡bingo! en el salón

La Residencia Geriátrica Vicente Ferrer de Castilblanco ha desarrollado un modelo de integración de los residentes con su pueblo

el 28 mar 2014 / 20:14 h.

BingoDar un paseo por el pueblo, conversar unas horas con un amigo, o gritar ¡Bingo! en el salón, como lo haríamos si jugáramos en casa. Los profesionales del centro geriátrico Vicente Ferrer, que gestiona la cooperativa El Roble, han desarrollado un modelo de integración con la sociedad local que permite el intercambio entre los internos y los colectivos locales, abarcando desde los más pequeños a personas jubiladas mediante los programas de voluntariado intergeneracional. Eva Enamorado es profesora y monitora de terapia ocupacional en la residencia geriátrica Vicente Ferrer de Castilblanco de los Arroyos, y se ocupa entre otras cuestiones del desarrollo y de la formación de personas para los programas de voluntariado social que desde 2010 gestiona la asociación El Roble Solidario. Esta asociación ha sabido abrir las puertas del geriátrico, y la vida de sus internos, a la interacción permanente con los vecinos, gracias a los acuerdos de colaboración con la red de centros Guadalinfo, con el Ayuntamiento de Castilblanco y con otras asociaciones y colectivos locales. La experiencia del voluntariado en este centro de la Sierra Norte de Sevilla la auspicia el psicólogo interno Abel Catela, en coordinación con la plataforma Solidarios para el Desarrollo unos años antes, con un programa que en poco tiempo dejó entrever la repercusión que suponía para la salud física y mental de los residentes. Es lo que la Organización Mundial de la Salud ha denominado envejecimiento activo: el proceso por el cual se trata de favorecer el desarrollo de oportunidades de salud, participación y seguridad para las personas a medida que envejecen para mejorar su calidad de vida. Son pequeños esfuerzos de nuestro día a día, y a cambio son un gran beneficio a nivel psicológico y emocional para las personas mayores que reciben una visita, especialmente esperada cuando no se tiene a familiares o a amigos cerca. Pero también para las personas voluntarias que se animan a dedicar su tiempo a dibujar una sonrisa o a regalar su oído a los residentes. «Le aporto compañía sobre todo, desconexión, y mucho entretenimiento. Le damos cariño, y lo agradecen bastante», explica Isabel Diosdado, una voluntaria que asegura que su labor desinteresada hace que para el residente «el voluntario sea una persona bastante importante», y reconoce que la relación, en una balanza, supone «obtener mucho más de lo que damos». Rocío González Vázquez es otra de las personas que invierte su tiempo en los demás. Esta voluntaria y pensionista de Castilblanco se emociona en las despedidas tanto como en ese momento del reencuentro, por eso destaca la «esperanza» de los residentes en las visitas, y cómo ellos «siempre esperan la próxima vez». Juana Sánchez, monitora del centro ocupacional Casa de la Sierra, es también voluntaria y pone en valor el «entusiasmo» con el que se les recibe y la compañía que a su vez dan los ancianos a la persona con la que comparte su tiempo. Una o dos veces por semana, en función de la disposición y el quehacer del voluntario, Isabel, Rocío y Juana, como otros 10 voluntarios que están asiduamente en este programa a lo largo del año, plantean la visita a varios residentes. Cada cierto tiempo se hacen encuentros donde se integran todos los perfiles y se hace partícipes a voluntarios, residentes, familiares y trabajadores del centro geriátrico de la alegría de hacerse mayores con salud, como los consolidados Lunes del Bingo (en las tardes del Lunes), o una versión particular de la popular Fiesta del Agua, en el interior de la residencia, como la que cada último fin de semana de julio se celebra en la Plaza Amarilla de Castilblanco. Con esta experiencia, Eva Enamorado sigue adelante con iniciativas tendentes a mantener la relación de compromiso de los colectivos locales con la residencia. Así se sumaron a iniciativas como el programa Por un millón de pasos, donde participan junto a las asociaciones locales. Sin el aporte de los voluntarios, los residentes por sí solos tendrían más difícil avanzar en el reto colectivo de caminar, de participar activamente de la vida de la localidad, de estar al aire libre disfrutando de su pueblo y de su gente. El voluntariado juvenil, explica Enamorado, tiene un carácter pedágogico inherente: busca un cambio de conciencia entre los jóvenes de 16 a 18 años con respecto a la vejez y una educación social basada en valores. Los ancianos se sienten escuchados y los jóvenes también, relata la monitora de terapia ocupacional. Ellos se sienten cómplices y la relación de reciprocidad es un motor de cambio en ambos sentidos: el horizonte de los más jóvenes con sus problemas e ilusiones, y la experiencia atesorada en la memoria del residente, que con esta visita rompe el trasiego diario de actividades de su centro geriátrico y tiene una vía de escape al exterior cuando sus circunstancias médicas no se lo permiten. El profesorado del CEIP Miguel de Cervantes es cómplice en la lucha por erradicar los estereotipos que desde una edad temprana quedan grabados entre los más pequeños al hablar de la vejez y que en ocasiones pueden impactar a los jóvenes. Por eso, Enamorado planifica junto a los docentes actividades proformativas con las que demostrar que la residencia es un espacio dinámico y muy activo, y los residentes personas que tienen mucho que hacer y que contar. Gymkhanas lúdicas, concursos de carteles para la fiesta de la primavera, y una variedad de propuestas logran seducir a pequeños y mayores, que están sembrando la semilla de una relación que trasciende a los participantes, porque con el boca a boca llega al conjunto de la sociedad y atrae a otras personas al encuentro con el voluntariado.

  • 1